martes, 24 de marzo de 2020


EL    CARNAVAL    DE   ASPE     EN   LAS    PRIMERAS DÉCADAS   DEL   SIGLO     XX.


Publicado en la revista de El Último Jueves nº 8, 2004


            El Carnaval. es una de las fiestas más difundidas a lo largo de la geografía española, ya que el uso del disfraz, y el carácter bullicioso y mundano del festejo lo han dotado de enorme popularidad. Se celebra durante los tres días que preceden al inicio de la Cuaresma, variando las fechas según la conmemoración de la Semana Santa.
         El Carnaval tuvo un notable desarrollo en Aspe durante las primeras décadas del siglo XX, festejándose hasta el inicio de la guerra civil española. Los datos que conocemos de esta época proceden de los testimonios orales narrados por las personas que vivieron aquellas celebraciones, pues se carecen de relatos escritos.
Para ilustrar este artículo he mantenido una charla con José María Cremades Miralles, padre del profesor e historiador José María Cremades Caparrós, en la que con gran detalle nos ha relatado sus vivencias juveniles durante las celebraciones carnavalescas.
        El Carnaval comenzaba el domingo siguiente al “Último Jueves”, prolongándose hasta el martes. Se disfrazaban tanto hombres como mujeres de todas las edades. Los disfraces eran sencillos y de confección casera, hechos con ropas viejas o de los abuelos, y habitualmente se deformaba el aspecto físico del cuerpo con cojines y almohadas para no ser reconocidos. La cara se cubría con máscaras elaboradas con telas en las que se realizaban unos pequeños orificios para los ojos y la boca, procurando que no fuera fácil reconocer al enmascarado.
         Durante estos días el Cristo estaba expuesto de manifiesto en la Iglesia, tal como se sigue realizando ahora, por lo que imperaba la norma de comenzar el festejo carnavalesco al atardecer, después del toque de oración dado por la campana de la Iglesia. Los jóvenes esperaban ansiosos el toque de campana para salir a la calle. El punto de reunión era la plaza Mayor, una vez concluida la jornada laboral, en donde se agrupaban por peñas y después de dar una vuelta por la plaza se marchaban al baile.
        El baile era el evento más significativo de la fiesta del Carnaval. Primeramente se realizaba en el Teatro Viejo, que estaba ubicado en la calle Virgen del Carmen. En este teatro se utilizaba el patio de butacas como sala de baile y en el escenario se situaban los músicos tocando sus instrumentos. Tras la construcción del Teatro Wagner en 1922, el baile de máscaras se trasladó al nuevo edificio ya que tenía mayor cabida. Para realizar el festejo de máscaras el teatro Wagner sufría algunas modificaciones, pues se instalaba una tarima que partía desde el patio de butacas y que se unía al escenario manteniendo el mismo nivel de altura. El baile se realizaba encima de la tarima, y era dirigido por un maestro de ceremonias o mantenedor llamado Frasquito Alonso, que indicaba el comienzo y los descansos a los músicos, mediante un bastón que golpeaba sobre un soporte. En el escenario se emplazaba un servicio de bar con mesas y sillas denominado “ambigú”, pudiéndose reservar mesas, y la banda de música estaba colocada en la zona alta del teatro conocida como “general o gallinero”.
         La entrada al Wagner costaba 50 céntimos, pues había que sufragar los gastos de tarima, músicos, etc. El baile se realizaba en sesión de tarde, pues el lunes y martes eran días laborables. Se acababa sobre las 9 de la noche y los participantes se retiraban a sus casas para cenar. Algunos años se hizo un baile en sesión de noche, pero no tuvo aceptación por ser laborable el día siguiente.
        El domingo posterior era el primer domingo de Cuaresma, en el que se celebraba el baile de Piñata, los aspenses acudían al teatro Wagner disfrazados pero con la cara descubierta. En el centro de la tarima, se había colocado un pedestal que tenía una piñata en la parte superior de la que colgaban varias cintas y para poder tirar del extremo de las cintas había que pagar una cantidad en metálico. Al final del baile, los que habían abonado la opción de tirar de las cintas circulaban al son de la música por el escenario dando vueltas alrededor del pedestal y tirando de las cintas, hasta que una de las cintas abría la piñata y desprendía los dulces acabándose la fiesta.
          Las sociedades del Casino Primitivo y el Recreo también efectuaban bailes de disfraces durante el carnaval, pero estaban reservados a sus socios.
       Al ocultarse la identidad personal bajo las máscaras se producían situaciones divertidas que originaban equívocos, algunos sujetos revistiéndose de mayor audacia bajo el disfraz, declaraban sus intenciones amorosas a su anhelada pareja. En Aspe, las celebraciones del Carnaval solían transcurrir sin notorios incidentes y tras los decretos gubernamentales del régimen de Franco, que prohibían la utilización de máscaras, el festejo desapareció después de la guerra civil.
El Carnaval aspense propició la composición de algunas coplillas populares que comentaban algún hecho sucedido durante las celebraciones:


