RAFAEL PÉREZ DEL PUERTO, UN ASPENSE FUNDADOR DE LA CIUDAD URUGUAYA DE ROCHA EN 1793.
Publicado en la Revista La Serranica 2008
1.
Introducción.
Las
capitulaciones de Santa Fe, firmadas en abril de 1492, reservaron la
explotación colonial de América a la Corona de Castilla. Los nativos de la
antigua Corona de Aragón –catalanes, valencianos, aragoneses, mallorquines–
quedaron excluidos y no pudieron transitar hacia América en busca de fortuna
hasta el siglo XVIII, tras derogar los reyes las prohibiciones de emigración y
comercio.
Por tanto,
la presencia de aspenses en la América colonial fue mínima. Por el momento,
tenemos noticias de dos sobresalientes personalidades. Una es fray Antonio de
los Reyes y Carrasco, primer obispo de Sonora, la otra es Rafael Pérez Puerto o
del Puerto, –como gustaba denominarse en
la documentación americana– personaje que tuvo un destacado protagonismo en la
franja oriental uruguaya durante los últimos años de la presencia colonial
española en América, y que permanecía en el total anonimato para nuestro
pueblo.
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Vista de Roc |
2. Antecedentes
familiares de Pérez del Puerto.
El
estudio de los registros notariales referentes al Aspe del siglo XVIII, nos
permite aportar información genealógica de nuestro paisano, pudiendo reseñar
que en líneas generales, los antecesores de Rafael Pérez disfrutaron de una
posición económica desahogada en nuestra población.
Algún miembro integrante
del clan familiar de los Pérez llegó a desempeñar cargos municipales, así
sucede con Agustín Pérez, hermano del abuelo, que ejerció como alcalde
ordinario en 1721 y 1725.
El padre de Rafael, José Pérez
Cañizares nació el 18 de diciembre de 1702[4], y
contrajo primeras nupcias con Feliciana Alcaraz
en torno al año 1725. Los cónyuges no escrituraron cartas matrimoniales
en el momento de la boda, y transcurridos unos años, formalizaron escritura de
recepción de dote en 1731[5]. En
dicho documento, Feliciana obtuvo de sus padres como aportación de dote
matrimonial 600 reales valencianos[6] en
ajuar de casa, más 1 tahúlla y ½ de viñedo en la Huerta Mayor. A su vez, José
Pérez recibió de sus padres 1.700 reales valencianos como capital, de ellos 820
reales en el valor de 1 tahúlla de bancal con derecho de agua, 1 tahúlla y
½ de majuelo de viña en la Huerta Mayor,
más 880 reales en efectivo.
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Los abuelos José Pérez y Ana Cañizares testaron en 1736[8],
dándonos a conocer su descendencia integrada por seis herederos: José,
Francisco, Matías, Paula, Ana y Margarita. Y de igual modo que José, su hermano
Francisco Pérez desempeñó el mismo oficio de escribano, protocolizando
escrituras entre 1739 y 1777 en los municipios de Aspe y Monforte.
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Firma de Rafael Pérez Puerto |
Tras enviudar, José Pérez Cañizares contrajo segundas
nupcias con Francisca Puerto Cerdán, ya entrada la década de 1740, pero los
cónyuges no establecieron cartas matrimoniales. Francisca era hija de Ginés
Puerto Pascual y de Francisca Cerdán Gozálbez, habiendo nacido en el decenio de
1720.
El abuelo Ginés Puerto fue nombrado
depositario de los bienes de su difunto
padre Miguel Puerto en 1710[9],
teniendo a su cargo un apreciado número de bienes en tierras y dos casas, una
de ellas tenía límites con el Ayuntamiento, la almazara de Martín Pérez y el
callejón del arco del Ayuntamiento, la otra vivienda limitaba con la plaza de
los Álamos y el callejón que entraba al arco del Ayuntamiento. Ginés temiendo
por su vida, realiza testamento conjunto con su esposa Francisca en 1719, donde
únicamente aparece como heredera su hija Isabel María[10].
