UNA VIDA A LA FUGA. El PELLICOCO
Tomás Cerdán
Alenda, alias el Pellicoco, es sin
duda el malhechor más notorio surgido en Aspe. Sus sorprendentes y truculentas
hazañas escapando de policías y presidios, fueron comidilla en el pueblo mitificando la
figura de un audaz delincuente. Tomás nació en Aspe el 7 de octubre de 1891,
hijo de Tomás y Rafaela, una modesta familia de jornaleros[1].
Trabajó como dependiente desde los 15 a los 19 años en la ferretería Mora de
Alicante perpetrando un desfalco. Fue despedido precipitándose en la senda del
delito, consumando robos en tierras valencianas y catalanas.
En 1915 se
hallaba recluido en la prisión de Granollers por cometer varios delitos, el 26
de septiembre logró escapar de la cárcel permaneciendo escondido en Cataluña. Los
mozos de escuadra le identificaron en Mollet utilizando el pseudónimo de
Antonio Pastor Alenda, procedieron a su detención el 6 de marzo de 1916, pero escapó hiriendo de bala a uno de los
policías. Mudó su paradero hacia Alicante, siendo localizado el 22 de abril de
1916 en la cafetería Iborra, emplazada en la Rambla. Dos agentes de servicio
intentaron detenerle, el Pellicoco disparó su pistola, una bala atravesó el
sombrero del agente Tendero y en un
forcejeo con el policía Luís Pérez, le hirió mortalmente de un disparo en el
vientre -falleciendo al día siguiente-, resultando apresado Tomás.
El Pellicoco estuvo
recluido en la cárcel con excepcionales medidas de vigilancia, inmovilizado con
una cadena al suelo de la celda, Transcurridos siete meses, el sumario estaba
concluido para comenzar el juicio. Tomás Cerdán poseía antecedentes penales por
tres delitos de robo y uno de hurto,
carecía de bienes y no se le conocía oficio en los últimos cuatro años. La
fiscalía le acusaba de tentativa de asesinato en grado de frustración y de atentado a agente de la autoridad con
resultado de homicidio consumado[2]. La
vista comenzó el 2 de noviembre de 1916 en la Audiencia de Alicante siendo juzgado
por un jurado popular. Durante el interrogatorio alegó que su actividad era la
venta de pieles introducidas de contrabando y que frecuentaba casas de juego.
Respecto a los incidentes de la cafetería, el reo los atribuía a una brega
fortuita con los policías. El jurado dictó veredicto de culpabilidad por
intento de homicidio, más homicidio consumado sin alevosía, la Sala le condenó
a 32 años de cárcel e indemnizar a la familia del policía con 15.000 pesetas.
Tomás rechazó la sentencia airado y pidió a su defensor que presentara recurso
de casación[3].
El juicio había
concluido a última hora de la tarde. Dispuesto Tomás a subir en un carruaje a
la puerta de la Audiencia, se le acercó una joven francesa intercambiando
breves palabras y enviándole besos mientras el vehículo partía hacia la cárcel.
Había anochecido, el recluso iba custodiado por una pareja de la Benemérita, deteniéndose
el carricoche a la puerta del presidio de Benalúa, por carecer de permiso para
acceder al interior. El joven conductor abrió la portezuela descendiendo los
guardias, el Pellicoco bajó esposado tropezando su cabeza con el marco de la
puerta y desplazándose su sobrero hacia atrás. Pidió al muchacho que le calara
el sobrero interponiéndose entre los guardias, momento que aprovechó para
empujar a uno de los agentes, exclamando: ¡Buenas noches y un tiro¡ Tomás emprendió
una vertiginosa carrera amparándose en las sombras de las tapias. Los guardias
abrieron fuego, el fugitivo tropezó y cayó, levantándose con enorme agilidad,
desapareciendo por un barranco[4].
Difundida la
noticia, fuerzas de la guardia civil de infantería y caballería emprendieron
batidas con infructuosos resultados, el padre del Pellicoco fue detenido y
liberado en la tarde del día siguiente. Corrieron numerosas conjeturas sobre su
paradero, confirmándose que había sido tiroteado en Torrellano por la
benemérita, pero permanecía huido. La desdichada pareja de la guardia civil que
custodió al fugitivo fue procesada en consejo de guerra y condenada a reclusión
en la prisión de Mahón.
