EL BARBUDO
CELEBRA SAN JAIME
Publicado en la revista de Semana Santa de
Crevillente, 2010
Las
publicaciones crevillentinas han acogido diversos artículos en torno a la
figura de Jaume el Barbut, abordando
cuestiones relacionadas con su precipitada ejecución, la persistencia de Jaime
en la literatura decimonónica, los descendientes de su parentela, etc.[1] Este
artículo trae a colación una vertiente menos conocida del Barbut, la relativa a
ciertas vivencias lúdicas acontecidas en julio de 1822, cuando Jaime y su
cuadrilla se hallaban momentáneamente refugiados al abrigo de la Sierra de Crevillente.

Ampliamente
conocidas son las correrías de Jaime Alfonso en pos de concitar la sublevación
de los círculos absolutistas, llevando a efecto incursiones armadas por los
pueblos de Alicante y Murcia, en abierto
desafío al gobierno constitucional. En la primavera de 1822 Jaime se mostraba
muy activo en tierras murcianas. Había
realizado un intento fallido de tomar Fortuna, y consumó sus irrupciones
armadas asaltando el 19 de abril la población de Beniel y el día 23 Jumilla[4], con
el consiguiente destrozo de las lápidas constitucionales. El mismo 19 de abril,
Javier Abadía, jefe político de Murcia, comunicaba al Cabildo oriolano que enviaba
el batallón de Cataluña como refuerzo a esa ciudad para prevenir las tentativas
de Jaime, aunque no por ello, debía
descuidar el mantenimiento de la milicia local. En otra misiva fechada al
siguiente día, daba cuenta de que el conductor del correo que efectuaba el
trayecto de Cieza a Murcia estaba desaparecido, sospechándose que era obra del
Barbut, al que se le había visto con una partida de más de 100 hombres de
infantería y 40 caballos en la partida de la Raja, entre Jumilla y Abanilla[5].
A comienzos
del verano Jaime anduvo a las puertas de Murcia con una fuerza armada cercana a
500 hombres, siendo rechazados por las tropas liberales. Se había convertido en
un abierto enemigo del régimen constitucional, cuyas autoridades habían
promulgado un edicto fechado en 1821, estipulando una recompensa económica de
30.000 reales por la detención de Jaime, cantidad que descendía a 10.000 reales
por la captura de cualquier miembro de la partida que estuviera más de 4 años, y
6.000 reales por los integrados en menor
tiempo[6].
Entremedias
de latrocinios y agitadas acciones antiliberales, el Barbut quiso congraciarse
con sus paisanos crevillentinos, y con el apoyo de su amplia red de colaboradores,
organizó un multitudinario festejo el 24 y 25 de julio de 1822, conmemorando el
día de su santo. El convite se celebró en las inmediaciones de la Sierra de Crevillente, en
el paraje del Camino del Marchante, a
la altura del punto denominado Torretes,
situado a ¼ de hora de la población de Crevillente.
Había transcurrido
un mes desde la celebración de la onomástica de Jaime, cuando Francisco Más
Pérez -alias el Fraile el Perdut-,
segundo comandante de la partida de escopeteros afincada en Crevillente, que
andaba a la zaga del Barbut y su gavilla, practicó las detenciones de los
crevillentinos José Pérez de LLedó,
Manuel Roch Pomares, y Joaquín Pérez Juan, acusados de colaborar con Jaime en
los festejos de la Sierra. La autoridad militar acantonada en la población,
abrió diligencias judiciales contra los detenidos, cuyo expediente se conserva
en el archivo municipal ilicitano[7].
El
proceso judicial vino a prolongarse
durante 8 meses, iniciándose el 3 de septiembre de 1822, con la toma de declaraciones
a los detenidos. El teniente Pedro Martí -integrante del 1º batallón de
Cataluña, ahora instalado en Crevillente-, actuó en calidad de fiscal,
acudiendo a las cárceles municipales para interrogar a los imputados.
