LA PLAGA DE LANGOSTA EN ASPE, 1756-1758.
Publicado en la revista La Serranica nº 50, 2012
Publicado en la revista La Serranica nº 50, 2012
La
década de 1750 fue especialmente aciaga para Aspe, viéndose colmada de
calamidades. En 1751 una gran riada en el cauce del río Tarafa generada por
lluvias torrenciales, produjo estragos en las tierras de cultivo, destruyó
acequias, rafas, el acueducto del Hondo de las Fuentes y el Puente del Baño. En
1756 una enorme plaga de langosta originaria de Extremadura, invadió las
tierras del Vinalopó devorando los cultivos, avivándose el insecto en los dos años
siguientes. En 1757 una epidemia de fiebres causó alrededor de 60 defunciones y
más de 1.000 enfermos entre los vecinos de Aspe, como consecuencia de haber
ingerido las aguas infectadas que se conducían mediante una cañería, desde la
Rafa del Fauquí -situada en el Hondo de las Fuentes- a una fuente instalada en
la Plaza Mayor[1]. En
1758 la intensa sequía produjo gran esterilidad en los campos, especialmente en
las tierras dedicadas al cultivo de cereales en el secano. Esta concurrencia de
infortunios sumió al municipio en una gran penuria durante varios años, originando
un creciente desabastecimiento por la ausencia de cultivos y el alza de los
productos de primera necesidad. Asimismo, la villa se vio imposibilitada para
hacer frente al pago de las contribuciones estatales, lo que le indujo a cursar
una petición al rey Fernando VI, solicitando la dispensa de impuestos.
Las
plagas de langosta.
Durante la Edad
Media y Moderna, las intermitentes apariciones de grandes concentraciones de
langosta fue una de las adversidades naturales más inquietantes para nuestros
antepasados. El miedo a la catástrofe y a la miseria originada por la plaga de
langosta, asociaba la presencia del insecto con el envío de un castigo divino
de reminiscencias bíblicas, consecuencia de las ofensas y pecados cometidos por
el hombre contra Dios. La voracidad de este ortóptero provocaba efectos
catastróficos en la producción agraria, siendo objeto de estudio por algunos naturalistas
de la época como el irlandés Bowles.

Desde
época medieval, estos ortópteros causaron devastaciones en los campos
valencianos. En las primeras décadas del siglo XVIII hallamos varias incidencias
de la langosta en distintas comarcas alicantinas, aflorando en Castalla, Elda,
Huerta de Alicante, Orihuela, Alcoy, etc., cuyos efectos dañinos no llegaron a
alcanzar grandes proporciones. Si bien, durante los años 1755-56, se generó una
colosal plaga de langosta que produjo enormes estragos en la mitad inferior de
la Península Ibérica, afectando notablemente a las comarcas alicantinas.
La
irrupción de la langosta por las tierras del Vinalopó en 1756.
Las dehesas
extremeñas propiciaron la creación de una monumental plaga de langosta en 1755,
a consecuencia del gran número de insectos hembras nacidos en el año anterior[2].
La devastadora oleada fue desplazándose en los años 1755-56 atravesando
Andalucía, La Mancha y Murcia hacia el este peninsular. A comienzos de julio de
1756, la langosta se introdujo por el corredor de Almansa hacia el valle del
Vinalopó, Hoya de Castalla, Condado de Cocentaina, etc. Desde Villena, el
embate de la langosta fue extendiéndose hacia Sax, Elda, Petrer, Monóvar,
Novelda, Aspe, Monforte, Alicante, Elche[3],
etc.
La
insaciable vorágine irrumpió el 9 de julio en Elda, avanzaba a razón de dos
leguas diarias aproximadamente, alcanzando el término de Aspe en torno al 14 de
julio. Las autoridades comarcales se movilizaron para tratar de mitigar el daño
que iba a ocasionar la avidez del ortóptero. El gobernador del corregimiento de
Orihuela, coronel Pedro de Narváez, se instaló en Aspe con el fin de realizar
un puntual seguimiento de la plaga y dictar las pertinentes providencias para
combatirla en su jurisdicción.
