EL
ORIGEN DEL MONTE DE LA SANTA CRUZ EN ASPE Y LA NUEVA UBICACIÓN DEL CALVARIO EN 1884.
Uno de los lugares
más populares de nuestra localidad, y que
concita una profunda e intensa devoción religiosa entre los vecinos de Aspe es
el paraje de la Santa Cruz, espacio religioso que adquiere un redoblado
protagonismo en el periodo cuaresmal de cada año.
El
monte de la Santa Cruz de Aspe remonta su origen al año 1884. Un grupo de
frailes capuchinos procedentes de Orihuela, comenzaron a predicar unas misiones
el 27 de febrero del mismo año. Los franciscanos habían adquirido la costumbre de erigir una cruz de madera en las
poblaciones donde desarrollaban su ferviente labor pastoral. Habiendo
transcurrido varios días desde el inicio de la prédica, la feligresía comenzó a
realizar los preparativos para la colocación de una cruz en algún significado paraje
de Aspe. El presbítero Francisco Sánchez Almodóvar aportó desinteresadamente dos
grandes pinos para fabricar la Cruz, procedentes de su finca de Vista Alegre. Un
carpintero comenzó a preparar los maderos y un cantero a tallar los sillares
que habrían de servir como base del pedestal. El lugar elegido para la
colocación de la Cruz fue la sierra denominada Rueda del Moro, cuya propiedad detentaba el Ayuntamiento de Aspe.
Ante los
impedimentos del Cabildo, el padre Donaciano, superior de los misioneros,
manifestó su perplejidad desde el púlpito parroquial. Refirió que nunca antes
había encontrado oposición a la colocación de una Cruz en memoria de las
misiones, y que él mismo, sin comprometer a las autoridades, realizaría el
asentamiento del Lábaro testimonial. La feligresía hubo de buscar un nuevo
emplazamiento para instalar el Crucifijo, cuyos terrenos ofreció un vicario de
la localidad.
A las tres de la
tarde del 16 de marzo, comenzó la solemne procesión que trasladaba la Cruz al
paraje seleccionado. Numerosos asistentes acompañaron el Crucifijo de madera,
que tenía una longitud de 30 palmos y fue porteado por 20 hombres. El Lábaro
fue colocado a los compases interpretados por la banda de música de Novelda, y
bendecido por el padre Donaciano, que dirigió una fervorosa plática al público
asistente. Los feligreses retornaron a la parroquia, donde fray Donaciano
resaltó la importancia del acto celebrado, recalcando que el venerado símbolo
de la pasión traería bendiciones al pueblo de Aspe. Asimismo, y por gracia
especial del Sumo Pontífice, el misionero concedió indulgencia plenaria a los
que visitasen la Cruz en los días del aniversario de la instalación, así como de
la Invención y Exaltación, e indulgencias parciales a los que ascendieran a visitar la Cruz rezando el Vía Crucis. El
articulista se hacía eco de una nueva coincidencia. En el mismo día en que fue
depositada la Cruz en el monte, el alcalde sufrió un accidente fracturándose la
pierna, a consecuencia de subir unas escaleras en dirección a la sala
capitular.
La noticia vino
referida en otros periódicos. El corresponsal de La Lealtad de Valencia narraba su percepción de la Cruz sobre el
cielo: “…miré y vi hacia la parte de
poniente dos nubes blancas un poco separadas, y entre las dos, ocupando el
centro, una cruz del tamaño de la que habíamos colocado formada por otra nube
más oscura…”[4].
En los días
inmediatos creció tanto el fervor popular, que se calculó un flujo diario de
cuatrocientas personas, las que visitaban el nuevo Calvario. Muchos fieles
descendían desde el monte de la Santa Cruz cantando las estrofas predicadas por
los padres misioneros, pero el Ayuntamiento optó por prohibir las coplas. El
apasionamiento de los vecinos hizo que en el escaso término de ocho días se
acometiera el desmonte de la sierra, abriéndose un espacioso camino, que
permitía el acceso al lugar mediante una suave pendiente. Alrededor de la Cruz
se plantaron cuatro palmeras y un buen número de pinos y cipreses.
Un piadoso
devoto hizo promesa de regalar un potro si llovía en abundancia sobre los
campos, cuya donación se destinaría a la construcción de los Pasos o estaciones del Vía Crucis, que
habrían de colocarse en el camino al monte de la Santa Cruz. El ofrecimiento piadoso fue cumplido por el
afecto creyente, pues a los cuatro días de instalarse el Crucifijo había
llovido copiosamente en todo el término de Aspe.