Martí tomó declaración a José
Pérez de LLedó, de 39 años, el cual declaró que conocía a los hermanos
Jaime y José Alfonso por ser vecinos de la villa, pero que no había tenido
trato con ellos. Manifestó que en la vigilia de San Jaime estaba en su casa ensayando
con su guitarra, y sobre las 8 de la noche se presentó José Fuentes alias el Bolero,
vecino de la población que habitaba en una cueva de la rambla. El Bolero le intimó para que le
acompañase con la guitarra hasta su casa-cueva, ordenándole subir por la cuesta
de la vereda, encontrándose allí con Jaime Alfonso, Martellet y Manuel López que
iban pertrechados con sus armas. Por exigencias del Barbut, José Pérez estuvo
acompañando con la guitarra a Fuentes hasta las 11 de la noche, en presencia de
una nutrida asistencia, ante la que Jaime Alfonso se arrancó como cantante,
entonando unas coplas. Al concluir la velada, el Barbut le ordenó marcharse a
casa y que al amanecer del día
siguiente volviese al paraje de Torretes,
so pena de perder la vida, -según detalló el procesado-. En el día de San Jaime, José Pérez retornó a
dicho paraje permaneciendo hasta el mediodía,
refiriendo que sobre las 10 de la mañana aparecieron en ese lugar 10
componentes de la cuadrilla de Jaime, éstos iban deteniendo a los transeúntes, llegándose
a congregar gran afluencia de gentes. Entre las once y las doce de la mañana dio
comienzo una concurrida comida, disponiendo el Barbut que el paisanaje se
hiciera a un lado para que los bandidos pudieran acceder a las viandas, y a la
orden explicita de Jaime: ¡Ladrones,
vamos a comer!, se sentaron, repartiendo tiras de pan entre los comensales.
Concluida la comida, Jaime dispuso que las gentes convocadas se marchasen, ya
que su cuadrilla iba a encaminarse hacia la Sierra , por temor de que vinieran los milicianos,
que rondaban por las cercanías de Orihuela.
Manuel Roch Pomares, esterero de 32
años, manifestó que únicamente conocía a José Lledó, alias Martellet. En ese día salió a buscar una hierba llamada sevillana para curarse un brote de
fiebres que estaba padeciendo, y al pasar por Torretes fue detenido por los
bandoleros, permaneciendo acostado en tierra hasta la una del mediodía. Se le inculpaba
de colaborar con los facinerosos, y de haberles suministrado comida en anteriores
ocasiones.
Tras
la toma de declaraciones a los procesados, el teniente instructor requirió al
alcalde crevillentino José Pascual, a fin de que informara sobre la conducta que
mantenían los detenidos en la población. En ese día, los vecinos Antonio Lledó,
Manuel Gomis, Francisco Hurtado y José Candela, con pareceres unánimes, expresaron
que los acusados sostenían una conducta sospechosa y de holgazanería, siendo
espías de los bandidos, habiéndoseles visto en tratos con ellos, además de ser partícipes
en la fiesta celebrada por Jaime en el día de su santo. José Pérez de Lledó
había estado dos veces en la cárcel y no tenía oficio conocido. Manuel Roch era
cuñado de Martellet, fue tachado de perenne espía de los facciosos y sin trabajo
acreditado. A Joaquín Pérez se le
calificaba igualmente de haragán y confidente, formaba parte de la parentela de
Jaime Alfonso, siendo primo hermano del Barbudo.
El 11 de
septiembre se tomó segunda declaración a los detenidos. A José Pérez se le
solicitó detallar a qué hora habían llegado sus compañeros arrestados a
Torretes, detalle que no pudo precisar. Si bien, sí se había percatado de que
los facinerosos coaccionaron a Joaquín Pérez, a fin de que tomara un burro y
fuese a la casa del tío Marchante, con el objeto de transportar dos cargas de
agua. José Pérez confirmó que había sido detenido en dos ocasiones, una siendo
mozuelo a causa de realizar un transporte de tabaco ilegal, la otra, tras una
leva de vagos en Valencia. El segundo imputado, Joaquín Pérez, manifestó haber
arribado a Torretes en torno a las 7 y ½,
no advirtió la llegada de Manuel Roch, permaneciendo retenido en dicho
lugar. Corroboró que los bandoleros le requirieron para tomar un burro, y le
obligaron a realizar un transporte de agua a la casa del tío Marchante, en cuyo
trayecto de ida y vuelta empleó una
hora. En su testimonio, declaró que algunos de los sujetos que le acompañaron a
comer higos fueron Pascual Berenguer
y un individuo apodado el Viejecito.
