INCENDIO EN
LA SIERRA DE CREVILLENTE Y EN LA ERMITA DE SAN CAYETANO EN 1712.
El artículo recopila algunas noticias de un aparatoso incendio producido en la Sierra de Crevillente durante el año 1712. El fuego sobrepasó el término crevillentino internándose en Hondón de las Nieves, que por entonces constituía una pedanía de Aspe. El incendio afectó a la ermita de San Cayetano, oratorio en el que se tributaba culto al santo teatino, y que fue instituido en nuestras tierras por María Guadalupe de Lancaster, última duquesa de Maqueda.
Está publicado en la revista Semana Santa de Crevillente del año 2014.
En el Archivo
Histórico Nacional se conservan varios legajos con la correspondencia
administrativa mantenida entre los duques de Maqueda-Arcos y la Junta y Sitiada
Patrimonial del Marquesado de Elche. La Sitiada Patrimonial fue una institución
creada en el siglo XVI por la Casa de Maqueda, destinada a regir las posesiones
y derechos señoriales que tenía la Casa Ducal en tierras valencianas, constituidas
por el Marquesado de Elche –Elche y
Crevillente– y la baronía de Aspe. Posteriormente se incorporarían mediante
compra las baronías de Planes y Patraix. La Sitiada Patrimonial perduró hasta
mediados del siglo XVIII, siendo suprimida en 1751 por el duque Francisco Ponce
de León.
El intercambio de correspondencia
entre Joaquín Ponce de León y Lancaster (1666-1729), -residente en Madrid- y
sus subordinados a lo largo de los años 1712-1715, da cuenta de múltiples
aspectos de la organización administrativa del patrimonio ducal: deudas de los
vasallos, gestión de los pósitos de granos, ejercicio de la justicia señorial,
composición de los bienes del patrimonio ducal, arrendamientos, incidentes con
otras localidades, suplicas de los vasallos, apuros económicos para abonar los impuestos exigidos por la Corona,
etc. En la segunda década del siglo XVIII corrían tiempos difíciles para los
pueblos del Marquesado y baronías agregadas. La guerra entre los pretendientes
a la Sucesión de la Corona española tras la muerte de Carlos II persistía en
Cataluña, y los pueblos del señorío valenciano de la Casa de Arcos estaban
sometidos a constantes exigencias económicas por parte del monarca Borbón. Estos impuestos denominados cuarteles, iban destinados a sufragar el
mantenimiento de las tropas del rey Felipe V contra el pretendiente
austrino, hecho que mantuvo a los municipios en un permanente
estado de ahogo económico y penuria de
recursos durante varios años.
Iglesia de Ntra. Sra. de Belén de Crevillente |
Salvador Puig revela que el origen
de la Dehesa y su ermitorio bajo la advocación de San Cayetano responden a una
ferviente fundación de la Casa Señorial, y compila las declaraciones del
presbítero Francisco Mas Mas[1].
El sacerdote refiere que la duquesa María Guadalupe acudió a Roma para
presenciar la canonización del beato Cayetano, obtuvo una imagen del nuevo santo, y tras su vuelta
a España ordenó la construcción de una ermita en la Dehesa de la sierra de
Crevillente durante el último tercio del siglo XVII, en cuyo santuario se ubicaría
la imagen del venerado San Cayetano de Thiene.
El primer informe sobre el incendio desatado en la
Sierra procede del baile crevillentino Carlos [E]spla comunicando el 10 de
julio de 1712 a la Sitiada ilicitana, el lugar donde se había originado el
fuego, dentro del paraje denominado Barranco
de la Olivera de Crevillente. La causa de la ignición fue un horno de
carbón mal apagado por descuido de un muchacho forastero, que se pensaba residía en Aspe, y que se dio
a la fuga al cerciorarse de la catástrofe provocada. Los rescoldos del horno se
avivaron motivados por el intenso calor estival y el fuerte viento reinante,
que propagaron las llamas con virulencia por toda la Sierra[2].
