lunes, 28 de septiembre de 2015

Incendio en la Sierra de Crevillente y en la ermita de San Cayetano en 1712

      INCENDIO EN LA SIERRA DE CREVILLENTE Y EN LA ERMITA DE SAN CAYETANO EN 1712.

                                                                                             
        El artículo recopila algunas noticias de un aparatoso incendio producido en la Sierra de Crevillente durante el año 1712. El fuego sobrepasó el término crevillentino internándose en Hondón de las Nieves, que por entonces constituía una pedanía de Aspe. El incendio afectó a la ermita de San Cayetano, oratorio en el que se tributaba culto al santo teatino, y que fue instituido en nuestras tierras por María Guadalupe de Lancaster, última duquesa de Maqueda.
          Está publicado en la revista Semana Santa de Crevillente del año 2014.

 En el Archivo Histórico Nacional se conservan varios legajos con la correspondencia administrativa mantenida entre los duques de Maqueda-Arcos y la Junta y Sitiada Patrimonial del Marquesado de Elche. La Sitiada Patrimonial fue una institución creada en el siglo XVI por la Casa de Maqueda, destinada a regir las posesiones y derechos señoriales que tenía la Casa Ducal en tierras valencianas, constituidas por el Marquesado de Elche  –Elche y Crevillente– y la baronía de Aspe. Posteriormente se incorporarían mediante compra las baronías de Planes y Patraix. La Sitiada Patrimonial perduró hasta mediados del siglo XVIII, siendo suprimida en 1751 por el duque Francisco Ponce de León.
            El intercambio de correspondencia entre Joaquín Ponce de León y Lancaster (1666-1729), -residente en Madrid- y sus subordinados a lo largo de los años 1712-1715, da cuenta de múltiples aspectos de la organización administrativa del patrimonio ducal: deudas de los vasallos, gestión de los pósitos de granos, ejercicio de la justicia señorial, composición de los bienes del patrimonio ducal, arrendamientos, incidentes con otras localidades, suplicas de los vasallos, apuros económicos para  abonar los impuestos exigidos por la Corona, etc. En la segunda década del siglo XVIII corrían tiempos difíciles para los pueblos del Marquesado y baronías agregadas. La guerra entre los pretendientes a la Sucesión de la Corona española tras la muerte de Carlos II persistía en Cataluña, y los pueblos del señorío valenciano de la Casa de Arcos estaban sometidos a constantes exigencias económicas por parte del  monarca Borbón. Estos impuestos denominados cuarteles, iban destinados a sufragar el mantenimiento de las tropas del rey Felipe V contra el pretendiente austrino,  hecho que  mantuvo a los municipios en un permanente estado de ahogo económico y  penuria de recursos durante varios años.
Iglesia de Ntra. Sra. de Belén de Crevillente
           En el corpus epistolar encontramos numerosos despachos expedidos por los Ayuntamientos y bailes de Crevillente, Aspe y Planes, dirigidos a la Junta y Sitiada Patrimonial del Marquesado de Elche, que dicha institución remitía a su vez a la secretaria del Duque en Madrid. Asimismo, hallamos varias cartas dando cuenta de un aparatoso incendio producido en la Sierra de Crevillente a primeros de julio de 1712, calcinándose buena parte del monte,  afectando a la Dehesa y ermita de San Cayetano.
Salvador Puig revela que el origen de la Dehesa y su ermitorio bajo la advocación de San Cayetano responden a una ferviente fundación de la Casa Señorial, y compila las declaraciones del presbítero Francisco Mas Mas[1]. El sacerdote refiere que la duquesa María Guadalupe acudió a Roma para presenciar la canonización del beato Cayetano, obtuvo  una imagen del nuevo santo, y tras su vuelta a España ordenó la construcción de una ermita en la Dehesa de la sierra de Crevillente durante el último tercio del siglo XVII, en cuyo santuario se ubicaría la imagen del venerado San Cayetano de Thiene.