Asimismo, negó que hubiera sido confidente de los bandidos, y que el sustento diario
lo obtenía como barbero afeitando,
fabricando algunos pares de alpargatas de esparto, y en labores agrícolas cuando
tenía trabajo. El tercer imputado, Manuel Roch, manifestó haber llegado a
Torretes en torno a las nueve, habiendo subido a la sierra en horas tardías de
verano, por la necesidad que tuvo de recoger unas hierbas para remediar su
dolencia. Desmintió que hubiera participado en la multitudinaria comida por
hallarse tumbado en el suelo padeciendo una subida de fiebre, negando igualmente
que fuera acólito de los bandoleros.
Continuaron
los interrogatorios a lo largo de la jornada, el fiscal Martí tomó declaración
a Francisco Berenguer conocido por el
sobrenombre de Pascual, soldado en la
segunda compañía del Regimiento de Infantería de Málaga instalado en la villa.
El recluta confirmó que en el día de San Jaime había acudido con varios sujetos
a comer higos de pala a la LLoma Marica , tras haber
oído misa a las 5 de la mañana. Al retornar, les salieron al paso Jaime Alfonso,
Martellet y Jarique, reteniéndolos y ofreciéndoles aguardiente para beber. En
su testimonio ratificó la gran afluencia de asistentes: “pues parecía por la mucha gente una fiesta[8]”, reparando
únicamente en la presencia de unas mujeres que guisaban la comida, una llamada
Margarita y la otra su hermana, conocidas por el apodo de las Guijarras. Advirtió que sus compañeros detenidos
se encontraban presentes en el festejo, desmintiendo que fuera acólito de los
bandoleros de la Sierra
El
otro guitarrita implicado, José Fuentes,
compareció ante el fiscal militar el 27 de septiembre. Declaró que conocía a
los hermanos Jaime y José Alfonso, también a Antonio Penalva por ser vecinos de
la villa, pero que no había tenido trato con ellos por permanecer habitualmente
fuera de la población. Confirmó que estuvo tocando la guitarra en la velada de
la vigilia de San Jaime, apremiado por Jaime Alfonso y Penalva, pues los
susodichos acudieron a su casa, obligándole a levantarse y marchar en busca de
José Pérez de Lledó, que de igual forma, intimado por las amenazas, acudió con
su guitarra a las inmediaciones de la vivienda de Fuentes, en la llamada Vereda
del Pla, donde se encontraban El Barbut y los suyos. En esa noche tocaron
la guitarra, Jaime cantó dos coplas en presencia de un grupo de 7 u 8 mujeres acompañadas
con criaturas. Concluida la velada, el Barbut les intimó para que al día
siguiente tornaran a Torretes, a fin de animar el festejo con sus guitarras. En
el día de San Jaime asistieron juntos al mencionado paraje en torno a las 7 de
la mañana, pero permanecieron sin tañer los instrumentos, ya que lo estaban ejecutando
varios mozos allí congregados. Sobre las once de la mañana, llegaron montados a
caballo 5 integrantes más de la cuadrilla, entre ellos José Alfonso, reteniendo
a todos los que circulaban por las inmediaciones. En torno a las doce, los
bandoleros comieron juntos, y concluido el banquete, repartieron la comida
sobrante entre los muchachos. Jaime alentó a los asistentes para que se
marcharan, pues podrían venir las partidas que andaban persiguiéndoles. Estando
en aquel lugar le sobrevino un ataque de fiebres tercianas, y permaneció echado
bajo un algarrobo sin reconocer a nadie, ratificando las declaraciones hechas
por Joaquín Pérez y Manuel Roch.