El 14 de julio, Pablo Fuentes -baile señorial de Aspe-, informaba a la Sitiada ilicitana de los perjuicios
ocasionados en su jurisdicción. El fuego se había extendido hacia la zona de
Hondón de las Nieves, -por entonces término de Aspe-, carbonizando todo el
bosque: “… Habrá sido notorio a Vmds. el
motivo del incendio de la Sierra de Crevillente, habiendo sucedido en aquel
término, omití notificarlo a Vds, aunque puedo asegurar que ha sido tan general
por esta parte que no ha quedado pino por quemar…[3]”
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Picatxo o Pico de San Cayetano |
Una vez notificado el siniestro al duque, Joaquín
Ponce manifestó su enojo por el perjuicio provocado al Patrimonio Ducal y a los
vecinos de Crevillente. El fuego
provocaba carencia de frutos y generaba esterilidad en los pastos y el arbolado
del paraje. El duque hizo hincapié en que se agilizaran las diligencias por
parte de los justicias de Crevillente y Aspe, a fin de localizar a los
responsables. Al mismo tiempo manifestaba su asombro respecto a que el contador
de la Sitiada no había comunicado el infortunio padecido al gobernador del
Marquesado, dado el efusivo culto que la Casa de Arcos y Maqueda profesaba a
San Cayetano, según manifiesta Joaquín Ponce: “Extraño que sabiendo el contador la gran devoción que tenemos todos a
San Cayetano, y por esta se hizo la ermita de este Santo a expensas de la
Hacienda, no se lo haya notificado al gobernador, y no hayan pasado al punto
que tuvieron la noticia del fuego a aquella villa para dar las providencias
necesarias, lo cual ejecutaron luego…[4]”
Las afirmaciones del duque ratifican la fundación de la ermita por iniciativa
de la Casa Ducal. La piadosa devoción de los duques de Arcos a San Cayetano se
constata en el inmediato sucesor al ducado, que recibió las aguas bautismales
con el nombre de Joaquín Cayetano en 1710.
El duque requirió la elaboración de
un informe para poder notificar a su octogenaria madre, la duquesa María Guadalupe
-impulsora del culto a San Cayetano-, los perjuicios ocasionados en la
hacienda. La Señoría dictaminó que toda
la madera que había quedado en la Dehesa se pusiera bajo custodia, imponiendo
multas a quien la extrajera o robase, y destinando el producto de su venta a la
reedificación de la ermita de San Cayetano y a otros perjuicios causados por el
fuego. Asimismo, enterado el duque de la pasividad evidenciada por el baile de
Crevillente, que pudo haber atajado los
inicios del fuego enviando alguna cuadrilla de vecinos que sofocaran las llamas
sin haberlo consumado. La Señoría ordenó la destitución del baile Joseph [E]spla, exhortando a la Sitiada
para que le propusiera otro candidato. De igual modo encomendaba al Gobernador
y al Contador del Marquesado que realizasen las indagaciones pertinentes para
averiguar si dicho baile cesante había concedido licencia para fabricar carbón,
y siendo cierto, se abrieran diligencias judiciales para encontrar a los
culpables[5].
La Junta y Sitiada del Marquesado designó a Carlos
Pérez como nuevo baile de Crevillente, que comenzaba a ejercer su empleo el 4
de agosto de 1712. El novel baile agradecía el nombramiento a los integrantes
de la Sitiada y manifestaba haber comunicado su designación a la villa de
Crevillente, con la finalidad de que los
vecinos prestaran el juramento de
obediencia acostumbrado. Al mismo tiempo, Pérez notificaba a la Sitiada que se
había pregonado en la villa el bando emitido
por el gobernador del Marquesado, adjuntando una certificación expedida por un escribano crevillentino. El
bando prevenía a la vecindad para que no
intentara apropiarse de la madera existente en la Dehesa de San Cayetano bajo
imposición de sanciones pecuniarias, el comunicado expresaba:
Don Guillermo Olives
Gobernador General de la presente villa y Marquesado de Elche y de las baronías
de Aspe, Planes y Patrax, hace saber y manda que ninguna persona de cualquier
estado, condición que sea, así vecino como extraño de la villa de Crevillente
no sea osado cortar, ni mandar cortar pino verde, seco o quemado, ni hacer de
otra clase de árbol dentro de los límites de la Dehesa de San Cayetano, bajo la
pena de veinticinco libras por cada vez que fuese hallado o concurrido, y para
que ignorancia no sea alegada y venga a noticia de todos, se manda publicar el
presente bando. Dado en la villa de Elche, a los tres días del mes de agosto de
mil setecientos y doce años:
Don
Guillermo Olives[6].
