martes, 24 de marzo de 2020

LAS   COPLAS   DE   LA   ERA.

Publicado en la revista de El Último Jueves nº 9, 2005

Foto Blog imágenes de Lucena. Trabajos de la Era

          
 Tras las labores de la siega, el cultivo tradicional de cereales concluía con la trilla,  constituida por una serie de actividades que se realizaban en la “era”  destinadas a  separar los granos de cereal de sus tallos y espigas.
        De nuevo, acudo a Manuel Asensi Torres, conocido como “Manolico el de la Pedrusca”, para que nos relate las vivencias de su infancia y juventud, rememorando una  forma de vida y de trabajo ya extinguido. Con su portentosa memoria, Manuel describe minuciosamente todo el proceso de la trilla, incluyendo algunas canciones que entonaban los muleros, para que no decayera el ritmo de trabajo de las mulas al discurrir por la era tirando del rulo y trillo.
 A mediados del mes de Julio comenzaba la siega del cereal. En Aspe fundamentalmente se sembraba  trigo, cebada y avena. En el regadío la mies se segaba con la corvilla  u hoz, protegiendo los tres dedos inferiores de la mano izquierda con una especie de guante de madera denominado zoqueta. En el secano, era usual sembrar la tierra preparando gruesos surcos en el bancal, denominados chambergas, y llegado el tiempo de  sazón, se recolectaba frecuentemente tirando con las manos de la planta para arrancarla del suelo.
Se dejaba que transcurrieran unos días para que el cereal se solease en el bancal, después la mies era recogida y atada con unas sogas de esparto llamadas lías formando haces o garbas. Éstas se apilaban formando montones de 10 garbas, llamados caballones. Una vez terminado de garbear, había que transportar la cosecha a la era mediante el carro y las caballerías. La capacidad del carro se modificaba para permitir mayor volumen de carga, insertándose tres punteros de madera en los dos costados o varales del  carro. Completada la carga, las garbas se sujetaban al carro mediante una cuerda llamada bellota, que estaba confeccionada formando una especie de anillos, y tras enclavarse por los costados del carro, se volvía a introducir sobre sí misma tensándola, para presionar las garbas con mayor fuerza sobre el carruaje.
            Los pequeños propietarios como en el caso de la familia de Manuel, no tenían era propia y acudían a las eras de uso público existentes en Aspe a mediados de la década de 1940, Por el volumen de su cosecha solían emplear 7 u 8 días en la trilla. Manuel recuerda la ubicación de alguna de ellas:

-     La era del tío Coquero, emplazada donde tiene el negocio de neumáticos Valdivino, frente a la gasolinera de la carretera de Novelda.
-    La era de Moñigo o Potargo, enfrente del almacén de materiales de construcción del Mundo.
-      La era de Pepe Pencho, próxima al colegio del Castillo.
-      La era de Daniel y Julio el Cherro, cercana al actual Tanatorio.