Las
diligencias judiciales prosiguieron. El fiscal ordenó que el alguacil de la
villa citara a testificar a Margarita
Lledó de Pérez, una de las hermanas Guijarras,
consorte de José Pérez de Lledó. En su testimonio, Margarita negó conocer al
Barbudo y su banda, pues había residido un prolongado tiempo fuera de la villa con
su marido, vendiendo esteras en Valencia. Desmintió haber cocinado junto con su
hermana para Jaime, al tiempo que su esposo tocaba la guitarra, pues en ese día
permaneció en su casa, alegando que no hubiera podido realizarlo por su
cortedad de vista. Confirmó que su marido fue requerido por José Fuentes para
que le acompañara a tocar la guitarra a los de la Sierra. Tras tomarle
declaración, el fiscal ordenó que se encarcelara a José Fuentes.
María Lledó de Gómez, otra de las Guijarras,
compareció ante el fiscal el 28 de septiembre. Era viuda de Antonio Gómez, de
50 años de edad. Expresó que conocía a Jaime antes de dedicarse a robar, y que
no había tenido trato con José Alfonso ni con la banda. Rechazó que estuviese
guisando la comida para los bandoleros, ya que estuvo vendiendo en la Plaza
durante toda la mañana, permaneciendo el resto del día con sus hermanas.
Seguidamente compareció Isabel Lledó,
soltera de 26 años, la menor de las hermanas Guijarras. Igualmente rechazó
haber preparado la comida, negando cualquier contacto con los bandoleros,
ausentándose de su casa únicamente para
ir a misa.
Las hermanas Guijarras quedaron exculpadas tras las
declaraciones de varias vecinas que vivían contiguas a sus domicilios. Teresa
Fernández y María Antonia Gómez testificaron a favor de Isabel LLedó,
confirmando que la vieron entre las 10 y las 12 de la mañana, sentada a la
puerta de su casa, e incluso María Antonia puntualizó que Isabel le guardó el
niño durante un rato. Dos días después, María Antonia Aznar, señaló que María
estuvo vendiendo en la plaza hasta la una del mediodía, y posteriormente pasó
por su casa parar buscar algo de aceite. Francisca García refrendó que María y
Margarita no habían estado guisando en
Torretes, ya que las vio sobre las diez de la mañana en sus domicilios, y
nuevamente al mediodía. María Más ratificó haber visto a las tres hermanas en
la puerta de su casa a primera hora de la tarde.
A principios
de octubre se citó a varios testigos para informar sobre la conducta de José
Fuentes. Comparecieron Esteban Serna, guitarrero y Francisco Gómez, e indicaron
que José Fuentes mantenía una conducta recta sin tener trato con los
facinerosos. De igual modo, Manuel Roch aportó varios testigos para probar su
inocencia. Uno de ellos, Joaquín Ramón, vecino de la calle, afirmó que Roch
estuvo mucho tiempo en Madrid y Valencia vendiendo esteras, hacía unos seis
meses que había regresado a Crevillente, volviéndose de nuevo a marchar. En
cuanto a la actitud que mostrada en el municipio era honesta, sin tener
contacto con los facinerosos de la Sierra. Argumentos que fueron reiterados por
José Maciá, Vicente Pérez y Salvador Alfonso en pro del Bolero.
Tras revisar la
información plasmada en el sumario, el fiscal Pedro Martí dictaminó que los
reos, dada su condición de civiles, debían trasladarse al juez de primera
instancia de Elche, veredicto que fue ratificado el 12 de octubre por Francisco
Jaramillo, comandante del cantón militar de Crevillente. La causa judicial y
los detenidos fueron transferidos a la audiencia ilicitana.