Al mismo
tiempo, el baile trasmitió las indicaciones emitidas por los carpinteros, que
aconsejaban como más conveniente resolución, el efectuar el corte de la madera
chamuscada y en buen estado, antes de que acabara de secarse en el monte, a fin de que conservara
mayor consistencia[7]
La Casa Ducal dio el beneplácito al procedimiento proseguido por el gobernador
del Marquesado en misiva remitida el 13 de agosto. El gobernador había depuesto
de su empleo al baile Joseph Esplá y le había encarcelado en la prisión de
Elche ante su negligente actuación, medida que debía servir para común escarmiento
de los vecinos. A su vez, el duque Joaquín Ponce remitió el documento que
designaba a Carlos Pérez como baile de Crevillente, reiterando sus
disposiciones para que se mantuviera la custodia de las maderas depositadas en
la Dehesa de San Cayetano, cuyo beneficio
estaba destinado a la recomposición de la ermita[8].
Desconocemos la cuantía de los daños producidos en el ermitorio de San
Cayetano, pero su reconstrucción debió realizarse con celeridad. Unos días después, Carlos Pérez notificaba a la Sitiada el volumen de madera aprovechable para uso en diversas edificaciones, que permanecía almacenada en la Dehesa de San Cayetano, compuesta por vigas y maderos de diversos tamaños:
MADERA ÚTIL EN
LA DEHESA DE SAN CAYETANO
-
14 jácenas de entre 20 y 24 palmos.
-
8
cuarterones de 10 palmos y 8 cuarterones de 12 palmos (de 8 y 10 tablas)
-
191 revoltones de 14 y 15 palmos
- 120 vigas de falsa
El informe del maestro carpintero aseveraba que la madera indemne era
de buena calidad y el trabajo de cortar, cuadrar, y limpiar los maderos
supondría un coste aproximado de 150 reales, conviniendo en empezar las tareas
al inicio de la luna menguante. El baile esperaba instrucciones de la Sitiada
para proceder a sanear y acondicionar la madera[9].
A principios de septiembre, Joaquín
Ponce reiteraba su decisión de que permaneciera arrestado Joseph Esplá, y
persistía en su pretensión para que prosiguieran las diligencias a fin de
localizar y poder arrestar a los incendiarios de la Sierra, así como para poder esclarecer la omisión de los
funcionarios que no acudieron a sofocar el fuego en la Dehesa de San Cayetano[10].
El colector del marquesado y el baile de Crevillente visitaron la Dehesa el 21
de septiembre con el cometido de contabilizar la madera cortada y en buen estado que se
hallaba depositada en distintos parajes de la Dehesa:
Ø En el Rach 7 revoltones
Ø En el Agudo 107 revoltones y 28 de azotea
Ø En el Colmenar 28 revoltones
Ø En las Parricas 104 de cambra, 72 revoltones y 8 jacenicas, sumando 190 revoltones, de ellos 132 valederos
para azotea y 8 jácenas.
A su vez, relacionaba los pinos verdes no consumidos por el fuego: 300
pinos en las inmediaciones de la ermita entre pinos menudos y grandes, en el
Rach 800 pinos, en el barranco y la entrada de la Edeca[11]
(sic) 2.000 pinos, y en el Cocón 1.000
pinos, ascendiendo a un total de 4.100 pinos verdes de variado tamaño. Parte de
la madera utilizable iba a convertirse en tablones encerados para emplearlos en
la puerta de una almazara, y todos los maderos cortados hasta esos días se
habían entregado a mosén Blas Martínez, capellán de San Cayetano, poniéndolos
fuera de peligro[12].