           Las grandes fincas poseían eras propias como dotación inherente a sus explotaciones, tal  como ocurría en la casa Percebal, la casa Areco, Ventura, Luis Canales, la casa del Rabosero, los pinos de Chavito, Pepe Rusa, el Cisco, la Casa de la Coca, Santiago Sevilla, etc.
Para empezar a trillar, el primer paso era concertar con el dueño de la era o erero la vez o turno que le correspondía para hacer uso de la era, fijando unas fechas concretas, y también para que el erero asignase un lugar contiguo a la era, donde el agricultor pudiera descargar la mies y formar su propio montón o garbera, en el que figuraba el nombre del propietario del grano, para así evitar posibles equivocaciones con otros usuarios. A partir del 20 de Julio comenzaban las tareas de la trilla y en ocasiones se prolongaban durante todo el mes de Agosto y parte de Septiembre.
Al despuntar el día comenzaban los trabajos de la trilla. La primera tarea consistía en sesgar las cuerdas o sogajos que componían las garbas, y extender la parva sobre la era. Seguidamente mulero y caballería iniciaban su cometido, que consistía en rotar sobre la era pasando el rulo sobre la mies extendida para desgranar las espigas. El rulo era una piedra esculpida que presentaba forma tronco-cónica en sus dos variantes  – en Aspe ruldón redondo que era liso y ruldón de esquinas que tenía forma estrellada – . Con frecuencia, el rulo llevaba acoplado el trillo en la parte posterior, constituido por un tablero de madera de forma cuadrangular, que en su faz interior tenía incrustados fragmentos de piedra de sílex  -en Aspe piedras de lumbre- o también dientes de sierra, que cortaban el tallo del cereal configurando la paja. En algunos casos, el trillador primero prefería pasar el rulo y después el trillo.
Frecuentemente se azuzaba a las mulas con el látigo para que apresuran el paso a  ritmo de trote y disolvieran con mayor celeridad las garbas. Posteriormente se daba la vuelta a la parva con las horcas  – aventaeras en Aspe- para deshacer  y cortar la mies que había quedado debajo.
Al iniciar su trabajo, los muleros comenzaban a entonar canciones, símbolo de que las mulas estaban trabajando en las eras. Cuando las eras estaban próximas, se daba el caso de que algún mulero empezaba a cantar antes de tener enganchadas  las acémilas a sus aperos, dando a entender que estaba en el tajo antes que sus compañeros de oficio. Las canciones cumplían la finalidad de incentivar el trabajo de las mulas al pasar el rulo, pues cuando disminuía el ritmo de trabajo, el erero prorrumpía voces al mulero exclamando: ¡Que te estás durmiendo igual que la mula, espabila!. Con la consiguiente reacción del mulero profiriendo algunos improperios a la acémila, para que elevara el compás de trabajo.
En las canciones predominaba la temática de carácter sentimental, amores, despechos, etc. También se entonaban algunas melodías que estaban en el candelero nacional en ese momento, como la “Pachi misteriosa”, llegando a surgir piques entre los muleros de eras cercanas, dándose la réplica unos a otros  en la entonación de las coplillas. Algunas canciones de la era que Manuel recuerda son las siguientes:

                           I                                                           
            En fin hermosa deidad 
            bello serafín del cielo                                    
            dale a mi pena consuelo                                
            y ven a ver la verdad                                     
te adoro con realidad                                     
aunque mi amor no regoce                            
deja que del tuyo goce                                  
aunque me muera al momento                       
te llevo en el pensamiento                             
desde la una a las doce.                                       

             II
Una noche en que la luna
me daba su luz tan bella
guiado por una estrella
que ilumina mi fortuna
sin esperanza ninguna
en el cementerio entré
una dalia coloqué
en prueba del amor mío
donde están los restos fríos
de la mujer que yo amé.

              III                                                               
Muchas veces pasaré                                     
por donde tu puedas verme                           
no será para ofrecerme                                  
una mirada lo sé.                                           
Con asombro miraré                                      
a otro galán festearte                                     
al lado de ti postrarse                                    
y hablarte con frenesí,                                   
triste será para mí                                          
verte y no poder hablarte.                              

             IV
Vino un pintor del Oriente
a retratar tu persona
y a ponerte una corona
del oro más reluciente
al ver tu brillante frente
y tus ojos vida mía.
Eres tu mi idolatría
contigo no hay quien se iguale
eres el sol cuando sale
al amanecer el día.

   V                                                                    
            Aquel Cristóbal Colón                                  
que su nombre nadie ignora                          
un día llego la hora                                       
que a España dio a comprender                     
con pruebas nos dio a entender                     
que una calumnia existía                               
se puso a firmar un día                                  
y al final logro su intento                              
también firmó en su talento                           
que tenía que ser vendida.                             

                           VI
Sale el sol por la mañana
            y raya en el firmamento
y se oye en el campamento
fuertes toques de diana.
Salió la tropa cubana
formando gran compañía
y salió el jefe de día
pasando lista o regente
yo le respondí presente
pensando en ti vida mía.

   VII
             Lloran los niños de pecho          
             si el alimento les falta                      
             llora el Obispo y el Papa      
             teniendo tantos primores.     
            No ha nacido quien no llore  
            de tormento o alegría.            
             Lloró la Virgen María                      
             cuando a su hijo perdió                    
             ¿Y no llora esta nación                      
             yendo peor cada día?.  (Esta copla también era recitada por los Valentines)
             
