martes, 24 de marzo de 2020


 COPLILLAS   PICANTES

Publicado en la revista El Último Jueves nº 10, 2006

El evidente progreso económico, social y político que se ha generado en la sociedad española durante el último medio siglo, ha desencadenado múltiples cambios en el modo de vida de los españoles. En el campo de las relaciones de pareja, se han experimentado notables transformaciones sociales, alcanzado unos niveles de apertura y permisividad que eran inconcebibles para nuestros abuelos.
Si retrocedemos cinco décadas atrás, todavía era patente el peso de una rígida moral costumbrista, bastante más permisible con el hombre que con la mujer. La tradición familiar imponía a las chicas un código de comportamiento más estricto en las relaciones sentimentales. Ellas estaban obligadas a salvaguardar su integridad femenina para llegar doncellas al matrimonio.
La fase de noviazgo estaba sujeta a un estricto control por parte de los progenitores, los novios no debían permanecer a solas, teniendo que estar acompañados en todo momento por alguna persona que gozara de confianza en la familia, la acompañante, que normalmente era una fémina, podía ser un pariente, alguna amiga de la chica –conocida como “la escopeta”– que se adhería a los novios cuando éstos salían a pasear o acudían al cine u otro  espectáculo, y que permanecía con ellos hasta que la novia regresara a su casa, o la tradicional mujer casada que controlaba a las parejas en cualquier tipo de celebración, como ocurría en la jornada campestre del día de la Jira, etc. Ésta constante vigilancia se sustentaba en el difundido dicho: Evita la ocasión y evitarás el peligro.
Las muchachas aspenses eran educadas y aleccionadas para que mantuvieran a raya a sus impetuosos novios, por lo que no les debían permitir muestras físicas de cariño, ya que podían desencadenar en problemas mayores. La advertencia más usual era la expresión popular que las madres aspenses decían a sus hijas:

               Los besos y los abrazos
               no hacen mañacos
               pero tocan a vísperas.

            Pese a la castidad y sobriedad que se promulgaba desde los estamentos civiles y religiosos, y que a su vez era reforzado en el ámbito familiar, de vez en cuando ocurrían deslices entre novios, infidelidades tanto en casados como en prometidos, conductas licenciosas, etc, que eran comidilla y comentario en todo el pueblo. Algunos de estos hechos, eran reflejados en coplillas populares que circulaban de boca en boca.
A su vez, en las reuniones de amigos, centros de trabajo, etc., se transmitían coplas con diferentes contenidos, algunas de ellas de contenido pícaro e irónico, que contribuían a distender y añadir un tono de humor a la convivencia en grupo. Seguidamente refiero algunas coplillas picantes, que he podido recopilar de nuestros mayores rememorando su  sobria juventud.
En nuestros días, algunas letras pueden resultar algo ingenuas, pero obviamente las  circunstancias pasadas eran distintas. Por ejemplo, la visión de una prenda interior femenina como el cubrecorsé o una liga, normalmente imperceptibles para la percepción ordinaria, daban pie a componer una estrofa o cancioncilla, a veces revestida con tonos de humor. Quizá alguna de estas letras esté inspirada en un cuplé de la  época:

                         Al pasar el puente te vi la liga                                 
                         no te sofoques aunque te lo diga         
                         que al pasar el puente la liga te vi.   

                        Jesús, mamá   
y a mi novia le he visto  ayer
 el cu–cu–cubrecorsé,
                         y a la luz, a la luz, a la luz de la vela
                         he notao
               que lo tiene, que lo tiene,
               que lo tiene muy estropeao.

El ambiente de oscuridad que requería el cine, propiciaba un nuevo campo de posibilidades a los novios, permitiéndoles  hacer manitas cuando el acomodador no les vigilaba. Durante la posguerra, llegó a darse en Aspe la circunstancia de imponer multas en el cine a algún atrevido novio, advertido de que no tuviera el brazo pasado por encima de los hombros de su novia, llegándose  a detener la proyección y encendiéndose las luces de la sala, para llamarle a la atención. En una tonadilla, los valentines apuntaban con sarcasmo, las nuevas posibilidades  que creaba el ambiente cinematográfico:
             
Ay sanduga, sanduga,
sandunga lo que te quiero
sandunga no seas ingrata
sandunga por ti me muero.
En la oscuridad del cine
oí una voz que decía
estate quieto Manolo
que tienes las manos frías.

           
Otras coplillas hacen referencia a la impaciencia  por yacer juntos, o los deseos  del disfrute sensorial:

                        No sé cuando llegará                        
                        el día o la noche                                
                        que a los pies de tu cama                  
                        me desabroche.
                       
                       Corazón sin trampa
cuerpo sin arruga
                       quien te pudiera pillar
                       bajo la cepa de una uva.

            Existían composiciones que en un tono pícaro y sutil, hacían referencia a ciertas partes íntimas del cuerpo femenino:
                                  
Tengo una cosa en mi cuerpo
que aún no te la he ensañao
pero cuando te la enseñe
te vas a quedar chiflao.
¿Son las medias?, te equivocas
¿Son las ligas?, te has equivocao,
un poquito más arriba
ahora si que has acertao.

            Se aprovechaban circunstancias como eran las fiestas en que se sacaba la vaca o el acompañamiento a las novias para cumplir ofrendas, para así poder tener algún tipo de contacto entre los novios. Como ejemplo, los quintos que sirvieron en los años inmediatos a la posguerra, llegaron a realizar un servicio militar muy prolongado permaneciendo durante varios años en activo, estando ausentes de Aspe durante largos períodos. Cuando venían de permiso, tenían pocas ocasiones para poder abrazar o besar a sus novias, y  aprovechaban cualquier circunstancia:

            En Aspe hay muchos mozos                                                               
            que llevan siete años sirviendo                    
                        defendiendo a la nación                               
                        callando y obedeciendo.                               
                        Cuando venimos de permiso                        
                        las pobres novias                                           
tienen ofrendas
                        de ir a la Santa Cruz
                        o a la Cruz de Orihuela.
                        Van a misa, van al rosario
                        van a la misa mayor
                        y vamos hasta la ermita.
                        Cuando salimos hay poca luz
                        cada cual nos apretamos
                        y como luces no tenemos
                        cogemos lo que podemos.

Cuando sacan por la noche la vaca
nos vamos todos a torear
otros se van al huerto del bomba
con algunas damas a pasear...
(El huerto del bomba estaba situado detrás del teatro Wagner)

            Alguna letrilla refiere a los momentos de intimidad que la persona anhelada estaba disfrutando con otro acompañante:

                       Anoche pasé por tu puerta    
                       y vi la luz encendida,
oí que suspirabas
y oí que gemías.
¿Qué te pasaba vida mía?
¿Qué tanto estabas suspirando?
¿O te estaban dando gusto
o te estaban apretando?.
Me fui con la cabeza para abajo
sin parar de pensar
que estará esta nena haciendo
si dentro tiene un galán.

El cambio social realizado en nuestros días, posibilita unas relaciones de pareja  con múltiples modalidades, estas innovaciones resultarían incomprensibles para la mentalidad  de nuestros antepasados, pero es el lógico progreso social que debe de equiparar la libertad  e independencia de la mujer con la masculina a todos los niveles.
                                                          

Gonzalo Martínez Español

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