A comienzos de octubre se liberó de la reclusión al destituido Joseph Esplá sin
haberse podido esclarecer las circunstancias del siniestro. Tenemos evidencias
de un incendio precedente sucedido en la Dehesa en el año 1693, a consecuencia
de la estancia de unos pastores y sus ganados que eran propiedad de Carlos Caro
Maza de Lizama. Éste indemnizó al ermitaño entregando 8 libras por los daños
causados, afectando el fuego a una superficie reducida sin prender en la zona
de monte alto[13].
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Ermita de San Cayetano rehabilitada |
Dentro de los capítulos fundacionales de la Dehesa, su ermita y el culto al santo teatino, por
mandato de la duquesa María Guadalupe, se
instituiría la figura del capellán de San Cayetano. El referido empleo
correspondía a un presbítero que tendría a su cargo la administración de la
finca, la conservación del santuario y el mantenimiento del culto al santo,
percibiendo una retribución anual con cargo a las rentas señoriales. En el
momento de producirse el incendio, el
capellán de San Cayetano era mosén Blas Martínez. El 4 de febrero de 1713,
Mosén Blas Martínez notificó a la Sitiada Patrimonial, que la madera situada
fuera de la casa de la Dehesa, -emplazada a la entrada del barranco-, padecía
robos al no haberse podido transportar hasta la vivienda de la ermita por el
elevado coste que suponía. Puso en conocimiento del baile crevillentino este
inadecuado emplazamiento, como también que algunos vecinos de Albatera causaban
daños en la Dehesa recolectando leña, y últimamente se llevaban las vigas para
venderlas en Catral. El capellán trató de enmendar los hurtos escribiendo al
baile de Albatera sin obtener respuesta, y presuponía que éste permitía estas
acciones, ya que en fechas precedentes se extraían más de 30 cargas de leña
para venderlas en Orihuela. Carlos Pérez justificó la conducta de los
albaterenses, previniendo al capellán respecto a que los vecinos de Crevillente
se valían del término de Albatera para hacer leña y por tanto, el uso del monte
era recíproco para los vecinos de Albatera en el término de Crevillente. Si
bien, el capellán Martínez aducía que en Crevillente la normativa señorial
ordenaba salvaguardar la Dehesa y por tanto debía respetarse de igual modo por
los habitantes de Albatera. Éstos, en un acto más de desacato, acudieron a la
Dehesa en el día de la Purificación de la Virgen -día de la Candelaria-,
acopiaron numerosas cargas de leña y perchas -maderos- ante la presencia del
capellán, que no pudo persuadirles para que depusieran su actitud. Por ello,
mosén Blas Martínez solicitaba la intermediación de la Sitiada a fin de
remediar el asunto[14],
si bien desconocemos la resolución adoptada.
El árbol que prevalecía en los bosques del término crevillentino era
el pino. Su aprovechamiento maderero por los vecinos de Crevillente sería
similar al de otros pueblos del Señorío. La Casa Señorial permitía a los
vasallos la recolección de la madera seca del monte sin coste alguno. En caso
de que tuvieran necesidad de cortar algún pino vivo para edificaciones u otros
menesteres, era necesario obtener el permiso del baile de la villa. Del
testimonio aportado por el capellán mosén Blas Martínez, deducimos un escaso
poblamiento asentado en el entorno del santuario a comienzos del siglo XVIII,
tal como señaló el profesor Vicente Gonzálvez Pérez, contradiciendo las
afirmaciones sustentadas por Montesinos: “rodeada
por numerosas casas de sujetos ricos de Elche y Crevillente[15]”
Tras una lluviosa primavera en el año 1714, el presbítero Martínez
avisaba a la Sitiada de los desperfectos ocasionados en la ermita de San
Cayetano: “No puedo dejar de poner en
consideración, de la ruina que se ha hecho en casa y habitación del Sr.