El juez de
primera instancia de Elche designó fiscal del sumario a Antonio Botella. Una
vez revisado el expediente, Botella consideró que dicho proceso era competencia
del juzgado militar asentado en Crevillente, destinado específicamente a la
persecución del Barbudo y sus secuaces, pues al amparo de la ley de excepción
promulgada el 26 de abril de 1821, dicho tribunal militar tenía jurisdicción
sobre todo tipo de delitos. El juez de 1ª instancia dispuso que el expediente y
los acusados volviesen a Crevillente. Ante la inhibición del juzgado ilicitano,
el comandante Jaramillo instó un oficio al comandante general del 8º distrito
militar concerniente a Valencia, cuyo auditor de guerra, interpretando la ley
de 26 de abril, aseveraba que los tribunales militares únicamente juzgaban a
los conspiradores que fuesen detenidos o hiciesen resistencia a alguna partida
de tropa, y que las restantes incidencias eran competencia de la jurisdicción
ordinaria, tal como sucedía en este asunto. Por tanto, el comandante del
distrito militar de Valencia remitió los autos al comandante Jaramillo, y éste de
nuevo los tramitó al juzgado de 1ª instancia de Elche a finales de diciembre,
siendo esta vez aceptados por el juez ilicitano.
El magistrado
ilicitano estaba ocupado en diversos asuntos que requerían su atención, lo que
demoró la toma de declaraciones a los inculpados. El 18 de febrero de 1823,
Ginés Ganga juez y primer alcalde de Elche procedió al interrogatorio de los
reos, recluidos en la prisión de la casa palacio ilicitana. El escribano leyó
el sumario a los inculpados José Pérez de
LLedó, Joaquín Pérez Juan, Manuel
Roch Pomares y José Fuentes, que se reiteraron en sus declaraciones
antecedentes, a la vez que se exculparon por no haber dado parte a la Justicia,
ante el temor y las amenazas recibidas por cuenta de Jaime Alfonso y su
cuadrilla.
Los cuatro acusados
elevaron una petición al juez solicitando la excarcelación, al considerarse
inocentes, pues habían transcurrido siete meses en prisión, y sus familias
estaban necesitadas del sustento diario que ellos les proporcionaban como
braceros del campo. El juez dictaminó que prosiguieran las indagaciones con los
detenidos, nuevamente sometidos a interrogatorio el 26 de febrero. Tras el
segundo interrogatorio el promotor fiscal les acusaba abiertamente de ser
amigos y espías de los facinerosos de la Sierra, y de haber acudido de modo
voluntario al convite del día de San Jaime y a los eventos de su víspera,
proponiendo que salvo José Fuentes, los restantes reos fueran condenados a 4
años de confinamiento en el distrito de la provincia de Xátiva, de donde no
podrían salir sin incurrir en la pena de prisión en un castillo o fortaleza por
idéntico tiempo. El fiscal Ripoll consideraba que José Fuentes no era asiduo
colaborador del Barbudo, y que con la prisión sufrida había redimido suficiente
castigo, recomendando ponerle en libertad.
El juez
instructor decidió que los acusados continuaran en prisión, y el 13 de marzo
traspasó la instrucción judicial a Jaime Más, alcalde y juez crevillentino, a
fin de que los testigos que habían declarado en los autos, confirmasen las aserciones
realizadas. La totalidad de testigos se ratificaron en sus afirmaciones, salvo
los que se encontraban ausentes de la villa. Nuevamente, los detenidos
revalidaron sus declaraciones precedentes, quitando validez a los testigos que se
pronunciaron en su contra, afirmando que sus acusaciones eran genéricas sin
ninguna autentificación, cargadas de malicia y faltando a la verdad. Joaquín
Pérez precisó que los testigos de oficio que depusieron en su contra, formaban
parte de la partida de Josef Quesada, atareada en perseguir a Jaime Alfonso.
