martes, 31 de marzo de 2020


UNA   VIDA A LA FUGA. El PELLICOCO
                                                                             

                                                      Publicado en la revista La Posada nº 1, 2014

Tomás Cerdán Alenda, alias el Pellicoco, es sin duda el malhechor más notorio surgido en Aspe. Sus sorprendentes y truculentas hazañas escapando de policías y presidios,  fueron comidilla en el pueblo mitificando la figura de un audaz delincuente. Tomás nació en Aspe el 7 de octubre de 1891, hijo de Tomás y Rafaela, una modesta familia de jornaleros[1]. Trabajó como dependiente desde los 15 a los 19 años en la ferretería Mora de Alicante perpetrando un desfalco. Fue despedido precipitándose en la senda del delito, consumando robos en tierras valencianas y catalanas.
En 1915 se hallaba recluido en la prisión de Granollers por cometer varios delitos, el 26 de septiembre logró escapar de la cárcel permaneciendo escondido en Cataluña. Los mozos de escuadra le identificaron en Mollet utilizando el pseudónimo de Antonio Pastor Alenda, procedieron a su detención el 6 de marzo de 1916,  pero escapó hiriendo de bala a uno de los policías. Mudó su paradero hacia Alicante, siendo localizado el 22 de abril de 1916 en la cafetería Iborra, emplazada en la Rambla. Dos agentes de servicio intentaron detenerle, el Pellicoco disparó su pistola, una bala atravesó el sombrero del agente Tendero  y en un forcejeo con el policía Luís Pérez, le hirió mortalmente de un disparo en el vientre -falleciendo al día siguiente-, resultando apresado Tomás.
El Pellicoco estuvo recluido en la cárcel con excepcionales medidas de vigilancia, inmovilizado con una cadena al suelo de la celda, Transcurridos siete meses, el sumario estaba concluido para comenzar el juicio. Tomás Cerdán poseía antecedentes penales por tres delitos de robo y uno de  hurto, carecía de bienes y no se le conocía oficio en los últimos cuatro años. La fiscalía le acusaba de tentativa de asesinato en grado de frustración y  de atentado a agente de la autoridad con resultado de homicidio consumado[2]. La vista comenzó el 2 de noviembre de 1916 en la Audiencia de Alicante siendo juzgado por un jurado popular. Durante el interrogatorio alegó que su actividad era la venta de pieles introducidas de contrabando y que frecuentaba casas de juego. Respecto a los incidentes de la cafetería, el reo los atribuía a una brega fortuita con los policías. El jurado dictó veredicto de culpabilidad por intento de homicidio, más homicidio consumado sin alevosía, la Sala le condenó a 32 años de cárcel e indemnizar a la familia del policía con 15.000 pesetas. Tomás rechazó la sentencia airado y pidió a su defensor que presentara recurso de casación[3].
El juicio había concluido a última hora de la tarde. Dispuesto Tomás a subir en un carruaje a la puerta de la Audiencia, se le acercó una joven francesa intercambiando breves palabras y enviándole besos mientras el vehículo partía hacia la cárcel. Había anochecido, el recluso iba custodiado por una pareja de la Benemérita, deteniéndose el carricoche a la puerta del presidio de Benalúa, por carecer de permiso para acceder al interior. El joven conductor abrió la portezuela descendiendo los guardias, el Pellicoco bajó esposado tropezando su cabeza con el marco de la puerta y desplazándose su sobrero hacia atrás. Pidió al muchacho que le calara el sobrero interponiéndose entre los guardias, momento que aprovechó para empujar a uno de los agentes, exclamando: ¡Buenas noches y un tiro¡ Tomás emprendió una vertiginosa carrera amparándose en las sombras de las tapias. Los guardias abrieron fuego, el fugitivo tropezó y cayó, levantándose con enorme agilidad, desapareciendo por un barranco[4].