La jornada laboral se desarrollaba entre la salida y la puesta del sol. El sueldo ordinario que por estos años cobraba una persona labrando o trillando con la mula, solía oscilar entre 20 y 25 pesetas al día, incluido el coste de la caballería.
            El dueño de la era percibía una cantidad por ceder el uso de la misma. Normalmente el mulero era asalariado del dueño de la era. El agricultor que poseía mula propia la aportaba para la trilla, obteniendo una rebaja en el uso de la era. El agricultor no  propietario de caballerías, generalmente cedía la paja en beneficio del dueño de la era, dándose a menudo la circunstancia de “trillar por la paja” sin tener que abonar ninguna cantidad monetaria cuando  el volumen de la paja era suficiente para el pago.
            El rulo y trillo se solían pasar alrededor de cuatro horas para que la paja quedase bien cortada y el trigo desgranado. Inmediatamente, se acoplaba una tabla a la mula, que portaba un mango en su parte superior, y que permitía amontonar la cosecha en el centro de la era formando un montón o caballón. De seguida se comenzaba a despajar el grano, aventando al aire con las horcas, aprovechando la brisa que venía de cara, quedando buena parte de la paja separada del grano. Todavía quedaba una porción de paja de dimensiones reducidas, denominada pajuz  –en Aspe pajus–, que debía ser eliminada aventando el trigo con unas palas e imprimiendo un giro con el brazo para que se separara el pajuz del grano. Tras el paleado, venía el último proceso para la pulcritud total del grano, utilizándose la criba  y el garbillo.
            Tras estar aventado el grano, todavía quedaban partes de las espigas mezcladas con el trigo conocidas como granzas. Para su limpieza se utilizaba la criba -en Aspe griba-, que era un objeto de forma circular rematada en su parte inferior por una rejilla. La griba quedaba suspendida a más de un metro sobre el suelo, sujeta por un costado a la horca o a dos puntales de madera y por el otro lado era asida por el agricultor. Se vertía  trigo u otro cereal sobre ella y el agricultor la sacudía, de manera que el trigo y el pajus caían al suelo, llevándose la brisa el pajus un poco más lejos que el grano, y quedando las granzas en la parte superior de la criba.
            Después se volvía a pasar el grano por el garbillo  -en Aspe arner­­o- que era un instrumento muy parecido a la criba pero más pequeño y con el rejilla más cerrada, que al verter el grano quedaba éste sobre la superficie del garbillo cayendo al suelo únicamente el polvo que todavía quedaba mezclado con el grano. Las granzas se recogían en un capazo y al mismo tiempo que una persona trabajaba en la era, otra estaba a la sombra deshaciendo las granzas, llegando a confeccionar un refrán popular que decía: Mientras se descansa se pican las gransas.
            Ultimada la total limpieza del grano, el trigo se almacenaba en sacos de yute o esparto y se transportaba al domicilio del agricultor. Manuel estima que por un día de trabajo con una mula, se podía obtener unos 400 kilos de trigo. La noche era el momento propicio para acarrear la paja a las estancias de los agricultores por dos motivos fundamentales:
 - La circulación de vehículos y carros disminuía sensiblemente.
 - La paja picaba menos de noche, ocasionando menos molestias a los vecinos, ya que si soplaba una ligera brisa la paja se volaba, siendo especialmente molesto el pajuz por los intensos picores que producía en la piel.
Cargada la paja en los carros, se cubría con unas cuerdas entrelazadas a modo de red denominadas jabegones, conduciéndose hasta las casas o establos de los agricultores.
            La era debía quedar expedita para iniciar las labores al día siguiente. Si al finalizar la jornada, la parva quedaba extendida en la era, entre los usuarios corrían las bromas y comentarios jocosos, exclamando la típica frase: “ te se ha quedao el muerto” , hecho que afectaba a la moral del propietario, ya que la jornada laboral debía concluirse con la era limpia. Si se producía alguna tormenta de verano había que esperar a que secara la mies y no se extendía la parva, pues no se podía trillar con la  mies húmeda, ya que el grano se pegaba a la paja.
En su evocación, Manuel recuerda que las labores de la trilla estuvieron vigentes en Aspe hasta  el año 1953 poco más o menos. La sociedad de labradores adquirió en ese año una máquina trilladora que funcionó  hasta 1959 aproximadamente, instalada en la carretera de Aspe a Novelda, donde hoy se ubican los talleres de la Ford. Al frente de la máquina estaba un tractorista, llamado Luis Calatayud Galvañ, conocido como Luis el de los tractores, persona que tenía el trabajo de la máquina trilladora muy bien organizado.
            Al aflorar nuevas aguas de riego en 1959, las tierras de secano se transformaron en nuevos regadíos, dejándose de sembrar cereales y orientándose hacia el cultivo especializado de la uva de mesa.
            Reitero mi agradecimiento a Manuel Asensi Torres, verdadero artífice de este artículo, al que el firmante únicamente ha dado redacción.

                                                                                                         Gonzalo Martínez Español

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