El 16 de agosto
de 1884 el Semanario Católico
comentaba las fiestas celebradas en honor a la Virgen de las Nieves, resaltando
que el monte de la Santa Cruz había sido un creciente foco de peregrinaje
religioso que atrajo a muchos foráneos asistentes a los festejos de Aspe. Allí
rezaban sus oraciones atraídos por las portentosas circunstancias en que se
había visto envuelta la instalación de la Cruz. A la vez, el rotativo anunciaba
que en breve plazo iban a comenzar las labores para colocar un Vía Crucis, cuyo
recorrido tomaría inicio en el sitio
denominado Las Peñicas, instalándose
los pasos a lo largo del recorrido, y que culminaría en la cúspide del monte
donde se hallaba ubicada la Cruz[5].
No faltaron
reprobaciones a la prodigiosa visión de la Cruz sobre el cielo por personas de
postulados laicos. El 30 de mayo de 1885, el Semanario Católico expuso las críticas vertidas por Ginés Alberola
en la prensa. El Semanario Católico comentaba que Alberola calificó
de “fanáticos e ignorantes” a sus
devotos paisanos en un artículo escrito en El
Graduador, por concurrir con una enfebrecida devoción al monte de la Santa
Cruz. Alberola sería refutado desde el
periódico El Progreso de Novelda,
recordándole que una de las personas adjetivada como fanática e ignorante, le había
proporcionado el trabajo como secretario
de Emilio Castelar que ejercitaba, a la vez que le evocaba su antiguo ejercicio
de monaguillo en la parroquia de Nuestra Señora del Socorro.
Prosiguió el debate
en la prensa. En un nuevo artículo, Ginés Alberola atribuía al Semanario Católico haber extendido el calificativo de “milagro” a la aparición de la Cruz
sobre el cielo. Así como ser responsable de que la Diócesis enviase un comisionado especial para
investigar la veracidad de los sucesos. Alberola consideraba que la visión de
la Cruz fue únicamente un fenómeno
meteorológico producido en la atmósfera. El Semanario
Católico respondía a Alberola
expresando que ellos no habían calificado el acontecimiento como
milagro, y que se reservaban el juicio
sobre el mismo. Asimismo declinaban la responsabilidad sobre la apertura del
expediente informativo, decisión del obispo de la Diócesis, cuyo dictamen
pretendía entregar a una persona científica y facultada que juzgase el caso. De
igual modo, el padre superior de los Capuchinos ordenó abrir un informe sobre los extraordinarios sucesos,
cuya instrucción había remitido a Francia para recabar el dictamen de personas
competentes de la Orden[6].
Hubo otra réplica de Ginés Alberola al artículo publicado el 30 de mayo por
el Semanario
Católico, con nueva refutación de dicho semanario, reconviniendo a Alberola
sobre cuestiones personales y acerca del
criterio esgrimido para incapacitar a Eugenio Veuillot y Augusto Rousell,
personas encargadas de valorar las circunstancias de la aparición de la Cruz[7].
El 30 de agosto
de 1885, el Semanario Católico recogía un informe elaborado por los
investigadores José Soler y Enrique Ferré dirigido al obispo de Orihuela, en el
que evaluaban la aparición de la imagen de la Cruz en el cielo desde una
perspectiva científica. La instrucción había sido encomendada por el ministerio
fiscal diocesano solicitando opinión a personas acreditadas en ciencias
físicas. Los científicos expusieron varias hipótesis. En primer lugar,
analizaron el efecto fotográfico que tiene un objeto sobre la retina después de
haberlo observado durante varios minutos. Si a continuación miramos a una pared
se nos proyecta el objeto durante varios segundos. Esta presumible fijación de la
imagen en la retina fue rechazada por los científicos, ya que todas las
personas presentes visualizaron la Cruz en el cielo durante varios minutos y
desde distintos ángulos. Y dado el caso
de que previamente hubieran contemplado el crucifijo de madera, esta visión
hubiera tenido distinta intensidad y duración en cada persona. A ello se sumaba
que la silueta de la Cruz se divisó desde otros puntos lejanos al monte como
fue la finca de Vista Alegre.
Tampoco daban sustento a la posibilidad de que
fuera una formación fortuita de nubes, porque según el expediente que les
habían remitido, se constataba que no hubo nube alguna en el horizonte por la
parte en que surgió la Cruz y que cuando
desapareció la imagen, las supuestas nubes hubieran constituido otra apariencia.
De igual modo rechazaban la posibilidad de que fuese un espejismo, o la ilusión
óptica que vislumbran algunos marineros, conocida como fata morgana, que consiste en ver
sobre el horizonte barcos o costas lejanas, a causa de un efecto de
inversión de la temperatura. Por último rebatían la posibilidad de que fuese un
fenómeno óptico por la reflexión/refracción de la luz del sol y de la luna
sobre la atmósfera, cuando las nubes contienen partículas de hielo en
suspensión, conocidas como parhelios y
paracelenas. A los científicos no se
les ocurrían otras hipótesis científicas para explicar el asombroso suceso,
considerando que la imagen sobre la retina era la más racional, pero que no
ofrecía una explicación satisfactoria sobre las circunstancias que marcaron la
aparición de la Cruz[8].