Difundida la noticia, fuerzas de la guardia civil de infantería y caballería emprendieron batidas con infructuosos resultados, el padre del Pellicoco fue detenido y liberado en la tarde del día siguiente. Corrieron numerosas conjeturas sobre su paradero, confirmándose que había sido tiroteado en Torrellano por la benemérita, pero permanecía huido. La desdichada pareja de la guardia civil que custodió al fugitivo fue procesada en consejo de guerra y condenada a reclusión en la prisión de Mahón.
Tomás era hombre de mediana estatura (1,67 m.), delgado pero de atlética constitución y formidable agilidad, ojos vivos negros, rostro rasurado. Persona inteligente y astuta, poseía un gran temple y enorme seguridad en sí mismo. La jefatura de Alicante difundió su fotografía a numerosas comisarías españolas. El Pellicoco se había ocultado en Barcelona, vestía con porte elegante y ademanes de persona culta que hablaba francés e  inglés, su aplomo y osadía le hizo compartir tertulia con unos policías tomando café todas las tardes en la Rambla. Las pesquisas policiales lograron identificarle para sorpresa de los agentes contertulios, fue detenido en el Café Español el 14 de junio de 1920 en una vertiginosa acción policial, sin darle opción a usar su arma[5]. Atado con grilletes en manos y pies, y custodiado por dos parejas de guardiaciviles, fue conducido a pie desde la jefatura de policía a la cárcel. Recorriendo la calle Vilamarí,  a la altura de un puente elevado sobre la vía del ferrocarril, Tomás se zafó de los guardias saltando con arrojo a la vía, esfumándose bajo el fuego de la guardia civil sin dejar rastro[6].
El 5 de octubre de 1920 los rotativos anunciaban que Tomás había sido interceptado por la policía en Barcelona, entre las estaciones de Calaf y San Guim a bordo de un tren que se dirigía a Francia, fue arrestado e ingresó en la prisión de Lérida. De nuevo, volvió a fugarse de la prisión aunque desconocemos los pormenores y fechas en que consumó la evasión[7].
                Las narraciones orales de nuestros mayores rememoran algunas peripecias del Pellicoco en Aspe esquivando a sus perseguidores. Siendo muchacho le detuvo la guardia de la huerta en posesión de unos membrillos; interrogado acerca de cómo los había obtenido, indicó que los encontró flotando en el agua de la acequia. La guardia civil acudía al domicilio paterno situado en la calle de la Cruz nº 56, alertada de la presencia de Tomás por los vecinos. En una ocasión cuando la benemérita llamó al portón, le indicó a su padre que dejara la puerta del corral abierta, y a su madre que se sentara en una mecedora, Tomás se escondió debajo de las amplias faldas de su madre, la guardia civil rebuscó por la casa y se marchó por el corral hacia la calle para perseguirle. En otra irrupción de la autoridad en la vivienda, el Pellicoco se ocultó envuelto en la típica manta que antaño pendía de un travesaño en el zaguán de la casa, huyendo rápidamente por la calle. De igual modo acudió al entierro de su madre disfrazado con un hábito de fraile que luego fue abandonado en la calle.
En su última etapa se guareció en Francia. Tomás Cerdán cayó abatido por los disparos de la policía  francesa a principios de junio de 1925. Su temeraria vida, prototipo de personaje cinematográfico, concluyó en la calles de París a los 34 años, tras intentar asaltar un banco en compañía de otros delincuentes y ser repelido por los gendarmes[8].

 Gonzalo Martínez Español.





[1] Archivo Parroquial de Aspe. Libro de nacimientos 1891-1894.
[2] Archivo Virtual de Prensa Histórica. Diario de Alicante, 31 de octubre de 1916.
[3] AVPH. Diario de Alicante, 2 de noviembre de 1916.
[4] AVPH. Diario de Alicante, 3 de noviembre de 1916.
[5] AVPH. El Luchador, 14 de junio de 1920.
[6] AVPH. El luchador, 15 de junio de 1920.
[7] AVPH. El luchador, 5 de octubre de 1920. ABC, 6 de octubre de 1920.
[8] AVPH. ABC, La Correspondencia de España, La Libertad, 11 de junio de 1925.  Diario de Alicante, El Luchador, 12 de junio de 1925.

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