Publicado en la Revista Aspis, 2009
En este año de 2009, se conmemora el
cuarto centenario de la expatriación morisca de los reinos hispanos,
acontecimiento que tuvo una especial trascendencia en gran número de
poblaciones españolas, una de ellas Aspe.
La cuestión morisca ha sido tratada por numerosos
estudiosos de nuestra localidad[1], y es
sobradamente conocido que la conquista cristiana de nuestras tierras a mediados
del siglo XIII, no supuso el desalojo de la población musulmana, sino que los
pobladores islámicos –desde ese momento mudéjares– permanecieron asentados
en gran número de pueblos, conservando sus propiedades, lengua, costumbres y
religión, a cambio del pago de impuestos a los cristianos.
Con el reinado de los Reyes Católicos,
la política de Estado se volvió más intransigente con las minorías religiosas, los
monarcas resolvieron expulsar a los judíos españoles en 1492 y decretaron la
conversión forzosa de los mudéjares de la Corona de Castilla en 1502.
El rey Fernando el Católico tenía hecho
juramento a los mudéjares de la Corona
Aragonesa de que no serían obligados a convertirse a la fe
cristiana, pero la bula papal de Clemente VII “Idcirco nostris”, liberó de dicho compromiso a su nieto Carlos I en
1524. La conversión forzosa de los musulmanes valencianos comenzó con las
guerras de Germanías, generalizándose por el decreto emitido por el emperador
Carlos I en 1525, obligando al bautismo forzoso de todos los mudéjares de la
Corona Aragonesa o su expulsión.
Desde ese momento, los hispanos musulmanes serán denominados cristianos nuevos
de moro o moriscos.
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Bautismo de moriscos |
Un creyente musulmán no mudaba a
cristiano de un día para otro, ya que la religión impregnaba todas las facetas
de la vida. Cierto es que la predicación cristiana fue pobre en las poblaciones
moriscas y no tuvo la intensidad y constancias necesarias. El obispado de
Cartagena quedaba muy alejado de las comarcas alicantinas, y consecuentemente,
la labor pastoral desasistida, siendo una de las razones de peso para erigir el
obispado de Orihuela en 1564. Los mitrados oriolanos redactaron diferentes instrucciones con
destino a los nuevos convertidos, como las conocidas ordinaçiones del obispo
Tomás Dasio, que intentaban erradicar las costumbres islámicas. El prelado José
Esteve desarrolló una ardua labor en pos de las sincera conversión de los
moriscos, promoviendo en 1597 la erección de nuevas parroquias en las
poblaciones de cristianos nuevos, y aconsejando al rey Felipe II, que
amonestase al duque de Maqueda, pues los moriscos de Aspe y Crevillente eran la
gente más dura y obstinada que existía en la diócesis orcelitana.
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Embarque de los moriscos en el puerto de Alicante |
De igual modo, el rey Felipe II expidió una real
pragmática en 1563 decretando el desarme de todas las comunidades neo-convertidas.
El bando fue publicado en Aspe el 8 de febrero de 1563 por Miquel Amador,
obligando a que los moriscos declarasen las armas que poseían, tanto las de
carácter defensivo como ofensivo, e hiciesen entrega de todas las armas (escopetas,
arcabuces, ballestas, armas embastadas, espadas, lanzas, adargas, petos, cotas
de malla, etc.) En Aspe se inspeccionaron 198 casas de vecinos moriscos, en las
que los oficiales de su Majestad requisaron 164 espadas, 38 lanzas, 6 rodelas
(escudo redondo), 1 broquel (escudo pequeño), 7 cervelleras (armadura de hierro
para la cabeza), 18 puñales, 3 arcabuces, 37 ballestas, y 3 cureñas (caja de
fusil o palo de ballesta)[2].
A cambio de una compensación de 40.000 ducados, Carlos
V dio su consentimiento para que la Inquisición no tuviera jurisdicción sobre los moriscos
en un período de 40 años. Vencido el plazo, el Tribunal del Santo Oficio comenzó
el acoso y persecución de los cristianos nuevos sospechosos de islamitas. Juan Blázquez
Miguel ha recopilado en torno a 40 casos de moriscos aspenses, procesados por
el Santo Tribunal entre 1564 y 1594[3], con
sentencias que iban desde la absolución hasta la quema en la hoguera.
Contemplados como una comunidad irreductible e inasimilable,
finalmente, el monarca Felipe III resolvió erradicar el problema morisco deportándolos
a África. La decisión de expulsar a los moriscos hispanos fue adoptada por
acuerdo del Consejo de Estado el 4 de abril de 1609, la decisión se mantuvo en
secreto hasta el bando público editado el 22 de septiembre.