Repuesto de sus achaques, Ginés figura en la administración
local ostentando el cargo público de alcalde ordinario en 1732[11],
oficio que desempeña nuevamente en 1739. En ese año, hallándose enfermo vuelve
a testar[12], y
deja por herederos a sus cuatro hijos Isabel María, Francisca, Pablo y Matías.
El
escribano José Pérez Cañizares, hallándose aquejado de una grave enfermedad,
escritura testamento en 1763[13]. De
sus primeras nupcias con Feliciana Alcaraz habían tenido por descendientes a
Rosa Pérez, esposa de Bernardo Cerdán, a Gerónima Pérez esposa de Ignacio
Castell –que entendemos es el notable escultor, hijo del tallista Vicente
Castell– a Juan Francisco Cerdán, en
paradero desconocido, a la difunta Francisca Antonia Pérez, viuda del escribano
José Alenda Vicedo, más algún hijo que no es nombrado y parece que había tomado
los hábitos religiosos.
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Sede de Pérez del Puerto en Maldonado |
Del
fruto de su segundo matrimonio con Francisca Puerto obtuvo siete hijos:
Mariano, Juan Bautista, Pascual, Rafael, Raimundo, José y Ana, todos ellos
menores de 25 años. Su esposa Francisca había aportado al matrimonio una dote
de 30 libras en ropa y alajas, y posteriormente hereda bienes de sus padres por
una cuantía de 316 libras y 10 sueldos. José dispone que sea su esposa
Francisca la tutora y administradora de los hijos comunes, ya que la mayoría de
edad se alcanzaba a los veinticinco años, y ninguno de los retoños estaba
emancipado de la tutela paterna.
Recobrada la salud, José Pérez continuó en el ejercicio de notario, e inició la instrucción de sus hijos en el
arte de la escribanía. En consecuencia, varios de sus descendientes aparecen en
calidad de testigos rubricando escrituras protocolizadas por su padre, tal como
sucede con el joven Rafael Pérez Puerto, que signa diversos documentos en el
año 1768.
3. La
situación de la franja oriental uruguaya en el siglo XVIII.
Las tierras
del este uruguayo conformaron una zona fronteriza a lo largo del siglo XVIII
sometida a constantes vaivenes y disputas entre España y Portugal. En la década
de 1730, los portugueses avanzaban por tierras brasileñas hacia el estuario del
río de la Plata, aplicando una política colonizadora bien ordenada. Los lusos
trataron de apoderarse del puerto de Montevideo, contrarrestando los españoles
con el inicio de una política de ocupación militar de estos territorios. La
ciudad de Montevideo se funda entre 1726–30, y sólo supone un leve muro de
contención ante el avance portugués, ya que la zona costera al este de
Montevideo, se controlaba mediante guardias fijas o reconocimientos militares
periódicos.
En 1750, las
dos Coronas firman un acuerdo amigable conocido como el Tratado de Permuta, en
el que fijan los límites fronterizos en la población de Castillos, lo que
supone un avance territorial portugués.
Con la
llegada del general Cevallos a la gobernación de Buenos Aires, y la suspensión
del tratado de Permuta, la banda oriental uruguaya fue militarizándose.
Cevallos organizó una formidable expedición castrense hasta Río Grande, en
territorio luso, mudando a manos españolas los fuertes de San Miguel y Santa
Teresa en 1763.
4. La llegada
de Pérez del Puerto a América.
La casi
totalidad de la información obtenida relacionada con Pérez del Puerto, la
debemos a los numerosos estudios de la historiadora uruguaya Florencia Fajardo
Terán (1907-2005). La acreditada historiadora nos narra que Rafael Pérez se
hallaba desempeñando el cargo de oficial escribiente en la contaduría principal de Marina en el departamento de
Cádiz, y desde aquí marchó a América en 1776 como maestre de víveres asignado
en una de las embarcaciones de la escuadra del general Cevallos, que en esta
ocasión, partía desde España para efectuar una segunda campaña militar a los
territorios de Río Grande[14].
