LAS COPLAS
DE LA ERA.
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Foto Blog imágenes de Lucena. Trabajos de la Era |
Tras las labores de la siega, el cultivo tradicional de cereales concluía con la trilla, constituida por una serie de actividades que se realizaban en la “era” destinadas a separar los granos de cereal de sus tallos y espigas.
De nuevo, acudo a Manuel Asensi
Torres, conocido como “Manolico el de la Pedrusca ”, para que nos relate las vivencias de
su infancia y juventud, rememorando una
forma de vida y de trabajo ya extinguido. Con su portentosa memoria,
Manuel describe minuciosamente todo el proceso de la trilla, incluyendo algunas
canciones que entonaban los muleros, para que no decayera el ritmo de trabajo
de las mulas al discurrir por la era tirando del rulo y trillo.
A mediados del mes de Julio comenzaba la siega
del cereal. En Aspe fundamentalmente se sembraba trigo, cebada y avena. En el regadío la mies
se segaba con la corvilla u hoz,
protegiendo los tres dedos inferiores de la mano izquierda con una especie de
guante de madera denominado zoqueta. En el secano, era usual
sembrar la tierra preparando gruesos surcos en el bancal, denominados chambergas,
y llegado el tiempo de sazón, se
recolectaba frecuentemente tirando con las manos de la planta para arrancarla
del suelo.
Se dejaba que
transcurrieran unos días para que el cereal se solease en el bancal, después la
mies era recogida y atada con unas sogas de esparto llamadas lías
formando haces o garbas. Éstas se apilaban formando montones de 10
garbas, llamados caballones. Una vez terminado de garbear, había que
transportar la cosecha a la era mediante el carro y las caballerías. La
capacidad del carro se modificaba para permitir mayor volumen de carga,
insertándose tres punteros de madera en los dos costados o varales
del carro. Completada la carga, las
garbas se sujetaban al carro mediante una cuerda llamada bellota, que
estaba confeccionada formando una especie de anillos, y tras enclavarse por los
costados del carro, se volvía a introducir sobre sí misma tensándola, para
presionar las garbas con mayor fuerza sobre el carruaje.
Los
pequeños propietarios como en el caso de la familia de Manuel, no tenían era
propia y acudían a las eras de uso público existentes en Aspe a mediados de la
década de 1940, Por el volumen de su cosecha solían emplear 7 u 8 días en la
trilla. Manuel recuerda la ubicación de alguna de ellas:
- La era del tío Coquero, emplazada donde tiene el
negocio de neumáticos Valdivino, frente a la gasolinera de la carretera de
Novelda.
- La era de Moñigo o Potargo, enfrente del almacén de
materiales de construcción del Mundo.
- La era de Pepe Pencho, próxima al colegio del
Castillo.
- La era de Daniel y Julio el Cherro, cercana al
actual Tanatorio.
Las grandes fincas poseían eras
propias como dotación inherente a sus explotaciones, tal como ocurría en la casa Percebal, la casa
Areco, Ventura, Luis Canales, la casa del Rabosero, los pinos de Chavito, Pepe
Rusa, el Cisco, la Casa
de la Coca ,
Santiago Sevilla, etc.
Para empezar a
trillar, el primer paso era concertar con el dueño de la era o erero la
vez o turno que le correspondía para hacer uso de la era, fijando unas fechas
concretas, y también para que el erero asignase un lugar contiguo a la
era, donde el agricultor pudiera descargar la mies y formar su propio montón o garbera,
en el que figuraba el nombre del propietario del grano, para así evitar
posibles equivocaciones con otros usuarios. A partir del 20 de Julio comenzaban
las tareas de la trilla y en ocasiones se prolongaban durante todo el mes de
Agosto y parte de Septiembre.
Al despuntar el
día comenzaban los trabajos de la trilla. La primera tarea consistía en sesgar
las cuerdas o sogajos que componían las garbas, y extender la parva
sobre la era. Seguidamente mulero y caballería iniciaban su cometido, que
consistía en rotar sobre la era pasando el rulo sobre la mies extendida para
desgranar las espigas. El rulo era una piedra esculpida que presentaba forma
tronco-cónica en sus dos variantes – en
Aspe ruldón redondo que era liso y ruldón de esquinas que
tenía forma estrellada – . Con frecuencia, el rulo llevaba acoplado el trillo
en la parte posterior, constituido por un tablero de madera de forma
cuadrangular, que en su faz interior tenía incrustados fragmentos de piedra de
sílex -en Aspe piedras de lumbre-
o también dientes de sierra, que cortaban el tallo del cereal configurando la
paja. En algunos casos, el trillador primero prefería pasar el rulo y después
el trillo.