Además, esgrimía a su favor, -quizá con algo de exageración- que sólo fueron
detenidos los cuatro procesados cuando a la fiesta de Jaime había asistido una
multitud:
«…se
me acrimina de haber concurrido al convite o festín que dio Jaime Alfonso en el
punto de Torretes, según noticias se puede decir concurrió la tercera parte del
pueblo de Crevillente, y no se citan a otros más que a mí y a los que resultan
procesados en los presentes autos, siendo así que algunos otros concurrían por
ser vecinos de dicho pueblo de Crevillente…»
Loa inculpados
pidieron presentar nuevos testigos que testimoniasen a su favor. Margarita
Lledó, esposa de José Pérez, facilitó varios testigos de probanza, que testificaron
el 3 de abril de 1823 ante el juez de Elche. Los declarantes Antonio Cerdá,
Tomás Serna, Antonio Ramón de García expresaron que José Pérez no había tenido
relación con Jaime Alfonso, manifestando que era hombre de bien, de recta conducta
en la villa y respetuoso con las autoridades. Al día siguiente, Isabel Ana
Pomares, madre de Manuel Roch, aportó como testigos a Francisco Más de Soriano,
Salvador Alfonso de Pastor, Antonio Cerdá de Soler que afirmaron tenía un
comportamiento honrado, y creían que no tenía trato con el Barbudo. Francisco
Torres por encargo de Joaquín Pérez Juan proporcionó como declarantes a Antonio
Cerdá de Soler, Joaquín Juan Martínez, Josef Manchón de Manchón, que se
pronunciaron en el mismo sentido.
Finalmente,
el juez ilicitano, Francisco Pascual Andrés, dictó sentencia definitiva el 21
de abril de 1823. El veredicto fue de absolución para los 4 detenidos, no sin antes
recriminar a los inculpados, haciéndoles hincapié en que habían recibido un
justo castigo tras 9 meses de confinamiento carcelario, que les tendría que
servir de apercibimiento para no recaer en nuevas complicidades con el Barbudo,
debiendo de abonar las costas del juicio una vez tasadas. Los detenidos fueron
excarcelados el mismo día del pronunciamiento de la sentencia, cuando el
advenimiento del absolutismo fernandino era inminente, ya que el duque de
Angulema había cruzado los Pirineos el 7 de abril, al mando de los Cien mil hijos de San Luis con el fin de
restituir a Fernando VII en el trono.
No cabe duda,
que los procesados formaban parte del colectivo que daba sustento a Jaime, y
que sus argumentos justificativos de hallarse fortuitamente presentes en la
fiesta del Barbut, resultaban poco convincentes. No obstante, las declaraciones exculpatorias de un amplio
número de testigos –en su gran mayoría simpatizantes o encubridores de los
bandoleros-, inclinaron el veredicto del juez hacia una sentencia absolutoria.
Por otro lado,
Jaime y su cuadrilla continuaron con sus incursiones bélicas por los pueblos.
En la tarde-noche del 19 de agosto de 1822, los hermanos Alfonso perpetraron su
entrada en los poblaciones de Novelda y Aspe. La cuadrilla que asaltó Aspe iba
comandada por José Alfonso, que siguiendo su acostumbrado procedimiento, abatieron la lápida constitucional colocada en
la fachada del Ayuntamiento, aclamaron al rey absoluto y la religión, y dieron
libertad a los presos retenidos en la cárceles[9]. El
12 de octubre, Jaime asaltó la cárcel de Albatera liberando a los reclusos
retenidos. Las acciones del Barbudo comenzaron a remitir a finales de año, y buscando
obtener la amnistía promulgada por la Cortes el 18 de febrero de 1823, se
entregó a las autoridades constitucionales de Jumilla el 15 de marzo de 1823.
A modo de
conclusión, podemos resaltar algunas cuestiones significativas contenidas en la
causa judicial. El sumario nos permite reproducir algunas vivencias cotidianas
de Jaime y su banda en la Sierra, faceta que resulta poco corriente en la
documentación. Asimismo, los festejos del día de San Jaime, nos dejan entrever
algunos rasgos del mítico bandolero, su temple de líder carismático, capaz de
convocar a un enorme grupo de convecinos
en las inmediaciones de la sierra crevillentina, -pese al riesgo de ser detenidos-,
a la que vez que Jaime hace gala de un carácter cordial y cercano a la
comunidad social que le apoya, cantándole unas coplas y compartiendo la comida.