Ampliamente conocido es el bando de expulsión, que el
virrey de Valencia, Marqués de Caracena, hizo público el 22 de septiembre de
1609, por orden de su majestad el rey Felipe III. El bando ordenaba la expatriación
de todos los moriscos de los reinos hispanos, empezando por el Reino de Valencia:
“he resuelto que se saquen todos los
moriscos d esse Reyno, y que se echen en Berbería”. El decreto estipulaba
que una vez leído el bando en cada pueblo, en el plazo de tres días, los
moriscos debían abandonar sus hogares y trasladarse a los puertos de embarque asignados: Alicante, Denia, el
Grao, etc. La orden les permitía llevar todos los bienes que pudiesen transportar.
El 30 de septiembre comenzaron los primeros embarques
desde el puerto de Denia con cristianos nuevos de la huerta de Gandía. No
contamos con testimonios que narren el éxodo de los moriscos aspenses, aunque sí
conocemos el desalojo de los islamitas de Novelda o Elche, cuyos comentarios resultan
muy ilustrativos.
Los moriscos de Novelda abandonaron la población el 2
de octubre de 1609, según una nota del párroco recogida por el cronista Sala
Cañellas: “Año 1609, a 2 de octubre,
viernes, por la mañana, salieron los moriscos de esta villa para embarcarse a
África, con mucho gusto, sin quedar más que dos casas pobres y un enfermo, y
del camino se volvieron, por no poder más, una vieja y un pobre, y otro pobre
hombre con su mujer y otros tres o cuatro que después se han venido; (los que marcharon)
eran todos, chicos y grandes, más de 1.500, y después, dentro un mes se fueron
y murieron los demás. De los que quedaron moriscos, murió Jaime Miré, viejo de
85 años a 13 de octubre de 1609, no se le enterró en sagrado. En 30 de octubre
murió Mario Regil Valero, hizo testamento en poder de Luís Giner, dejó una viña
para la iglesia, fue sepultado fuera de la iglesia a espaldas de la capilla.[5]”
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Moriscos camino del embarque para el exilio |
Al día siguiente, el turno para abandonar sus hogares correspondió a los
moriscos del arrabal de San Juan de Elche, según refiere el regidor ilicitano Cristóbal
Sanz: “En tres de octubre dicho año, sábado
y víspera señalada de san Francisco, a las 11 horas de la mañana. Salieron
todos en común, que fue espectáculo muy grande. Unos con lloros que eran los
ricos y otros con risa que eran los pobres. Salieron a esta embarcación por la
puerta del solar del arrabal, mirando los ricos atrás de ver y dejar su
albergue y casas, que las tenían muy bien puestas, no sabiendo su fin y
paradero. Allegaron al Castillo de Santa Pola, adonde hallaron aprestadas las
galeras de Cicilia y las de Portugal y embarcados en ellas, y su excelencia de
don Jorge de Cárdenas, señor y marqués de esta villa, que los amaba como señor
y padre, los acompañó a la fuerza (plazas) de Orán y Masalquivir, adonde
desembarcados les dieron soldados para que les acompañasen dentro a tierra de
África, adonde los dejaron y desahuciaron de recelo y temor de los alarbes, que
según se dijo, eran muchos, y los maltrataron y robaron, gozando de sus mujeres
e hijas…[6]”
Algunos investigadores, tal es el caso de Manuel
Cremades, han reseñado que los moriscos aspenses partieron hacia el exilio
africano desde el puerto de Santa Pola, en unión de ilicitanos y crevillentinos,
afirmación que reseñan tanto el padre Bleda, como el cronista alicantino Vicente
Bendicho: “…
mandado venir a embarcar todos los moriscos de aquesta parte del Reyno, desde
el puerto de Albaida por la raya de Castilla asta Alicante, exepto los de Elche,
Crevillente y Aspe, vasallos del duque de Maqueda que los condució él mismo al
lugar nuevo o fortaleza que tiene su excelencia orilla del mar a vista de la
ysla de Santa Pola…[7]”.
No podemos cuantificar el número exacto de moriscos
aspenses expatriados, pero debió fluctuar entre las 1.800 y 2.000 personas. Conocemos
el número de habitantes que tenía Aspe en 1609 por las actas municipales de
1672[9], con
motivo de clarificar el abono de un préstamo pendiente. Un recuento contabiliza
en 1609 una población de 500 vecinos – cabezas de familia– de éstos, 440 eran moriscos
(88 % de la población) y 60 cristianos viejos. Si multiplicamos los 440 vecinos
moriscos por un coeficiente de 4,5 obtenemos
una población islámica aproximada de 1.980
personas para ese año.