El primer informe sobre el incendio desatado en la Sierra procede del baile crevillentino Carlos [E]spla comunicando el 10 de julio de 1712 a la Sitiada ilicitana, el lugar donde se había originado el fuego, dentro del paraje denominado Barranco de la Olivera de Crevillente. La causa de la ignición fue un horno de carbón mal apagado por descuido de un muchacho forastero,  que se pensaba residía en Aspe, y que se dio a la fuga al cerciorarse de la catástrofe provocada. Los rescoldos del horno se avivaron motivados por el intenso calor estival y el fuerte viento reinante, que propagaron las llamas con virulencia por toda la Sierra[2]. El 14 de julio, Pablo Fuentes -baile señorial de Aspe-, informaba  a la Sitiada ilicitana de los perjuicios ocasionados en su jurisdicción. El fuego se había extendido hacia la zona de Hondón de las Nieves, -por entonces término de Aspe-, carbonizando todo el bosque: “… Habrá sido notorio a Vmds. el motivo del incendio de la Sierra de Crevillente, habiendo sucedido en aquel término, omití notificarlo a Vds, aunque puedo asegurar que ha sido tan general por esta parte que no ha quedado pino por quemar…[3]
Picatxo o Pico de San Cayetano
Una vez notificado el siniestro al duque, Joaquín Ponce manifestó su enojo por el perjuicio provocado al Patrimonio Ducal y a los vecinos de  Crevillente. El fuego provocaba carencia de frutos y generaba esterilidad en los pastos y el arbolado del paraje. El duque hizo hincapié en que se agilizaran las diligencias por parte de los justicias de Crevillente y Aspe, a fin de localizar a los responsables. Al mismo tiempo manifestaba su asombro respecto a que el contador de la Sitiada no había comunicado el infortunio padecido al gobernador del Marquesado, dado el efusivo culto que la Casa de Arcos y Maqueda profesaba a San Cayetano, según manifiesta Joaquín Ponce: “Extraño que sabiendo el contador la gran devoción que tenemos todos a San Cayetano, y por esta se hizo la ermita de este Santo a expensas de la Hacienda, no se lo haya notificado al gobernador, y no hayan pasado al punto que tuvieron la noticia del fuego a aquella villa para dar las providencias necesarias, lo cual ejecutaron luego…[4] Las afirmaciones del duque ratifican la fundación de la ermita por iniciativa de la Casa Ducal. La piadosa devoción de los duques de Arcos a San Cayetano se constata en el inmediato sucesor al ducado, que recibió las aguas bautismales con el nombre de Joaquín Cayetano en 1710.
            El duque requirió la elaboración de un informe para poder notificar a su octogenaria madre, la duquesa María Guadalupe -impulsora del culto a San Cayetano-, los perjuicios ocasionados en la hacienda.  La Señoría dictaminó que toda la madera que había quedado en la Dehesa se pusiera bajo custodia, imponiendo multas a quien la extrajera o robase, y destinando el producto de su venta a la reedificación de la ermita de San Cayetano y a otros perjuicios causados por el fuego. Asimismo, enterado el duque de la pasividad evidenciada por el baile de Crevillente, que pudo haber atajado  los inicios del fuego enviando alguna cuadrilla de vecinos que sofocaran las llamas sin haberlo consumado. La Señoría ordenó la destitución del baile Joseph [E]spla, exhortando a la Sitiada para que le propusiera otro candidato. De igual modo encomendaba al Gobernador y al Contador del Marquesado que realizasen las indagaciones pertinentes para averiguar si dicho baile cesante había concedido licencia para fabricar carbón, y siendo cierto, se abrieran diligencias judiciales para encontrar a los culpables[5].
La Junta y Sitiada del Marquesado designó a Carlos Pérez como nuevo baile de Crevillente, que comenzaba a ejercer su empleo el 4 de agosto de 1712. El novel baile agradecía el nombramiento a los integrantes de la Sitiada y manifestaba haber comunicado su designación a la villa de Crevillente,  con la finalidad de que los vecinos prestaran el juramento  de obediencia acostumbrado. Al mismo tiempo, Pérez notificaba a la Sitiada que se había pregonado en la villa el bando emitido  por el gobernador del Marquesado, adjuntando una certificación  expedida por un escribano crevillentino. El bando prevenía  a la vecindad para que no intentara apropiarse de la madera existente en la Dehesa de San Cayetano bajo imposición de sanciones pecuniarias, el comunicado expresaba:

Don Guillermo Olives Gobernador General de la presente villa y Marquesado de Elche y de las baronías de Aspe, Planes y Patrax, hace saber y manda que ninguna persona de cualquier estado, condición que sea, así vecino como extraño de la villa de Crevillente no sea osado cortar, ni mandar cortar pino verde, seco o quemado, ni hacer de otra clase de árbol dentro de los límites de la Dehesa de San Cayetano, bajo la pena de veinticinco libras por cada vez que fuese hallado o concurrido, y para que ignorancia no sea alegada y venga a noticia de todos, se manda publicar el presente bando. Dado en la villa de Elche, a los tres días del mes de agosto de mil setecientos y doce años:
                                                                                              Don Guillermo Olives[6].

 Al mismo tiempo, el baile trasmitió las indicaciones emitidas por los carpinteros, que aconsejaban como más conveniente resolución, el efectuar el corte de la madera chamuscada y en buen estado, antes de que acabara de  secarse en el monte, a fin de que conservara mayor consistencia[7]
La Casa Ducal dio el beneplácito  al procedimiento proseguido por el gobernador del Marquesado en misiva remitida el 13 de agosto. El gobernador había depuesto de su empleo al baile Joseph Esplá y le había encarcelado en la prisión de Elche ante su negligente actuación, medida que debía servir para común escarmiento de los vecinos. A su vez, el duque Joaquín Ponce remitió el documento que designaba a Carlos Pérez como baile de Crevillente, reiterando sus disposiciones para que se mantuviera la custodia de las maderas depositadas en la Dehesa de San Cayetano, cuyo  beneficio estaba destinado a la recomposición de la ermita[8]. Desconocemos la cuantía de los daños producidos en el ermitorio de San Cayetano, pero su reconstrucción debió realizarse  con celeridad. Unos días después, Carlos Pérez notificaba a la Sitiada el volumen de madera aprovechable para uso en diversas edificaciones, que permanecía almacenada en la Dehesa de San Cayetano, compuesta por vigas y maderos de diversos tamaños:

MADERA ÚTIL EN LA DEHESA DE SAN CAYETANO
-        14  jácenas de entre 20 y 24 palmos.
-          8  cuarterones de 10 palmos y 8 cuarterones de 12 palmos (de 8 y 10 tablas)
-        191  revoltones de 14 y 15 palmos
-    120  vigas de falsa


Ermita de San Cayetano antes de su reconstrucción

           
El informe del maestro carpintero aseveraba que la madera indemne era de buena calidad y el trabajo de cortar, cuadrar, y limpiar los maderos supondría un coste aproximado de 150 reales, conviniendo en empezar las tareas al inicio de la luna menguante. El baile esperaba instrucciones de la Sitiada para proceder a sanear y acondicionar la madera[9].
            A principios de septiembre, Joaquín Ponce reiteraba su decisión de que permaneciera arrestado Joseph Esplá, y persistía en su pretensión para que prosiguieran las diligencias a fin de localizar y poder arrestar a los incendiarios de la Sierra, así como para  poder esclarecer la omisión de los funcionarios que no acudieron a sofocar el fuego en la Dehesa de San Cayetano[10]. El colector del marquesado y el baile de Crevillente visitaron la Dehesa el 21 de septiembre con el cometido de contabilizar la   madera cortada y en buen estado que se hallaba depositada en distintos parajes de la Dehesa:
Ø  En el Rach 7 revoltones
Ø  En el Agudo 107 revoltones y 28 de azotea
Ø  En el Colmenar 28 revoltones
Ø  En las Parricas 104 de cambra, 72 revoltones y 8 jacenicas,  sumando 190 revoltones, de ellos 132 valederos para azotea y 8 jácenas.