También, encontramos un considerable número de vecinos de Crevillente enumerados
en el proceso judicial, así como, varios componentes de la gavilla de Jaime: José Alfonso, Martellet, Jarique, Manuel
López, Antonio Penalva, etc., detalle que nos permite contrastarlos con los
relatos literarios. Y de manera especial, el sumario refrenda el enorme apoyo
social que el Barbut recibía de sus paisanos crevillentinos, cuya extensa red
de espías y colaboradores estaba extendida a varios pueblos de la comarca. Este
soporte de cómplices y confidentes resultaba indispensable para la
supervivencia de Jaime y su cuadrilla en la Sierra, le permitía anticiparse a sus perseguidores y
le volvía enormemente escurridizo y prácticamente invulnerable. A la par, le
suministraban cobertura logística de víveres y municiones, como constata el expediente
al referir una causa abierta contra el facineroso Fava: “por haber obligado a dos
hombres a llevar municiones a los de la Sierra en el Viernes Santo”.
La frustración y desesperanza que sentían las
autoridades constitucionales ante la imposibilidad de capturar a Jaume el de la Serra, aparece reflejada
en las palabras del fiscal ilicitano:
“Que
los reos contra quienes se procede en dicha causa, son de la clase de
criminales de que por desgracia tanto abundan [en] los pueblos de este reino, y
los mismos que con sus noticias y espionaje, frustran y eluden la vigilancia y
celo del gobierno en la destrucción o captura del ladrón y faccioso Jayme
Alfonso y sus socios…[10]”
[1] Entre los diversos artículos podemos
consultar en la Revista de Semana Santa:
.- 1987 MAS GALVAÑ, Cayetano: «Un
documento inédito acerca de la muerte de Jaime el Barbudo», pp. 119-125. -2001 ALFONSO EGEA, Enrique: «El bandolerismo: la
figura de Jaime el Barbudo», pp. 143-148. En la Revista de Moros y Cristianos: 1974
SEMPERE CONGOST, José: «Jaime Alfonso el Barbudo personaje novelesco»,
s/p.- 1984 CANDELA BELÉN, Juan: «Crónica
Crevillentina: Descendientes de la familia de Jaime Alfonso» s/p.- 1989 GÓMEZ NIETO, Daniel: Jaime Alfonso, «El
barbudo, boceto para un estudio», s/p.- 1993
PELÁEZ MARTÍN, Andrés: «Jaime el Barbudo: Algunas reseñas literarias»,
pp. 158-159.
[2] ESCUDERO GUTIÉRREZ, Antonio: «Jaime el
Barbudo: Un ejemplo de bandolero social». Estudis d¨Història Contempòrania del
País Valencià. Universitat de València, 1982, pp.76-77.
[3]
Archivo Municipal de Orihuela. Legajo 2135,
doc. nº 248. Petición de
Francisco López Campillo al jefe político de Murcia, solicitando le releve del
cargo de regidor oriolano. Murcia, 13 de junio de 1822.
[4] SÁEZ CALVO, José: Jayme Alfonso
el Barbudo, Murcia, 2007. p 134.
[5] AHMO.
Legajo 2135 doc. 1 y 2. Cartas de Javier Abadía al Cabildo de Orihuela. Murcia
21-22 de abril de 1822.
[6]
Archivo Histórico Municipal de Elche. Legajo H–105, doc. nº 29. Gobierno
Político Superior de Valencia. Su majestad concede a Juan Navarro, de la milicia
de Novelda 10.000 reales, por haber dado muerte al famoso bandido Marrana, de
la partida de Jaime Alfonso. Valencia ,7 de agosto de 1821.
[7]
A.H.M.E. Legajo E-31. Proceso judicial a varios vecinos de Crevillente por
colaboración con Jaime el Barbudo. Septiembre de 1822-Abril 1823.
[8] AH.ME. Ídem.
[9] AHMO.
Legajo 149, doc. nº 232. Informe de la Justicia de Aspe sobre la conducta
de José Más, vecino de Crevillente.
Aspe, 18 de mayo de 1824.
[10] AHME. Legajo E-31 s/f.
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