Frecuentemente
se azuzaba a las mulas con el látigo para que apresuran el paso a ritmo de trote y disolvieran con mayor
celeridad las garbas. Posteriormente se daba la vuelta a la parva con las
horcas – aventaeras en Aspe- para
deshacer y cortar la mies que había
quedado debajo.
Al iniciar su
trabajo, los muleros comenzaban a entonar canciones, símbolo de que las mulas
estaban trabajando en las eras. Cuando las eras estaban próximas, se daba el
caso de que algún mulero empezaba a cantar antes de tener enganchadas las acémilas a sus aperos, dando a entender
que estaba en el tajo antes que sus compañeros de oficio. Las canciones
cumplían la finalidad de incentivar el trabajo de las mulas al pasar el rulo,
pues cuando disminuía el ritmo de trabajo, el erero prorrumpía voces al mulero
exclamando: ¡Que te estás durmiendo igual que la mula, espabila!. Con la
consiguiente reacción del mulero profiriendo algunos improperios a la acémila,
para que elevara el compás de trabajo.
En
las canciones predominaba la temática de carácter sentimental, amores,
despechos, etc. También se entonaban algunas melodías que estaban en el
candelero nacional en ese momento, como la “Pachi misteriosa”, llegando a
surgir piques entre los muleros de eras cercanas, dándose la réplica unos a
otros en la entonación de las coplillas.
Algunas canciones de la era que Manuel recuerda son las siguientes:
I
En fin hermosa deidad
bello serafín del cielo
bello serafín del cielo
dale a mi pena consuelo
y ven a ver la verdad
te adoro con
realidad
aunque mi amor
no regoce
deja que del
tuyo goce
aunque me muera
al momento
te llevo en el
pensamiento
desde la una a
las doce.
II
Una noche en que la luna
me daba su luz
tan bella
guiado por una
estrella
que ilumina mi
fortuna
sin esperanza
ninguna
en el
cementerio entré
una dalia
coloqué
en prueba del
amor mío
donde están los
restos fríos
de la mujer que
yo amé.
III
Muchas veces
pasaré
por donde tu
puedas verme
no será para
ofrecerme
una mirada lo
sé.
Con asombro
miraré
a otro galán
festearte
al lado de ti
postrarse
y hablarte con
frenesí,
triste será
para mí
verte y no
poder hablarte.
IV
Vino un pintor
del Oriente
a retratar tu
persona
y a ponerte una
corona
del oro más
reluciente
al ver tu
brillante frente
y tus ojos vida
mía.
Eres tu mi
idolatría
contigo no hay
quien se iguale
eres el sol
cuando sale
al amanecer el
día.
V
Aquel Cristóbal Colón
que su nombre
nadie ignora
un día llego la
hora
que a España
dio a comprender
con pruebas nos
dio a entender
que una
calumnia existía
se puso a
firmar un día
y al final
logro su intento
también firmó
en su talento
que tenía que
ser vendida.
VI
Sale el sol por la mañana
y raya en el firmamento
y se oye en el
campamento
fuertes toques
de diana.
Salió la tropa
cubana
formando gran
compañía
y salió el jefe
de día
pasando lista o
regente
yo le respondí
presente
pensando en ti
vida mía.
VII
Lloran los niños de pecho
si el alimento les falta
llora el Obispo y el Papa
teniendo tantos primores.
No
ha nacido quien no llore
de
tormento o alegría.
Lloró la Virgen María
cuando a su hijo perdió
¿Y no llora esta nación
yendo peor cada día?. (Esta copla también era recitada por los
Valentines)
La jornada
laboral se desarrollaba entre la salida y la puesta del sol. El sueldo
ordinario que por estos años cobraba una persona labrando o trillando con la
mula, solía oscilar entre 20 y 25 pesetas al día, incluido el coste de la
caballería.
El
dueño de la era percibía una cantidad por ceder el uso de la misma. Normalmente
el mulero era asalariado del dueño de la era. El agricultor que poseía mula
propia la aportaba para la trilla, obteniendo una rebaja en el uso de la era.
El agricultor no propietario de
caballerías, generalmente cedía la paja en beneficio del dueño de la era,
dándose a menudo la circunstancia de “trillar por la paja” sin tener que abonar
ninguna cantidad monetaria cuando el
volumen de la paja era suficiente para el pago.