Llegado
Rafael a Buenos Aires, y a instancias del contador del ejército encargado de la
expedición, el intendente general don Manuel Ignacio Fernández le conminó a
desembarcar con el objetivo de que trabajara a su cargo en el despacho de
cuentas de los maestros de víveres y despenseros de los buques mercantes, al
estar la plaza vacante. Tras el desempeño con encomiable corrección de los
destinos precedentes, el intendente Fernández le designa en abril de 1778
comisario de guerra, pagador e interventor para las obras reales de
fortificación que se iban a efectuar en el Puerto de isla de Maldonado.
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Fortaleza de Santa Teresa |
Una vez
instalado en San Fernando de Maldonado, la confianza institucional se incrementa,
nombrándole el 17 de julio de 1778, ministro de la Real Hacienda de Maldonado –
debemos entender el cargo de ministro de Real Hacienda como la de un
funcionario del erario público –.
A la llegada
de Pérez del Puerto, la región permanecía siendo una zona fronteriza inestable,
escasamente poblada, a pesar de que el gobernador de Buenos Aires había
otorgado concesiones de tierras realengas a algunos funcionarios en las
inmediaciones de Rocha. El territorio adolecía de una estructura defensiva apropiada,
y las particularidades geográficas de la zona, conformada por lagunas, arroyos,
cerros, zonas pantanosas, etc., le volvían propicia para el campeo de
contrabandistas y malhechores. En el relato de sus impresiones expresa:
“Desde mi
ingreso a este destino y empleo de ministro de Real Hacienda que fue en el año
de 1778, junto con varias comisiones y establecimientos confiados por esa
superioridad, reconocía la lastimosa constitución de este Departamento (de Real
Hacienda), su escasa población y la indigencia de sus cortos habitantes,
consistiendo principalmente las tales cuales conveniencias de algunos pocos
individuos en la ocupación de pulperías, etc., atenidos al dinero de la tropa y
demás erogaciones del real servicio, en razón
de las atenciones y cuidados de este punto (Maldonado), Santa Teresa y frontera de
Portugal, cuyos incrementos miraba como muy pasajeros y de muy corta
consideración para el verdadero fomento de los Pueblos, faltando los productos útiles
de que eran capaces estos campos, los cuales por su escasa población, cerros,
esterales, arroyos, lagunas, etc. proporcionaban todo género de recursos, no
sólo a las fieras sino también a los hombres abandonados, contrabandistas,
abigeos y malhechores para usar impunemente de sus asechanzas, con terror de
las gentes y aún mismo de los pueblos”.[15]
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Zona del Río de la Plata y Sureste Uruguayo |
A fines de
1779, Pérez del Puerto había reconocido los territorios de su jurisdicción, y
como funcionario de Hacienda, estaba comisionado para la recaudación de las
reales rentas procedentes del tabaco y naipes, cuya colecta realizaba sin costo
para el erario público. Se le asignaron nuevas atribuciones fiscales debiendo
establecer en estas tierras las nuevas tasas de la alcabala, almojarifazgo,
despacho de guías, etc., que de igual modo ejecutó con gran diligencia.
Tras la
firma del tratado de San Ildefonso en 1777, los fuertes fronterizos de San
Miguel y Santa Teresa quedaron bajo jurisdicción española, siendo necesaria su
organización financiera. Rafael Pérez diseñó un plan administrativo para las
fortificaciones aprobado por sus superiores, en el que conciliaba la mayor
economía con el mejor servicio al rey. Asimismo tuvo a su cargo el habilitar
los medios necesarios para que los portugueses que residían en las villas de
San Carlos, San Fernando de Maldonado y los procedentes de la colonia de
Sacramento pudieran retornar a tierras portuguesas. De igual modo, a raíz de la
guerra de España con Inglaterra y ante la inminente llegada de la escuadra
inglesa al Río de la Plata, colabora con el comandante militar, preparando las
medidas defensivas del territorio.
En la década de los ochenta recibe
el encargo de acomodar a cerca de 200 familias procedentes de la Península, que
iban destinadas a repoblar la costa patagónica, y que provisionalmente se establecieron
en San Carlos y Maldonado bajo la autoridad de Pérez del Puerto.
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A inicios de 1783, el
virrey Vértiz y el intendente Fernández comisionan a Pérez del Puerto para que
establezca una población en la demarcación de Maldonado, asentando 40 familias
peninsulares, distintas a
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Torre
Vigía en Maldonado, construida bajo la dirección de Rafael Pérez en 1800 para
controlar el Río de la Plata.