Sn Cayetano, pues de las muchas aguas que ha habido, se ha caído la
pared del corral y de dos cuartos, hasta ocho vigas se han quebrado, con que se
halla con la precisa necesidad de componerse, y hallándose la ermita tan falta
de medios y tan pocas limosnas, que al presente me hallo sin hermano que asista
allí, porque el que había, por no poderse mantener ni vestir se ha ido…” A
su vez, el capellán ponía en conocimiento de la Sitiada, que los ganaderos de
Crevillente le habían formulado en multitud de ocasiones la posibilidad de entrar
a pastar con sus ganados en la Dehesa, retribuyéndole con alguna limosna. Si
bien, el capellán se había resistido, imponiendo como condición que se le
proporcionase alguna porción de yeso para reedificar parte de lo derruido.
Propuesta que había sido rechazada por los ganaderos. Por tanto, mosén Blas
instaba a los componentes de la Sitiada a fin de que ordenasen al baile y
alguacil de Crevillente el arrendamiento de la Dehesa bajo las condiciones que
él solicitaba, o bien que enviasen un integrante de la Sitiada para dicho fin.[16]
Mediante las aserciones del mosén Blas Martínez deducimos que el
capellán no habitaba en la ermita de San Cayetano, sino que debía residir en la
villa. El santuario estaba encomendado a un fraile que moraba en las
habitaciones anexas a la ermita, y que en ese año, ante la precaria obtención
de recursos para poder subsistir y las dificultades económicas que concurrían,
el ermitaño había optado por marcharse.
Distintos frailes se sucederían en calidad de moradores custodios del santuario
como fray José Selva, que falleció el 8 de marzo de 1725 en la ermita de San
Cayetano[17].
El 13 de octubre de 1714, el baile crevillentino consultó a la
Sitiada ilicitana una protesta remitida
por mosén Blas Martínez. El presbítero denunciaba la introducción de un rebaño
de cabras en la Dehesa de San Cayetano propiedad de Joseph Quesada, solicitando
que se le aplicase la pena correspondiente. El baile excusaba el incidente,
afirmando que si en alguna ocasión entraba algún hato de ganado en la finca, era
con la finalidad de abrevar en las
fuentes de la Parricas o del Rach sin ocasionar daños, cuyos manantiales
estaban emplazados en sendos extremos de la Dehesa, reportando la utilidad del
estiércol que esparcían por el terreno. Según Pérez, la protesta venía motivada
porque el capellán no percibía ningún donativo de los ganaderos, pues en el año
anterior los serranos habían permanecido
en la Dehesa sin que el capellán Martínez manifestase reparos. Así como en la reciente
primavera había otorgado su beneplácito a un ganadero crevillentino para
acceder con sus ganados tras haber percibido 20 reales. Por dicho motivo, el
baile solicitaba el dictamen de la institución ilicitana[18].
En 1715 se compusieron algunos desperfectos en la ermita, aunque no
podemos precisar si fueron los generados por las lluvias de 1714. El antiguo
baile de Aspe, Pablo Fuentes ejercía ahora
la bailía de Crevillente, el 10 de septiembre de 1715 remitió un escrito
a la Sitiada notificando la entrega de 60 reales al capellán de San Cayetano.
La cantidad desembolsada correspondía a
un pago fraccionado de las reparaciones acometidas en la ermita y casa de San
Cayetano, y el baile esperaba nuevas órdenes para abonar la parte pendiente[19].