El
rulo y trillo se solían pasar alrededor de cuatro horas para que la paja
quedase bien cortada y el trigo desgranado. Inmediatamente, se acoplaba una
tabla a la mula, que portaba un mango en su parte superior, y que permitía
amontonar la cosecha en el centro de la era formando un montón o caballón. De
seguida se comenzaba a despajar el grano, aventando al aire con las horcas,
aprovechando la brisa que venía de cara, quedando buena parte de la paja
separada del grano. Todavía quedaba una porción de paja de dimensiones
reducidas, denominada pajuz –en Aspe pajus–,
que debía ser eliminada aventando el trigo con unas palas e imprimiendo un giro
con el brazo para que se separara el pajuz del grano. Tras el paleado, venía el
último proceso para la pulcritud total del grano, utilizándose la criba y el garbillo.
Tras
estar aventado el grano, todavía quedaban partes de las espigas mezcladas con
el trigo conocidas como granzas. Para su limpieza se utilizaba la criba -en
Aspe griba-, que era un objeto de forma circular rematada en su parte inferior
por una rejilla. La griba quedaba suspendida a más de un metro sobre el suelo,
sujeta por un costado a la horca o a dos puntales de madera y por el otro lado
era asida por el agricultor. Se vertía
trigo u otro cereal sobre ella y el agricultor la sacudía, de manera que
el trigo y el pajus caían al suelo, llevándose la brisa el pajus un poco más
lejos que el grano, y quedando las granzas en la parte superior de la criba.
Después
se volvía a pasar el grano por el garbillo
-en Aspe arnero- que era un instrumento muy parecido a la criba
pero más pequeño y con el rejilla más cerrada, que al verter el grano quedaba
éste sobre la superficie del garbillo cayendo al suelo únicamente el polvo que
todavía quedaba mezclado con el grano. Las granzas se recogían en un capazo y
al mismo tiempo que una persona trabajaba en la era, otra estaba a la sombra
deshaciendo las granzas, llegando a confeccionar un refrán popular que decía: Mientras
se descansa se pican las gransas.
Ultimada
la total limpieza del grano, el trigo se almacenaba en sacos de yute o esparto
y se transportaba al domicilio del agricultor. Manuel estima que por un día de
trabajo con una mula, se podía obtener unos 400 kilos de trigo. La noche era el
momento propicio para acarrear la paja a las estancias de los agricultores por
dos motivos fundamentales:
- La circulación de vehículos y carros
disminuía sensiblemente.
- La paja picaba menos de noche, ocasionando
menos molestias a los vecinos, ya que si soplaba una ligera brisa la paja se
volaba, siendo especialmente molesto el pajuz por los intensos picores que
producía en la piel.
Cargada la
paja en los carros, se cubría con unas cuerdas entrelazadas a modo de red
denominadas jabegones, conduciéndose hasta las casas o establos de los
agricultores.
La
era debía quedar expedita para iniciar las labores al día siguiente. Si al
finalizar la jornada, la parva quedaba extendida en la era, entre los usuarios
corrían las bromas y comentarios jocosos, exclamando la típica frase: “ te
se ha quedao el muerto” , hecho que afectaba a la moral del propietario, ya
que la jornada laboral debía concluirse con la era limpia. Si se producía
alguna tormenta de verano había que esperar a que secara la mies y no se
extendía la parva, pues no se podía trillar con la mies húmeda, ya que el grano se pegaba a la
paja.
En su
evocación, Manuel recuerda que las labores de la trilla estuvieron vigentes en
Aspe hasta el año 1953 poco más o menos.
La sociedad de labradores adquirió en ese año una máquina trilladora que
funcionó hasta 1959 aproximadamente,
instalada en la carretera de Aspe a Novelda, donde hoy se ubican los talleres
de la Ford. Al
frente de la máquina estaba un tractorista, llamado Luis Calatayud Galvañ, conocido
como Luis el de los tractores, persona que tenía el trabajo de la máquina
trilladora muy bien organizado.
Al
aflorar nuevas aguas de riego en 1959, las tierras de secano se transformaron
en nuevos regadíos, dejándose de sembrar cereales y orientándose hacia el
cultivo especializado de la uva de mesa.
Reitero
mi agradecimiento a Manuel Asensi Torres, verdadero artífice de este artículo,
al que el firmante únicamente ha dado redacción.
Gonzalo Martínez Español
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