Los analistas históricos vienen sosteniendo que la
población morisca no provenía de África o la Península
Arábiga , sino que eran los descendientes de la población
nativa que habitaba nuestras tierras desde tiempos ibéricos, romanos y
visigodos, y que a partir del siglo VIII iniciaron un proceso de conversión al
Islam.
Alrededor del 21 o quizás el mismo 22 de octubre, los
moriscos aspenses emprendieron el camino del exilio en dirección a Alicante, abandonando para siempre el pueblo en el que
habían arraigado durante generaciones. Marcharon a pie, en carros y
cabalgaduras constituyendo una dilatada y heterogénea caravana, compuesta por
niños, jóvenes, adultos y ancianos; impregnados por una mezcolanza de emociones.
Por un lado, un sentimiento de alivio y alegría al marcharse de un territorio en
el que habían sido despreciados por los cristianos, y donde no se respetó su
identidad cultural diferenciada. Por otro lado, impregnados de un profundo
sentimiento de tristeza y melancolía al abandonar sus raíces históricas, las
tierras donde reposaban sus antepasados, despojados de sus bienes más preciados,
(viviendas, huertas, campos, agua de riego, etc.); intensas emociones cargadas
de amargura, poéticamente expresadas por Juan Suárez en su Embajada.
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Desembarco de los moriscos en Orán |
Resulta ilustrativo el testimonio de N. Alfafar, un
morisco aspense bien relacionado con los cristianos viejos, que cuando se
promulgó el edicto de expulsión, manifestó al rector de Novelda las arraigadas
creencias musulmanas que pervivían en su pueblo: “que el Rey nuestro señor diga que hemos sido moros y que lo somos dice
mucha verdad, porque en efecto jamás hemos sido cristianos ninguno de nosotros
por más demostraciones que hayamos dado de ello. Pero que diga que somos
traidores no lo sé yo, puede que su Majestad no esté bien informado…[10]”.
Los autos judiciales evidencian que el duque había embargado todas las pertenencias de los
moriscos del arrabal. Respecto al fabriquero de la iglesia de San Juan, expresa:
“…tenía ja lo duch de maqueda embargada
tota la hazienda del dit Sarria y de es demes moriscos del arrabal de Elig y
havia fet fer bando que dits moriscos no poguessen vendre ni alienar cosa
alguna de sos bens…[12]”
Con toda probabilidad, don Jorge de Cárdenas se
condujo en la villa de Aspe del mismo modo que en Elche, no dudando en acopiar
cuantos bienes le fuera posible, e impidiendo a los moriscos aspenses vender
cualquiera de sus pertenencias, prohibición que contravenía la real orden. El
rey Felipe III había determinado que los bienes de los moriscos expulsos pasasen
a engrosar el patrimonio de los señores, y de este modo, compensar la merma de
las rentas por la pérdida de vasallos. En el expediente judicial por las
posesiones de la iglesia de San Juan, se estima que el duque había percibido
bienes moriscos en valor de 100.000 libras: “…
havent com a restat de la expulsió dels moriscos ab tanta riquea de diners
contants, or, argent, cavalcadures, fruyts y grans, bens mobles, terres,
possessions y casses em pus de cent millia lliures…[13]”
Al igual que sus congéneres valencianos en la fe islámica,
los moriscos aspenses fueron desembarcados en las costas argelinas de Orán.
Ignoramos la suerte que pudieron correr y el lugar donde llegaron a asentarse
para comenzar una nueva vida. Algunos moriscos se enrolaron en las filas del
ejército otomano con el fin de combatir a los aborrecidos cristianos, otros en
las naves de berbería ocupadas en la piratería. Muchos se asentaron en nuevos establecimientos
de tierras donadas por la administración
turca, llegando a formar prósperas colonias agrícolas. Los investigadores que
han tratado de rastrear la estela morisca en Argelia han obtenido pocos
resultados, dada la insuficiencia que presentan las fuentes documentales.
Las consecuencias de las expulsión morisca en Aspe
fueron múltiples. La consabida pérdida demográfica, que en Aspe alcanzó a las
2/3 partes de la población, descendiendo desde los 500 vecinos –cabezas de
familia– en 1609, hasta los aproximadamente 160 vecinos registrados en la Carta Puebla de 1611, una vez
incorporados los nuevos repobladores. La villa no volvería a alcanzar los 500
vecinos hasta un siglo después.
La merma de la población originó un notable detrimento
de la actividad económica en la localidad, provocando la disminución de la
superficie cultivada y consecuentemente,
la reducción de la producción agrícola.
Algunos nobles y señores intentaron compensar la
pérdida de rentas, incrementando la presión fiscal sobre sus nuevos vasallos. Nos
consta que el duque de Maqueda adoptó en Aspe algunas medidas en ese sentido:
- Incorporó a su patrimonio las dos tiendas de
comestibles, que hasta ese momento habían sido monopolio del Ayuntamiento, y que el Cabildo arrendaba anualmente como
fuente de ingresos.