Panorámica de la Sierra de Crevillene con las cumbres del San Juri y La Vella |
La superficie constituida por la Dehesa de San Cayetano se vio
incrementada en 1733 tras aportar la
Casa Señorial un lote de tierras de labor lindantes con la ermita. El duque
Joaquín Cayetano, secundando las sugerencias de su esposa Teresa de Silva,
estimó conveniente acrecentar la dotación fundacional que administraba el
capellán de la ermita en pos de un mayor cuidado del santuario y asistencia de
los devotos. En carta remitida por la Sitiada a los munícipes crevillentinos el
día 8 de octubre, se expresan los dictados del duque: “...es muy conveniente agregarle alguna porción de tierras labrandías
de las más inmediatas a la hermita, como lo son las de la partida de Catí, para
que tenga la ayuda de costa del fruto de su labor...”. La Casa Ducal tenía
constancia de una inminente venta de 30 tahúllas y ½ de tierra efectuada por Juan García en la
partida de Catí a favor de Josep Reig, cuyo montante ascendía a 350 reales. El
26 de septiembre de 1733, el duque Joaquín Cayetano emitió un decreto ordenando
la agregación de las 30 tahúllas y ½ a los terrenos de la ermita, que quedarían
regentados por el capellán del oratorio designado en cada momento por la Casa
Ducal, con la obligación de pagar al patrimonio un pecho anual de 6 reales y 6
dineros. Al flamante propietario, Joseph Reig se le manifestaría la voluntad de
su Excelencia de adquirir le heredad, y si estaba conforme con la transacción,
se expediría escritura de venta a favor del Duque, y recibiría los 325 reales
al contado. En caso de que Reig rehusase la venta al Patrimonio, la Casa Señorial
haría uso del derecho de tanteo o fadiga,
que concedía a la Señoría la opción preferencial de compra sobre cualquier
vecino, cuando algún vasallo enajenase propiedades. Al día siguiente 9 de
octubre, se comunicó a la Sitiada que Reig había realizado la venta en favor del
patrimonio y que se compraría un misal necesario para la ermita[20].
A mediados del siglo XVIII, la secretaría de Marina realizó una
estimación de las masas forestales que albergaban los pueblos del Vinalopó. La
finalidad era conocer los recursos y disponibilidad maderera para su previsible
uso en la construcción de barcos. La masa forestal de Crevillente se evaluó en
52.468 árboles[21],
volumen sensiblemente más reducido que las contabilizadas para Elche -524.220
árboles- o Aspe -738.143 árboles-, y que se concentraría fundamentalmente en la
Sierra de Crevillente.
Tras un dilatado vacío documental, Salvador Puig recopila varias
noticias en torno al capellán y santuario de San Cayetano en la segunda mitad
del siglo XVIII. En 1766, las rentas
señoriales de la Casa de Arcos tenían consignada una retribución salarial al
capellán de 821 reales de vellón y 7 maravedís. Asimismo, la
correspondencia evidencia un manifiesto
deterioro de la ermita en 1767. El capellán de San Cayetano, Juan Bautista
Alzamora eleva distintos ruegos al duque Antonio Ponce de León y a su
administrador señorial Diego de Acuña, con la finalidad de obtener fondos para
reparar los desperfectos. A la postre, el duque Antonio Ponce concedió 100
libras en calidad de limosna, más 150 libras por vía de crédito para la
recomposición de la ermita[22].
El oratorio iniciaría su declive a partir de 1767, tras asumir don
José Tormo las directrices del obispado de Orihuela, ordenando la clausura del
santuario por motivos de execrable
escándalo. En torno a 1770 la ermita se hallaba abandonada. No
obstante, la figura del capellán de San
Cayetano se mantuvo en las asignaciones salariales del patrimonio señorial,
trasladando el culto a una capilla emplazada en la iglesia parroquial. En marzo
de 1772 el capellán era mosén Joan Pastor: “…
le ha consignado su excelencia al año cien pesos de 15 reales vellón por
capellán de San Cayetano, con la precisa obligación de auxiliar a los
moribundos de las cuevas y celebrar misa todos los días de fiesta en la capilla
de San Cayetano por intención del Duque mi señor…” Pese al cierre de la
ermita, el aprovechamiento económico de la Dehesa persistiría orientado a la
producción apícola, ganadera y forestal. El 30 de mayo de 1771 el duque nombró
guarda de la Dehesa de San Cayetano a Francisco Hurtado, asignándole un
estipendio diario de 1 real de plata, el usufructo de una pequeña huerta que
había junto a la ermita y una parte proporcional de los ingresos obtenidos por
las denuncias realizadas. El 21 de agosto de 1772 había sido depuesto y el
duque designó como nuevo vigilante a Joseph Lledó de Pastor con idénticas
percepciones[23].