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“He tenido la comisión para la erección y dirección de la villa de la Concepción, situada en las Minas de Maldonado, de donde dista como quince leguas, la que se halla formada con todos los edificios de mampostería y teja, que a pesar de un incesante trabajo he podido verificar la construcción y acopio de esta clase de materiales con la posible brevedad y mucho ahorro de la Real Hacienda, atendiendo al crecido número, a la cantidad de especies, pues no ha bajado de 14.000 carretadas de piedra, 250.000 ladrillos, 200.000 tejas, y a proporción un crecido número de maderas, cañas y fanegas de cal, con la construcción de hornos respectivos, con las demás menudencias de un campo despoblado donde se carecía de todo auxilio, pues casi fue preciso formar el mismo pueblo al principio de madera y paja, para la habitación de las gentes y colocación de los útiles, víveres y operarios, para poder seguir la construcción formal, con sólo la ayuda de los pobladores y la corta y arriesgada de los indios de mera ración, que es bastante conocida su inutilidad e incómoda su existencia por considerarse todos ellos como forzados, sin haber concurrido ingenieros ni maestros mayores que pudieran hacer descansar en el progreso de esta reales obras[16]”.
Tras un
lustro de actuaciones, Rafael Pérez recibía encomiables valoraciones de sus
superiores. El tribunal de la Real Hacienda manifestaba el 3 de noviembre de
1784: “y en todas (las rendiciones de cuentas) acredita el celo, el honor e
inteligencia con que administra los intereses del rey y la vigilancia con que
atiende al desempeño de sus deberes”.
El fiscal de la Junta de la Real Hacienda refería el 25 de
noviembre: “...parece que no puede dudarse que ha sido un
celoso ministro y un buen servidor del rey, sin embargo del exiguo sueldo de
que ha gozado...”. Y
la misma Junta de Real Hacienda, en un informe de 4 de diciembre de 1784
expresaba”: ...por donde resulta la pureza, exactitud y el interés con que se ha
manejado en el dicho oficio y comisiones que se le han encargado al dicho
ministro...[17]”
La tenencia
de las familias peninsulares bajo su responsabilidad y la formación de la villa
de Minas, le proporcionaron un profundo
conocimiento de los problemas y necesidades que iban surgiendo entre las gentes
asentadas en la región. De nuevo, la superioridad aumentó las funciones
rectoras de Rafael, orientadas a establecer nuevos pobladores que posibilitaran
una mayor expansión territorial en la comarca. Del Puerto asumió la tarea
tratando de conciliar el bienestar de las personas con las ventajas generales
que se obtenían por el aumento de la riqueza, la seguridad y la estabilidad en
la zona. Nuestro paisano consideraba que la tierra debía entregarse al
individuo de forma gratuita bajo unas consideraciones jurídicas, sin costos de
tramitación, y en parcelas de extensión moderada. Su idea central se encaminaba
a repartir los terrenos más complicados, dada su lejanía de los núcleos de
población, su configuración, o su emplazamiento estratégico en la proximidad de
la zona fronteriza. De este modo pretendía resguardar el territorio y
contrarrestar la circulación de malhechores y contrabandistas.
La labor de
Pérez del Puerto comenzó a modificar la fisonomía del este uruguayo, a medida
que los hombres, animados y auxiliados por nuestro protagonista iban
instalándose en esta zona, hasta el momento casi desértica.
De su vida familiar, nos consta que hallándose soltero, contrajo
matrimonio el 29 de abril de 1787 en la parroquia de Nuestra Señora de la
Merced de Buenos Aires[18] con Ana Gertrudis Mendinueta, de ilustre
estirpe, hija del Capitán Lázaro Bernardo de Mendinueta y de Bartola Gayoso y
Aldunate. Los Libros Parroquiales de San Fernando de Maldonado
registran el nacimiento de dos hijos: Manuela, nacida el 7 de junio de 1790, y
José María Ambrosio, que nació el 7 de
noviembre de 1793. De sendos retoños fueron padrinos sus tíos, el Comandante de
Maldonado y Capitán de Dragones Manuel Gutiérrez Verona y su esposa Ana
Mendinueta.