- Incrementó el porcentaje del diezmo de granos que recaudaba
en la villa. En tiempos anteriores a la expulsión, la Casa Señorial
recibía de 12 partes 1 en todo el término municipal, tras la marcha de los
moriscos impuso un diezmo de 8 partes 1 en las tierras más próximas al pueblo y
de 12 partes 1 en los Hondones. Esto originó que gran número de campesinos
comenzasen a labrar tierras en los Hondones de los Frailes, y que dejasen sin
cultivar las tierras más cercanas al pueblo, forzando al duque para que hiciera
concesiones temporales más benignas.
Cuando la
Señoría repartió las viviendas moriscas a los nuevos
repobladores, fijó un pecho o renta anual que resultaba excesivo para los
vecinos, solicitándole los vecinos de Aspe una rebaja de la cuantía[14].
Sin lugar a dudas, la expulsión de los moriscos fue una
drástica e injusta decisión, fruto de la
aversión e intransigencia religiosa que impregnaba aquella época. Las huellas
de la cultura islámica perduran en Aspe a través de los nombres conservados en
los parajes de nuestro término municipal, en el trazado de las calles de casco
urbano. Los musulmanes aspenses fueron los creadores de una huerta y unas redes de acequias con sus presas de riego que
han perdurado durante siglos, trasmitieron unas esmeradas técnicas de cultivo
agrícola a nuestros antepasados, nos han legado una herencia gastronómica, etc.
El paso del tiempo ha hecho irreparable el agravio cometido con los moriscos,
por ello, nos corresponde reconocer y valorar la aportación de los mudéjares y
moriscos aspenses en la formación de nuestra identidad colectiva como pueblo de
Aspe, evitando que sean relegados al olvido.
Gonzalo
Martínez Español.
NOTAS:
[1] Entre
los autores locales, podemos consultar: ASENCIO CALATAYUD, Juan Pedro: La
expulsión de los moriscos, La
Serranica. 1974; CREMADES CAPARRÓS, José María. Aspe, durante
la Edad Moderna ,
en Aspe Medio y Aspectos Humanos: pp.: 209-213, 1999; VERDÚ BOTELLA, José Vicente:
Los moriscos de Aspe y la
Inquisición , La
Serranica , 2004, pp. 138-140; SALA TRIGUEROS, Francisco
Pedro: Relación de rentas de la
Villa de Aspe en 1518, La Serranica 2008, pp.170-176;
CANDELA GUILLÉN, José María: Los flujos migratorios aspenses a Argelia. La Serranica 2008, pp.
160-169; etc.
[2]
Archivo del Reino de Valencia. Real nº 564. Desarme de moriscos, fol.
1.100-1.110.
[3] BLÁZQUEZ
MIGUEL; Juan: “Catálogo de los procesos inquisitoriales del tribunal del Santo
Oficio de Murcia”. Revista Mugertana, nº LXXIV, pp. 9-27 para consulta de los procesados por islamitas.
[4] SANZ,
Cristóbal: Recopilación en que se da quenta de las
cosas anci antiguas como modernas de la inclita villa de Elche: sacadas de
diversos autores y entendidas de [per]sonas fidedignas. 1621. Edición facsímil de
2000, Ayuntamiento de Elche, p. 103.
[5] SALA CAÑELLAS, Vicente
(1977): Crónicas de la villa de Novelda,
Novelda, p. 160.
[6] SANZ,
Cristóbal: Op. Cit. , p.103-104.
[7]
BENDICHO, Vicente (1991): Crónica de la
Muy Ilustre , Noble y Leal Ciudad de
Alicante, 4 V. 1640. Edición facsímil. a cargo de María Luisa Cabanes.
[9]
Archivo Municipal de Aspe. Actas capitulares 1659-79. Acta de Cabildo de 20 de
octubre de 1672.
[10]
HALPERÍN DONGHI, Tulio (1980): Un conflicto
nacional: moriscos y cristianos viejos en Valencia. Valencia, p. 219
[11] Archivo
Municipal de Elche. Legajo H-14 doc. nº 7. Proceso del duque de Maqueda contra
el procurador patrimonial de su Majestad, sobre los bienes de las iglesias,
antes mezquitas, fol. 17.
[12] Ídem,
fol. 16.
[13] Ídem, fol. 26/v.
[14]
MARTÍNEZ ESPAÑOL, Gonzalo (2004): “Privilegios concedidos a la villa de Aspe
por los Duques de Maqueda en la primera mitad del siglo XVII”. La Serranica nº 46. Aspe, pp. 83-91.
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