A su vez, relacionaba los pinos verdes no consumidos por el fuego: 300 pinos en las inmediaciones de la ermita entre pinos menudos y grandes, en el Rach 800 pinos, en el barranco y la entrada de la Edeca[11] (sic) 2.000 pinos, y en el Cocón 1.000 pinos, ascendiendo a un total de 4.100 pinos verdes de variado tamaño. Parte de la madera utilizable iba a convertirse en tablones encerados para emplearlos en la puerta de una almazara, y todos los maderos cortados hasta esos días se habían entregado a mosén Blas Martínez, capellán de San Cayetano, poniéndolos fuera de peligro[12]. A comienzos de octubre se liberó de la reclusión al destituido Joseph Esplá sin haberse podido esclarecer las circunstancias del siniestro. Tenemos evidencias de un incendio precedente sucedido en la Dehesa en el año 1693, a consecuencia de la estancia de unos pastores y sus ganados que eran propiedad de Carlos Caro Maza de Lizama. Éste indemnizó al ermitaño entregando 8 libras por los daños causados, afectando el fuego a una superficie reducida sin prender en la zona de monte alto[13].
Ermita de San Cayetano rehabilitada
Dentro de los capítulos fundacionales de la Dehesa,  su ermita y el culto al santo teatino, por mandato de la duquesa María Guadalupe, se  instituiría la figura del capellán de San Cayetano. El referido empleo correspondía a un presbítero que tendría a su cargo la administración de la finca, la conservación del santuario y el mantenimiento del culto al santo, percibiendo una retribución anual con cargo a las rentas señoriales. En el momento de  producirse el incendio, el capellán de San Cayetano era mosén Blas Martínez. El 4 de febrero de 1713, Mosén Blas Martínez notificó a la Sitiada Patrimonial, que la madera situada fuera de la casa de la Dehesa, -emplazada a la entrada del barranco-, padecía robos al no haberse podido transportar hasta la vivienda de la ermita por el elevado coste que suponía. Puso en conocimiento del baile crevillentino este inadecuado emplazamiento, como también que algunos vecinos de Albatera causaban daños en la Dehesa recolectando leña, y últimamente se llevaban las vigas para venderlas en Catral. El capellán trató de enmendar los hurtos escribiendo al baile de Albatera sin obtener respuesta, y presuponía que éste permitía estas acciones, ya que en fechas precedentes se extraían más de 30 cargas de leña para venderlas en Orihuela. Carlos Pérez justificó la conducta de los albaterenses, previniendo al capellán respecto a que los vecinos de Crevillente se valían del término de Albatera para hacer leña y por tanto, el uso del monte era recíproco para los vecinos de Albatera en el término de Crevillente. Si bien, el capellán Martínez aducía que en Crevillente la normativa señorial ordenaba salvaguardar la Dehesa y por tanto debía respetarse de igual modo por los habitantes de Albatera. Éstos, en un acto más de desacato, acudieron a la Dehesa en el día de la Purificación de la Virgen -día de la Candelaria-, acopiaron numerosas cargas de leña y perchas -maderos- ante la presencia del capellán, que no pudo persuadirles para que depusieran su actitud. Por ello, mosén Blas Martínez solicitaba la intermediación de la Sitiada a fin de remediar el asunto[14], si bien desconocemos la resolución adoptada.
El árbol que prevalecía en los bosques del término crevillentino era el pino. Su aprovechamiento maderero por los vecinos de Crevillente sería similar al de otros pueblos del Señorío. La Casa Señorial permitía a los vasallos la recolección de la madera seca del monte sin coste alguno. En caso de que tuvieran necesidad de cortar algún pino vivo para edificaciones u otros menesteres, era necesario obtener el permiso del baile de la villa. Del testimonio aportado por el capellán mosén Blas Martínez, deducimos un escaso poblamiento asentado en el entorno del santuario a comienzos del siglo XVIII, tal como señaló el profesor Vicente Gonzálvez Pérez, contradiciendo las afirmaciones sustentadas por Montesinos: “rodeada por numerosas casas de sujetos ricos de Elche y Crevillente[15]