5. La formación de los pueblos de la banda
oriental uruguaya.
La franja oriental uruguaya continuaba manifestando los problemas de las
décadas antecedentes: Inestabilidad de la frontera pactada en la paz de San
Ildefonso, contrabando, mala distribución de la tierra, inseguridad para los
residentes, familias peninsulares en depósito esperando una ubicación
definitiva, etc. El virrey marqués de Loreto, buscó soluciones iniciando
consultas con personas que tenían experiencia en la problemática de la región.
Se elaboraron informes proponiendo soluciones de distinta índole, todos
consideraban conveniente formar pueblos con las familias peninsulares, pero
discrepaban a la hora de su ubicación. Unos creían necesario establecer una
serie de poblaciones sobre la misma línea de la frontera nordeste, el otro
criterio era establecer poblaciones entre Maldonado y el fuerte de Santa Teresa,
a lo largo de los distintos arroyos que
afloraban por la franja oriental.
Nicolás
de Arredondo, nuevo virrey, requirió la opinión de Pérez del Puerto en 1791,
éste elaboró un informe con fecha 15 de septiembre, en el que desaconsejaba
constituir pueblos en la lejana frontera nordeste, pues aunque presentaban la
ventaja de tener grandes campos incultos, la formación de los mismos tendría un
alto costo por el acarreo de materiales, y habría que trasladar un contingente
militar para el resguardo de la población, sumado al desplazamiento de técnicos
y operarios. A ello, se le añadiría el traslado de contingente humano en
depósito, que haría la operación más dificultosa.
Nuestro paisano proponía ubicar algunas
familias en Maldonado, ya que su población era de corto vecindario, y con los
restantes pobladores formar uno o dos pueblos en la semidesértica zona
oriental. Estando analizando el asunto personalmente con el virrey, se recibió
una real orden que obligaba a las familias pobladoras sin destino definitivo, a
que se pusieran a disposición de la Real Compañía Marítima para ser reubicadas
en establecimientos que iban a formarse en la costa patagónica.
Tras sopesar
la cuestión, el virrey adoptó al pié de la letra el informe y memoria de Pérez
del Puerto, decretando el 5 de enero de 1792 la formación de tres pueblos, uno
sería el propio Maldonado, y los dos restantes se ubicarían entre Maldonado y
el fuerte de Santa Teresa. Para ello, se dotó al ministro de amplias facultades
en la dirección y el gobierno de los incipientes establecimientos, dadas sus
acreditadas aptitudes en los encargos precedentes.
Del Puerto emprende una marcha de
reconocimiento en 1792, acompañado de un ingeniero y otros expertos a fin de
encontrar el emplazamiento idóneo de sendos pueblos. Transitan entre Maldonado
y el fuerte de Santa Teresa, sin encontrar un lugar convincente. Practica un
segundo reconocimiento atendiendo a las noticias que le llegan, respecto de que
en las inmediaciones del arroyo de Rocha existen tierras adecuadas para emplazar
un pueblo. Del Puerto considera que el lugar tiene buenas condiciones pero
presenta dos inconvenientes: Ausencia de tierras para formar ranchos con los
nuevos pobladores, y el estar ocupados los terrenos adyacentes al arroyo de
Rocha por algunos individuos que habían formado allí sus estancias, y que
deberían ser trasladados a otros lugares.
Reunidos los
informes en la Junta Superior de Real Hacienda, se decretó el 31 de julio de
1793 la formación de un pueblo en el pago de Rocha, y la refundación de la
villa de San Carlos y de la ciudad de San Fernando de Maldonado, que aunque
existían, se consideraron pueblos de nueva creación. A su vez, la Junta
encomendaba a Rafael Pérez la dirección de las nuevas obras de restauración que
se realizarían en los fuertes de San Miguel y Santa Teresa.
6. La
fundación de Rocha.