Finalmente, las
investigaciones practicadas por las autoridades religiosas respecto a la asombrosa
aparición de la Cruz no fueron concluyentes, y el acontecimiento no llegó a
revestir la calificación de milagro.
Una de las
inminentes resoluciones que adoptaron los creyentes fue la edificación de una
ermita anexa a la explanada donde se ubicaba la Santa Cruz. Las obras se
desarrollaron con celeridad, y el oratorio estaba concluido una vez
transcurrido dos años. El domingo 21 de
marzo de 1886 se llevó a efecto la solemne ceremonia de bendición de la ermita,
un acto que contó con la masiva concurrencia de los vecinos de Aspe, a la que
se sumaron innumerables forasteros[9].
Como
consecuencia de un fortísimo vendaval desatado a mediados de febrero de 1889,
la Cruz inaugural fue arrancada y quedó
hecha añicos por la virulencia del viento. El 17 de marzo se colocó una
nueva Cruz construida con un tronco de pino
de la misma procedencia, y que altruistamente volvió a donar el
presbítero Francisco Sánchez, proveniente de su finca de Vista-Alegre. La Cruz
fue bendecida por el padre Ireneo, capuchino del convento de Orihuela,
asistiendo el clero y una numerosa concurrencia de vecinos. De las astillas de
la antigua Cruz se tallaron numerosas crucecitas que se repartieron los devotos
del pueblo, y una de estas cruces fue colocada sobre el crucero del nuevo
Crucifijo[10].
Aspe contaba con
un antiguo Calvario -constatado
documentalmente desde mediados del siglo XVII-, que estaba
emplazado sobre el montículo existente en la confluencia de las calles Barítono
Almodóvar y Ramón y Cajal, cuyo espacio es conocido popularmente como Los Banquicos. El primitivo Calvario disponía de un itinerario de
acceso o Vía Crucis, cuyo trayecto tenía instalados los 14 pasos o estaciones
de la Cruz, que rememoraban la vida de
Jesús desde el momento en que fue apresado hasta la crucifixión. Este Vía
Crucis ascendía por una calle denominada Los
Pasos, y probablemente ésta formó parte de la actual calle de la Concepción
en su tramo más elevado[11].
Las
circunstancias singulares que revistieron los acontecimientos de 1884, con la
colocación de una cruz en el monte por los misioneros, y sustancialmente por la
prodigiosa visión de la Cruz sobre el cielo, desataron el fervor popular y desarrollaron
una vehemente devoción religiosa hacia el paraje de la Santa Cruz. El antiguo
Calvario perdió rápidamente su función de Camino
de la Cruz, en beneficio del Vía
Crucis que culmina en la explanada de la Santa Cruz. Si bien, el viejo
Calvario continuó recibiendo culto religioso en una pequeña capilla situada en
el costado izquierdo del montículo, consagrada al Cristo, que fue destruida por
las acciones de los milicianos en agosto de 1936.
Los
paneles cerámicos que componen el actual Vía Crucis de la Santa Cruz son
posteriores a la guerra civil, ya que los primitivos paneles fueron destruidos
por las acciones de los milicianos durante la guerra. La empresa que fabricó
los mosaicos fue Cerámica Molins según reza en la inscripción del primer panel.
Mi
agradecimiento a José Prieto Durán, autor de la mayoría de fotografías que
ilustran este trabajo.
Gonzalo
Martínez Español
[1]
Archivo Municipal de Aspe. Actas Capitulares 1884-85. Sesión de 12 de marzo de
1884, fol. 33 v.
[2]
Archivo Virtual de Prensa Histórica. Semanario Católico de Orihuela, 17 de mayo
de 1884.
[3]
A.V.P.H. La Lectura Popular de Orihuela, 1 de mayo de 1884.
[5]
Ídem. El Semanario Católico de Orihuela, 16 de agosto de 1884.
[6]
Ídem, 30 de mayo de 1885.
[7]
ídem, 11 de julio de 1885.
[8]
Ídem, 30 de agosto de 1885.
[9]
Ídem, 3 de abril de 1886.
[10]
Ídem. El Alicantino, 20 de febrero de 1889.
[11]
Martínez Cerdán, C.; Martínez Español, G.; Sala Trigueros, F. P. : Devociones
religiosas y lugares de culto en Aspe en la Época Moderna (S, XVII y XVIII),
p. 38-40.
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