Tras una lluviosa primavera en el año 1714, el presbítero Martínez avisaba a la Sitiada de los desperfectos ocasionados en la ermita de San Cayetano: “No puedo dejar de poner en consideración, de la ruina que se ha hecho en casa y habitación del Sr. Sn Cayetano, pues de las muchas aguas que ha habido, se ha caído la pared del corral y de dos cuartos, hasta ocho vigas se han quebrado, con que se halla con la precisa necesidad de componerse, y hallándose la ermita tan falta de medios y tan pocas limosnas, que al presente me hallo sin hermano que asista allí, porque el que había, por no poderse mantener ni vestir se ha ido…” A su vez, el capellán ponía en conocimiento de la Sitiada, que los ganaderos de Crevillente le habían formulado en multitud de ocasiones la posibilidad de entrar a pastar con sus ganados en la Dehesa, retribuyéndole con alguna limosna. Si bien, el capellán se había resistido, imponiendo como condición que se le proporcionase alguna porción de yeso para reedificar parte de lo derruido. Propuesta que había sido rechazada por los ganaderos. Por tanto, mosén Blas instaba a los componentes de la Sitiada a fin de que ordenasen al baile y alguacil de Crevillente el arrendamiento de la Dehesa bajo las condiciones que él solicitaba, o bien que enviasen un integrante de la Sitiada para dicho fin.[16]
Mediante las aserciones del mosén Blas Martínez deducimos que el capellán no habitaba en la ermita de San Cayetano, sino que debía residir en la villa. El santuario estaba encomendado a un fraile que moraba en las habitaciones anexas a la ermita, y que en ese año, ante la precaria obtención de recursos para poder subsistir y las dificultades económicas que concurrían, el ermitaño  había optado por marcharse. Distintos frailes se sucederían en calidad de moradores custodios del santuario como fray José Selva, que falleció el 8 de marzo de 1725 en la ermita de San Cayetano[17].
El 13 de octubre de 1714, el baile crevillentino consultó a la Sitiada  ilicitana una protesta remitida por mosén Blas Martínez. El presbítero denunciaba la introducción de un rebaño de cabras en la Dehesa de San Cayetano propiedad de Joseph Quesada, solicitando que se le aplicase la pena correspondiente. El baile excusaba el incidente, afirmando que si en alguna ocasión entraba algún hato de ganado en la finca, era con la finalidad de abrevar  en las fuentes de la Parricas o del Rach sin ocasionar daños, cuyos manantiales estaban emplazados en sendos extremos de la Dehesa, reportando la utilidad del estiércol que esparcían por el terreno. Según Pérez, la protesta venía motivada porque el capellán no percibía ningún donativo de los ganaderos, pues en el año anterior  los serranos habían permanecido en la Dehesa sin que el capellán Martínez manifestase reparos. Así como en la reciente primavera había otorgado su beneplácito a un ganadero crevillentino para acceder con sus ganados tras haber percibido 20 reales. Por dicho motivo, el baile solicitaba el dictamen de la institución ilicitana[18].
En 1715 se compusieron algunos desperfectos en la ermita, aunque no podemos precisar si fueron los generados por las lluvias de 1714. El antiguo baile de Aspe, Pablo Fuentes ejercía ahora  la bailía de Crevillente, el 10 de septiembre de 1715 remitió un escrito a la Sitiada notificando la entrega de 60 reales al capellán de San Cayetano. La cantidad  desembolsada correspondía a un pago fraccionado de las reparaciones acometidas en la ermita y casa de San Cayetano, y el baile esperaba nuevas órdenes para abonar la parte pendiente[19].
Panorámica de la Sierra de Crevillene con las cumbres del San Juri y La Vella
La superficie constituida por la Dehesa de San Cayetano se vio incrementada en 1733  tras aportar la Casa Señorial un lote de tierras de labor lindantes con la ermita. El duque Joaquín Cayetano, secundando las sugerencias de su esposa Teresa de Silva, estimó conveniente acrecentar la dotación fundacional que administraba el capellán de la ermita en pos de un mayor cuidado del santuario y asistencia de los devotos. En carta remitida por la Sitiada a los munícipes crevillentinos el día 8 de octubre, se expresan los dictados del duque: “...es muy conveniente agregarle alguna porción de tierras labrandías de las más inmediatas a la hermita, como lo son las de la partida de Catí, para que tenga la ayuda de costa del fruto de su labor...”