A finales del año
1793, Pérez del Puerto tenía todo preparado para dirigirse al pago de Rocha y
trazar los espacios urbanos. El 22 de noviembre de 1793 emprende el camino, y
una vez instalado en el paraje, comenzó a delinear las calles. El
amanzanamiento se ejecutó de acuerdo con los dictámenes reales: Cien cuadras
cuadradas de 100 varas de lado, subdivididas en solares de 25 varas de frente
por 50 de fondo. Inmediatamente se iniciaron las obras formando el cuerpo de
guardia, un almacén de herramientas, la capilla provisional y una estancia para
el capellán, todas fabricadas con ladrillo.
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Casa Fundacional de Rocha |
La capilla quedó inaugurada el 23 de noviembre de 1794 bajo invocación de
Nuestra Señora de los Remedios, elegida patrona de la villa, probablemente por
elección de nuestro paisano.
El terreno que actualmente ocupa la ciudad de
Rocha era pertenencia de José
Texeyra Caballero y con anterioridad a 1790,
había sido propiedad de Manuel Balao y Vicente Machado, quienes a requerimiento
de Rafael Pérez permutaron las haciendas
por otros campos situados en la Estancia del Rey.
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La población de Rocha se fue
conformando lentamente. De las 40 casas proyectadas, tan sólo se habían
construido 4 viviendas en 1795, y dos más en 1799. El proceso formativo de
Rocha produjo muchos desvelos a Pérez del Puerto, que soportó unas condiciones
mucho más complejas que las afrontadas en la villa de Minas. Rocha no fue
promovida por la Hacienda Real, sino que las obras y materiales debían
contratarse a asentistas. La mano de obra fue escasa, ya que no hubo aportación
de operarios indígenas ni de los
patriarcas familiares que debían instalarse en la villa, pues los
pobladores todavía estaban por designar. Unido a que Rafael tenía asignados
otros cometidos relacionados con las obras en los fuertes de Santa Teresa, San
Miguel, Cuartel de Dragones en Maldonado, etc.
Asimismo,
tuvo que resolver el desalojo de algunos individuos instalados en aquel pago,
aplicando siempre un criterio de compensar a los desalojados, pese a que se le
había dado instrucciones de no resarcir a los que careciesen del título de
propiedad.
Desde
principios de 1799, el marqués de Avilés ocupaba el cargo de virrey de Buenos
Aires, y deseaba colocar sin espera a las familias en depósito transitorio.
Nuevamente se planteó instalar a las familias peninsulares en la frontera
nordeste con Brasil, a instancias del comandante militar Azara, dándoles
ocupación en la actividad ganadera. Tal decisión vendría a suponer el abandono
de la población de Rocha.
Conocida la
reputación y solvencia de Pérez del Puerto, el virrey Avilés le llamó a
consultas. En febrero de 1800 Rafael presentó un informe que nuevamente fue
decisivo. El virrey instruyó un decreto fechado el 18 de marzo de 1800, que
daba continuidad a la formación de Rocha, permaneciendo bajo el auspicio de
nuestro protagonista, sin tener que ajustarse a las 40 familias prefijadas.
Pese a que
una y otra vez, sus reiteradas diligencias no terminaban de recibir una
respuesta firme de las autoridades, el ministro de Real Hacienda no se
desalentó y siguió apostando por el desarrollo de Rocha, bien posicionada entre
Maldonado y Santa Teresa. Finalmente pudo culminar la formación de la población
entre 1800-1801, con la conclusión de 23 viviendas destinadas a familias
peninsulares, que serían los vecinos fundadores de Rocha.
Pérez del Puerto expidió un decreto con fecha 30 de diciembre de 1801,
señalando la jurisdicción territorial de
la villa, cuyos límites fueron por mar, desde el arroyo Garzón hasta el de
Castillos, y por tierra desde el Alférez
hasta el Cebollatí. También designó a su autoridad en la figura de un alcalde
de hermandad, recayendo en Miguel Antonio Zalayeta.
A la
postre, pudo felizmente consumarse la laboriosa, impecable e inteligente
gestión de nuestro eminente aspense, fundador de la próspera ciudad de Rocha,
municipio que cuenta con un gran conjunto de recursos naturales y turísticos.