                   Don Quintín era un hombre
                 de setenta años de edad
                 se le ocurrió ir un día
                 al baile de Carnaval.
                 Se acercó a una mascarita
                 haciéndole el rigudú, .
                 la cogió de la mano
                 y se la llevó al ambigú.
                 Ahora estamos solos
                 dijo el infeliz.
                 Su mayor asombro fue
                 que aquel estafermo era su mujer.


                  Un día de Carnaval
                  de gitana me vestí,
                  me fui a un salón de baile
                 y a mi novio conocí.
                 Échame la buenaventura
                 que quiero saber tu gracia
                 Tú buen chico ya lo eres
                 tienes noble corazón
                 la única falta que tienes
                 que eres un calabazón,
                 quieres a dos mujeres
                 una es morena
                 y otra rubia como el sol.

.- UN BANDO DEL CARNAVAL.

           Recientemente, Antonio Botella Planelles me facilitó un folleto encontrado en la antigua casa de su suegra, en el que está impreso un bando del Carnaval. En el referido folleto no se indica la fecha ni se hace mención expresa a Aspe u otro municipio, aunque lleva una nota de imprenta al pié que recoge la leyenda: «Tip. De Leocricio Alcaraz – Aspe», por lo que deduzco que fue un bando del Carnaval aspense, y por el contenido de su discurso, debió ser escrito y publicado durante los años en que transcurrió la II República en nuestro pueblo.
           El autor de la disertación se autodenomina “Monifacio Pinocho”, siendo el sucesor del título de “Alcalde del Carnaval” para ese año. El texto está redactado en un tono jocoso, utilizando ex profeso un lenguaje “caló” y una permanente incorrección ortográfica, desvelando el autor un gran derroche de ingenio.
           En su alocución, el alcalde del Carnaval no hizo lo propio de un bando festivo, que hubiera sido el ensalzar la fiesta mundana e invitar abiertamente al disfrute de las gentes, sino que influenciado por los momentos políticos que se estaban viviendo en España y deseoso de impartir justicia con equidad como impone su rango jerárquico de Alcalde, Monifacio formula varias proposiciones de contenido social en un tono conciliador, en las que demanda una conducta recta y sin abusos a los potentados, para que no opriman a los que trabajan a su cargo. Solicita plena libertad para votar en las urnas a la opción política que cada uno desee y sin sufrir coacciones. También apela a la honradez, a la unión de los trabajadores para demandar a los gobernantes trabajo y no verse abocados a la emigración; y reclama instrucción pública para los obreros como medio de mejora social y progreso en el país.
A mi juicio, es un curioso documento de amena lectura, fruto de un especial momento político como fue la II República.
            Deseo expresar mi agradecimiento a José María Cremades Miralles, José María Cremades Caparrós y Antonio Botella Planelles, pues sin su colaboración no se habría podido realizar este artículo.



                                                                               Gonzalo Martínez Español. 

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