. La Casa Ducal tenía constancia de una inminente venta de 30 tahúllas y ½  de tierra efectuada por Juan García en la partida de Catí a favor de Josep Reig, cuyo montante ascendía a 350 reales. El 26 de septiembre de 1733, el duque Joaquín Cayetano emitió un decreto ordenando la agregación de las 30 tahúllas y ½ a los terrenos de la ermita, que quedarían regentados por el capellán del oratorio designado en cada momento por la Casa Ducal, con la obligación de pagar al patrimonio un pecho anual de 6 reales y 6 dineros. Al flamante propietario, Joseph Reig se le manifestaría la voluntad de su Excelencia de adquirir le heredad, y si estaba conforme con la transacción, se expediría escritura de venta a favor del Duque, y recibiría los 325 reales al contado. En caso de que Reig rehusase la venta al Patrimonio, la Casa Señorial haría uso del derecho de tanteo o fadiga, que concedía a la Señoría la opción preferencial de compra sobre cualquier vecino, cuando algún vasallo enajenase propiedades. Al día siguiente 9 de octubre, se comunicó a la Sitiada que Reig había realizado la venta en favor del patrimonio y que se compraría un misal necesario para la ermita[20].
A mediados del siglo XVIII, la secretaría de Marina realizó una estimación de las masas forestales que albergaban los pueblos del Vinalopó. La finalidad era conocer los recursos y disponibilidad maderera para su previsible uso en la construcción de barcos. La masa forestal de Crevillente se evaluó en 52.468 árboles[21], volumen sensiblemente más reducido que las contabilizadas para Elche -524.220 árboles- o Aspe -738.143 árboles-, y que se concentraría fundamentalmente en la Sierra de Crevillente.
Tras un dilatado vacío documental, Salvador Puig recopila varias noticias en torno al capellán y santuario de San Cayetano en la segunda mitad del siglo XVIII.  En 1766, las rentas señoriales de la Casa de Arcos tenían consignada una retribución salarial al capellán de 821 reales de vellón y 7 maravedís. Asimismo, la correspondencia  evidencia un manifiesto deterioro de la ermita en 1767. El capellán de San Cayetano, Juan Bautista Alzamora eleva distintos ruegos al duque Antonio Ponce de León y a su administrador señorial Diego de Acuña, con la finalidad de obtener fondos para reparar los desperfectos. A la postre, el duque Antonio Ponce concedió 100 libras en calidad de limosna, más 150 libras por vía de crédito para la recomposición de la ermita[22].
El oratorio iniciaría su declive a partir de 1767, tras asumir don José Tormo las directrices del obispado de Orihuela, ordenando la clausura del santuario por motivos de execrable escándalo. En torno a 1770 la ermita se hallaba abandonada. No obstante,  la figura del capellán de San Cayetano se mantuvo en las asignaciones salariales del patrimonio señorial, trasladando el culto a una capilla emplazada en la iglesia parroquial. En marzo de 1772 el capellán era mosén Joan Pastor: “… le ha consignado su excelencia al año cien pesos de 15 reales vellón por capellán de San Cayetano, con la precisa obligación de auxiliar a los moribundos de las cuevas y celebrar misa todos los días de fiesta en la capilla de San Cayetano por intención del Duque mi señor…” Pese al cierre de la ermita, el aprovechamiento económico de la Dehesa persistiría orientado a la producción apícola, ganadera y forestal. El 30 de mayo de 1771 el duque nombró guarda de la Dehesa de San Cayetano a Francisco Hurtado, asignándole un estipendio diario de 1 real de plata, el usufructo de una pequeña huerta que había junto a la ermita y una parte proporcional de los ingresos obtenidos por las denuncias realizadas. El 21 de agosto de 1772 había sido depuesto y el duque designó como nuevo vigilante a Joseph Lledó de Pastor con idénticas percepciones[23]. A mediados del siglo XIX, La Dehesa estaba comprendida por una extensión montuosa de 276 tahúllas y 4 octavas, en su gran mayoría conformada por lomas y peñascos con una función ganadero-forestal.
Para conocer la posterior reedificación del Santuario  bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Luz y su abandono definitivo en el siglo XIX remito a los trabajos de Vicente Gonzálvez Pérez y Salvador Puig Fuentes[24].
Deseo expresar mi agradecimiento a Salvador Puig Fuentes por el material facilitado para la elaboración de este artículo y a José Prieto Durán por las fotos de la Sierra.