Tomás era hombre
de mediana estatura (1,67 m.), delgado pero de atlética constitución y
formidable agilidad, ojos vivos negros, rostro rasurado. Persona inteligente y
astuta, poseía un gran temple y enorme seguridad en sí mismo. La jefatura de
Alicante difundió su fotografía a numerosas comisarías españolas. El Pellicoco
se había ocultado en Barcelona, vestía con porte elegante y ademanes de persona
culta que hablaba francés e inglés, su
aplomo y osadía le hizo compartir tertulia con unos policías tomando café todas
las tardes en la Rambla. Las pesquisas policiales lograron identificarle para
sorpresa de los agentes contertulios, fue detenido en el Café Español el 14 de junio de 1920 en una vertiginosa acción
policial, sin darle opción a usar su arma[5]. Atado
con grilletes en manos y pies, y custodiado por dos parejas de guardiaciviles,
fue conducido a pie desde la jefatura de policía a la cárcel. Recorriendo la
calle Vilamarí, a la altura de un puente
elevado sobre la vía del ferrocarril, Tomás se zafó de los guardias saltando
con arrojo a la vía, esfumándose bajo el fuego de la guardia civil sin dejar
rastro[6].
El 5 de octubre
de 1920 los rotativos anunciaban que Tomás había sido interceptado por la
policía en Barcelona, entre las estaciones de Calaf y San Guim a bordo de un
tren que se dirigía a Francia, fue arrestado e ingresó en la prisión de Lérida.
De nuevo, volvió a fugarse de la prisión aunque desconocemos los pormenores y
fechas en que consumó la evasión[7].
Las
narraciones orales de nuestros mayores rememoran algunas peripecias del
Pellicoco en Aspe esquivando a sus perseguidores. Siendo muchacho le detuvo la
guardia de la huerta en posesión de unos membrillos; interrogado acerca de cómo
los había obtenido, indicó que los encontró flotando en el agua de la acequia. La
guardia civil acudía al domicilio paterno situado en la calle de la Cruz nº 56,
alertada de la presencia de Tomás por los vecinos. En una ocasión cuando la benemérita
llamó al portón, le indicó a su padre que dejara la puerta del corral abierta,
y a su madre que se sentara en una mecedora, Tomás se escondió debajo de las
amplias faldas de su madre, la guardia civil rebuscó por la casa y se marchó por
el corral hacia la calle para perseguirle. En otra irrupción de la autoridad en
la vivienda, el Pellicoco se ocultó envuelto en la típica manta que antaño pendía
de un travesaño en el zaguán de la casa, huyendo rápidamente por la calle. De
igual modo acudió al entierro de su madre disfrazado con un hábito de fraile
que luego fue abandonado en la calle.
En su última
etapa se guareció en Francia. Tomás Cerdán cayó abatido por los disparos de la
policía francesa a principios de junio
de 1925. Su temeraria vida, prototipo de personaje cinematográfico, concluyó en
la calles de París a los 34 años, tras intentar asaltar un banco en compañía de
otros delincuentes y ser repelido por los gendarmes[8].
Gonzalo Martínez Español.
[1]
Archivo Parroquial de Aspe. Libro de nacimientos 1891-1894.
[2]
Archivo Virtual de Prensa Histórica. Diario de Alicante, 31 de octubre de 1916.
[3]
AVPH. Diario de Alicante, 2 de noviembre de 1916.
[4]
AVPH. Diario de Alicante, 3 de noviembre de 1916.
[5]
AVPH. El Luchador, 14 de junio de 1920.
[6]
AVPH. El luchador, 15 de junio de 1920.
[7]
AVPH. El luchador, 5 de octubre de 1920. ABC, 6 de octubre de 1920.
[8] AVPH. ABC, La Correspondencia de España, La Libertad, 11 de junio de 1925. Diario de Alicante, El Luchador, 12 de junio
de 1925.
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