COPLILLAS PICANTES
Publicado en la revista El Último Jueves nº 10, 2006
El evidente
progreso económico, social y político que se ha generado en la sociedad
española durante el último medio siglo, ha desencadenado múltiples cambios en
el modo de vida de los españoles. En el campo de las relaciones de pareja, se
han experimentado notables transformaciones sociales, alcanzado unos niveles de
apertura y permisividad que eran inconcebibles para nuestros abuelos.
Si
retrocedemos cinco décadas atrás, todavía era patente el peso de una rígida
moral costumbrista, bastante más permisible con el hombre que con la mujer. La
tradición familiar imponía a las chicas un código de comportamiento más
estricto en las relaciones sentimentales. Ellas estaban obligadas a
salvaguardar su integridad femenina para llegar doncellas al matrimonio.
La fase de
noviazgo estaba sujeta a un estricto control por parte de los progenitores, los
novios no debían permanecer a solas, teniendo que estar acompañados en todo
momento por alguna persona que gozara de confianza en la familia, la
acompañante, que normalmente era una fémina, podía ser un pariente, alguna
amiga de la chica –conocida como “la escopeta”– que se adhería a los
novios cuando éstos salían a pasear o acudían al cine u otro espectáculo, y que permanecía con ellos hasta
que la novia regresara a su casa, o la tradicional mujer casada que
controlaba a las parejas en cualquier tipo de celebración, como ocurría en la
jornada campestre del día de la
Jira , etc. Ésta constante vigilancia se sustentaba en el
difundido dicho: Evita la ocasión y evitarás el peligro.
Las
muchachas aspenses eran educadas y aleccionadas para que mantuvieran a raya a
sus impetuosos novios, por lo que no les debían permitir muestras físicas de
cariño, ya que podían desencadenar en problemas mayores. La advertencia más
usual era la expresión popular que las madres aspenses decían a sus hijas:
Los besos y
los abrazos
no hacen
mañacos
pero tocan a
vísperas.
Pese
a la castidad y sobriedad que se promulgaba desde los estamentos civiles y
religiosos, y que a su vez era reforzado en el ámbito familiar, de vez en
cuando ocurrían deslices entre novios, infidelidades tanto en casados como en
prometidos, conductas licenciosas, etc, que eran comidilla y comentario en todo
el pueblo. Algunos de estos hechos, eran reflejados en coplillas populares que
circulaban de boca en boca.
A su vez, en
las reuniones de amigos, centros de trabajo, etc., se transmitían coplas con
diferentes contenidos, algunas de ellas de contenido pícaro e irónico, que
contribuían a distender y añadir un tono de humor a la convivencia en grupo.
Seguidamente refiero algunas coplillas picantes, que he podido recopilar de
nuestros mayores rememorando su sobria
juventud.
En nuestros
días, algunas letras pueden resultar algo ingenuas, pero obviamente las circunstancias pasadas eran distintas. Por
ejemplo, la visión de una prenda interior femenina como el cubrecorsé o una
liga, normalmente imperceptibles para la percepción ordinaria, daban pie a componer
una estrofa o cancioncilla, a veces revestida con tonos de humor. Quizá alguna
de estas letras esté inspirada en un cuplé de la época:
Al pasar el puente
te vi la liga
no te sofoques aunque te lo diga
que al pasar el puente la liga te vi.
Jesús, mamá
y a mi novia le he visto
ayer
el cu–cu–cubrecorsé,
y a la luz, a la luz, a la luz de la vela
he
notao
que lo tiene, que lo tiene,
que lo tiene muy estropeao.
El ambiente
de oscuridad que requería el cine, propiciaba un nuevo campo de posibilidades a
los novios, permitiéndoles hacer manitas
cuando el acomodador no les vigilaba. Durante la posguerra, llegó a darse en
Aspe la circunstancia de imponer multas en el cine a algún atrevido novio,
advertido de que no tuviera el brazo pasado por encima de los hombros de su
novia, llegándose a detener la proyección
y encendiéndose las luces de la sala, para llamarle a la atención. En una
tonadilla, los valentines apuntaban con sarcasmo, las nuevas posibilidades que creaba el ambiente cinematográfico:
Ay sanduga, sanduga,
sandunga lo que te quiero
sandunga no seas ingrata
sandunga por ti me muero.
En la oscuridad del cine
oí una voz que decía
estate quieto Manolo
que tienes las manos frías.
Otras
coplillas hacen referencia a la impaciencia
por yacer juntos, o los deseos
del disfrute sensorial:
No
sé cuando llegará
el
día o la noche
que
a los pies de tu cama
me
desabroche.
Corazón sin trampa
cuerpo sin arruga
quien te pudiera pillar
bajo
la cepa de una uva.
Existían
composiciones que en un tono pícaro y sutil, hacían referencia a ciertas partes
íntimas del cuerpo femenino:
Tengo una cosa en mi cuerpo
que aún no te la he ensañao
pero cuando te la enseñe
te vas a quedar chiflao.
¿Son las medias?, te equivocas
¿Son las ligas?, te has equivocao,
un poquito más arriba
ahora si que
has acertao.
Se
aprovechaban circunstancias como eran las fiestas en que se sacaba la vaca o el
acompañamiento a las novias para cumplir ofrendas, para así poder tener algún
tipo de contacto entre los novios. Como ejemplo, los quintos que sirvieron en
los años inmediatos a la posguerra, llegaron a realizar un servicio militar muy
prolongado permaneciendo durante varios años en activo, estando ausentes de
Aspe durante largos períodos. Cuando venían de permiso, tenían pocas ocasiones
para poder abrazar o besar a sus novias, y
aprovechaban cualquier circunstancia:
En Aspe hay muchos mozos
que
llevan siete años sirviendo
defendiendo a la nación
callando y obedeciendo.
Cuando venimos de permiso
las pobres novias
tienen ofrendas
de ir a la Santa Cruz
o a la Cruz de Orihuela.
Van a misa, van al rosario
van a la misa mayor
y vamos hasta la ermita.
Cuando salimos hay poca luz
cada cual nos apretamos
y como luces no tenemos
cogemos lo que podemos.
Cuando sacan por la noche la vaca
nos vamos todos a torear
otros se van al huerto del bomba
con algunas damas a pasear...
(El huerto
del bomba estaba situado detrás del teatro Wagner)
Alguna
letrilla refiere a los momentos de intimidad que la persona anhelada estaba
disfrutando con otro acompañante:
Anoche
pasé por tu puerta
y vi la luz encendida,
oí que suspirabas
y oí que gemías.
¿Qué te pasaba vida mía?
¿Qué tanto estabas suspirando?
¿O te estaban dando gusto
o te estaban apretando?.
Me fui con la cabeza para abajo
sin parar de pensar
que estará esta nena haciendo
si dentro tiene un galán.
El cambio
social realizado en nuestros días, posibilita unas relaciones de pareja con múltiples modalidades, estas innovaciones
resultarían incomprensibles para la mentalidad
de nuestros antepasados, pero es el lógico progreso social que debe de
equiparar la libertad e independencia de
la mujer con la masculina a todos los niveles.
Gonzalo Martínez Español
No hay comentarios:
Publicar un comentario