                                                                   Gonzalo Martínez Español

NOTAS.

[1] PUIG FUENTES, S., 1998: «San Cayetano y su ermita». Semana Santa de Crevillente.
[2] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra. DIVERSOS-COLECCIONES, 171, 1. Carta del baile de Crevillente a la Sitiada. Crevillente, 10 de julio de 1712, fol. 149-150.
[3] Ídem, Carta del Baile de Aspe a la Sitiada, Aspe, 14 de julio de 1712, fol. 145.
[4] Ídem, Carta del duque a la Sitiada. Madrid, 23 de julio de 1712,  fol. 160.
[5] Ídem, fol. 161.
[6] Ídem, Bando emitido por el Gobernador del Marquesado. Elche, 3 de agosto de 1712, fol. 209.
[7] Ídem, Carta del baile de Crevillente a la Sitiada. Crevillente, 4 de agosto de 1712, fol. 207.
[8] Ídem, Carta del duque a la Sitiada. Madrid, 13 de agosto de 1712, fol. 172.
[9] Ídem, Carta del baile de Crevillente a la Sitiada. Crevillente, 17 de agosto de 1712, fol. 169-170.
[10] Ídem, Carta del duque a la Sitiada. Madrid, 3 de septiembre de 1712, fol. 192.
[11] Probablemente quiera decir  la Dehesa
[12] Ídem, Carta del baile de Crevillente a la Sitiada. Crevillente, 3 de octubre de 1712, fol. 204.
[13] PUIG FUENTES, Salvador,  opus. cit.
[14] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra…, Carta del capellán de San Cayetano a la Sitiada Patrimonial, 4 de febrero de 1713, fol. 265.
[15] GONZÁLVEZ PÉREZ, V., 1968: « El Santuario de San Cayetano». Semana Santa de Crevillente, s/p.
[16] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra…, Carta del capellán de San Cayetano a la Sitiada Patrimonial, 18 de junio de 1714. fol.  576.
[17] PUIG FUENTES, S.,  opus. cit.
[18] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra…, Carta del baile de Crevillente a la Sitiada. Crevillente, 13 de octubre de 1714, fol. 477.
[19] Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra. DIVERSOS-COLECCIONES, 173, 1. Carta del Baile de Crevillente a la Sitiada Patrimonial. Crevillente, 10 de septiembre de 1715, fol. 113.
[20] Archivo Municipal de Elche. Legajo 127 A  2. Correspondencia de la Sitiada Patrimonial 1733, fol. 139-144 y fol. 146.
[21] OJEDA NIETO, J., 2007: «Árboles y montes del Vinalopó y L´Alacantí a mediados del siglo XVIII». Revista del Vinalopó 10, p. 192.
[22] PUIG FUENTES, S.,  opus. cit.
[23] Archivo Histórico Municipal de Elche. Legajo H-328 nº 17. Notas del nombramiento y de los salarios de un alguacil, guardas, capellán de la Dehesa de San Cayetano y un vicario. 1771-1772.
[24] PUIG FUENTES, S., opus. cit.; GONZÁLVEZ PÉREZ, V. opus. cit.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

                  UNA CRECIDA DEL VINALOPÓ QUE OCASIONÓ VÍCTIMAS EL 12-09-1897             Durante los meses de septiembre y octubre en nues...