A mediados del siglo XIX, La Dehesa estaba comprendida por una extensión
montuosa de 276 tahúllas y 4 octavas, en su gran mayoría conformada por lomas y
peñascos con una función ganadero-forestal.
Para conocer la posterior reedificación del Santuario bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Luz y
su abandono definitivo en el siglo XIX remito a los trabajos de Vicente
Gonzálvez Pérez y Salvador Puig Fuentes[24].
Deseo expresar mi agradecimiento a Salvador Puig Fuentes por el
material facilitado para la elaboración de este artículo y a José Prieto Durán
por las fotos de la Sierra.
Gonzalo Martínez Español
NOTAS.
[2] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra.
DIVERSOS-COLECCIONES, 171, 1. Carta
del baile de Crevillente a la Sitiada. Crevillente, 10 de julio de 1712,
fol. 149-150.
[3] Ídem, Carta del Baile de Aspe a la Sitiada,
Aspe, 14 de julio de 1712, fol. 145.
[4] Ídem, Carta del duque a la Sitiada. Madrid, 23
de julio de 1712, fol. 160.
[5] Ídem,
fol. 161.
[6]
Ídem, Bando emitido por el Gobernador del
Marquesado. Elche, 3 de agosto de 1712, fol. 209.
[7] Ídem, Carta del baile de Crevillente a la Sitiada.
Crevillente, 4 de agosto de 1712, fol. 207.
[8] Ídem, Carta del duque a la Sitiada. Madrid, 13
de agosto de 1712, fol. 172.
[9]
Ídem, Carta del baile de Crevillente a la
Sitiada. Crevillente, 17 de agosto de 1712, fol. 169-170.
[10]
Ídem, Carta del duque a la Sitiada.
Madrid, 3 de septiembre de 1712, fol. 192.
[11] Probablemente
quiera decir la Dehesa
[12] Ídem, Carta
del baile de Crevillente a la Sitiada. Crevillente, 3 de octubre de 1712,
fol. 204.
[13] PUIG
FUENTES, Salvador, opus. cit.
[14] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra…,
Carta del capellán de San Cayetano a la
Sitiada Patrimonial, 4 de febrero de 1713, fol. 265.
[16] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra…,
Carta del capellán de San Cayetano a la
Sitiada Patrimonial, 18 de junio de 1714. fol. 576.
[17]
PUIG FUENTES, S., opus. cit.
[18] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra…,
Carta del baile de Crevillente a la
Sitiada. Crevillente, 13 de octubre de 1714, fol. 477.
[19] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra.
DIVERSOS-COLECCIONES, 173, 1. Carta del
Baile de Crevillente a la Sitiada Patrimonial. Crevillente, 10 de
septiembre de 1715, fol. 113.
[20] Archivo
Municipal de Elche. Legajo 127 A 2. Correspondencia de la Sitiada Patrimonial 1733,
fol. 139-144 y fol. 146.
[21] OJEDA
NIETO, J., 2007: «Árboles y montes del Vinalopó y
L´Alacantí a mediados del siglo XVIII». Revista del Vinalopó
10, p. 192.
[22] PUIG FUENTES, S.,
opus. cit.
[23] Archivo
Histórico Municipal de Elche. Legajo H-328 nº 17. Notas del nombramiento y de
los salarios de un alguacil, guardas, capellán de la Dehesa de San Cayetano y un
vicario. 1771-1772.
[24] PUIG
FUENTES, S., opus. cit.; GONZÁLVEZ PÉREZ, V. opus. cit.