En la actualidad, el municipio de Rocha está próximo a los 30.000 habitantes, y
es la capital del departamento del mismo nombre. En el año 2003, la ciudad
celebró su 210 aniversario con una serie de actos conmemorativos, llevando a
cabo un homenaje a su insigne fundador Rafael Pérez del Puerto y un
reconocimiento a la historiadora Florencia Fajardo Terán.
Nuestro paisano no regresaría a su tierra
natal, concluyendo los últimos años de su vida en Buenos Aires, falleciendo en
torno al año 1834.
Juan Antonio Martínez
Alfonso.
Gonzalo Martínez Español.
BIBLIOGRAFÍA y NOTAS:
FAJARDO TERÁN, Florencia (1955): Historia
de Rocha. Montevideo.
– (1974) “El
proceso colonizador en el río de la plata: Pérez del Puerto y los orígenes de
Rocha”. Revista Anuarios de estudios americanos nº 31. C.S.I.C. Sevilla, pp.
269–322.
NOTAS
[1]Archivo
Municipal de Novelda. Protocolo de José Mazón 1714-1717. Escritura de
obligación de Sebastián Alfonso y otros a José Pérez. Aspe, 25 de noviembre de
1717, fol. 2.
[2] A. M.
N. Protocolo de José Mazón 1718-1722. Escritura de obligación de José Pastor a
José Pérez. Aspe, 8 de noviembre de 1720, fol. 63.
[3] A. M.
N. Protocolo de José Mazón 1723–1726. Escritura de obligación de Alfonso
Martínez y otros a José Pérez. Aspe, 29 de abril de 1724, fol. 41.
[4][4] A. M. N.
Protocolo de López del Baño 1733–35. Escritura de requerimiento y
reconocimiento de José Pérez Cañizares al rector don Cebrián Ruiz. Aspe, 21 de
febrero de 1733, fol. 5.
[5] A. M.
N. Protocolo de López del Baño 1731–32. Escritura de dote de José Pérez,
Estacio Alcaraz y Gerónima Pilar a favor de José Pérez y Feliciana Alcaraz.
Aspe, 26 de febrero de 1731, fol. 27/v.
[6] Para
clarificar las conversiones de moneda, hay que decir que 1 real valenciano equivalía a 1 real y medio
castellano, y 10 reales valencianos tenían el valor de 1 libra.
[7] A. M.
N. Protocolo de Francisco del Pilar 1726–1731. Escritura de poder de Claudio y
Francisco Alberola a favor de José Pérez. Aspe, 6 de julio de 1726, fol. 61.
[8][8] A. M. N.
Protocolo de Pedro Montllor 1736–1739. Testamento de José Pérez y Ana
Cañizares. Aspe, 28 de diciembre de 1736, fol. 51.
[9] A. M.
N. Protocolo de Francisco del Pilar 1708-20. Inventario de los bienes de Miguel
Puerto. Aspe 18 de octubre de 1710, fol.
103.
[10] A.
M. N. Protocolo de Joseph Mazón 1718-1722. Testamento de Ginés Puerto y
Francisca Cerdán. Aspe, 24 de febrero de 1719, fol. 24.
[11] A.
M. N. Protocolo de López del Baño
1731–1732. Obligación del Ayuntamiento al tesorero de la bula de la Santa
Cruzada. Aspe, 13 de febrero de 1732, fol. 15.
[12] A.
M. N. Protocolo de Francisco del Pilar 1732-40. Testamento de Ginés Puerto y
Francisca Cerdán. Aspe, 20 de abril de 1739, fol. 12/v.
[13] A.
M. N. Protocolo de Antonio Alzamora 1763. Testamento de José Pérez Cañizares,
Aspe 13 de octubre de 1763, fol. 38.
[14] Fajardo Terán, Florencia:
El proceso colonizador en el Río de la Plata... p. 278.
[15] Ídem. p. 282–-3.
[16] Ídem p. 287–8.
[17] Ídem p. 289.
[18]
Archivo de la Parroquia-Basílica de Nuestra Señora de la Merced, Archidiócesis
de Buenos Aires. Tomo 5E, libro nº 7 de matrimonios, fol. 456.
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