El 17 de julio,
el obispo de Cartagena -que ostentaba el cargo de presidente del Real Consejo
de Castilla- remitió un conjunto de instrucciones a Narváez. Le exhortaba para
que los pueblos del corregimiento oriolano delimitasen los lugares donde ovara
la langosta, al objeto de destruir el canuto con posterioridad, secundando los
preceptos dictados por el Real Consejo de Castilla en 1755, conducentes a la
extinción de la langosta. El obispo adjuntó varias copias de la Real
Instrucción, con el propósito de que fueran distribuidas entre los justicias de
los municipios. La Real Ordenanza recopilaba el método a seguir para combatir al
insecto en sus diferentes estados de desarrollo: ovación o canuto, feto o mosquito y
adulto o saltadora. Asimismo, el
prelado dictaminaba que las autoridades locales concretasen la porción de
langosta que cada vecino tenía la obligación de capturar, sin exclusión de
clases sociales. Una vez recogida la langosta, sería pesada para recibir una
gratificación y enterrada en los lugares señalados por las autoridades,
distanciados del núcleo urbano. Los gastos ocasionados en eliminar al ortóptero
debían correr a cuenta de las arcas municipales de propios y arbitrios. Si éstas
se hallaban exhaustas se realizaría un reparto entre los vecinos en función de
su hacienda. También se exigía que los municipios llevasen libros
contabilizando la langosta recogida en su término y los desembolsos monetarios ocasionados
en atraparla.
Los
procedimientos utilizados para combatir la langosta eran rudimentarios y limitados.
La Real Instrucción recomendaba la utilización de una especie de cazamariposas
denominado bueytrón, aunque se
emplearon diversos ingenios para la captura del insecto. A la par, las
localidades afectadas recurrieron a implorar la piedad divina realizando
multitud de ceremonias religiosas: misas, procesiones, rogativas, conjuros,
exorcismos, bendición de los campos, etc. Ritos que estaban presididos por los
santos protectores y las distintas advocaciones de la Virgen María. Igualmente
se expuso el Santísimo Sacramento en muchos lugares para implorar la erradicación de la plaga.

Tras la
incursión de la langosta en las tierras del Vinalopó, el corregidor oriolano
remitió una circular fechada 21 de julio a las autoridades de Aspe, Novelda,
Monóvar, Elda y Petrer[5],
trasmitiendo las órdenes del obispo de Cartagena encaminadas a combatir la
langosta. Asimismo, tras la recepción de un informe del presidente de la Junta
de Sanidad de Alicante. Narváez emitió un comunicado signado el 25 de julio,
indicando a los munícipes de su distrito que la langosta perecida en acequias,
fuentes, azarbes, balsas, pozos, y demás infraestructuras hídricas, a la vez
que contaminaba el agua, infeccionaba el aire con su putrefacción. Por ello,
ordenó a los pueblos de su corregimiento el mayor cuidado y limpieza de estas
instalaciones, así como que el insecto recogido en campos y huertas no fuera
quemado sino enterrado, a causa del
pestilente olor que desprendía[6].
Una vez dispensadas las instrucciones, Narváez advirtió gran lentitud y omisión
del cumplimiento por parte de las autoridades de Aspe. El 28 de julio, acompañado
por un alcalde ordinario de la villa, el corregidor inspeccionó personalmente
las balsas, fuentes, acequias, etc., situadas en las inmediaciones de Aspe: “… y en todos ha encontrado intolerable
inmundicia de langosta corrompida, que por precisión su hedor ha de causar no
pocas enfermedades con riesgo de contagiosas, contraviniendo en este particular
a la rigurosa providencia comunicada por la Junta de Sanidad…[7]”.
En consecuencia
Narváez ordenó a las autoridades de Aspe:
1º Que la
Justicia de la villa proveyese las cuadrillas necesarias para limpiar
diariamente las balsas, acequias, fuentes, río y demás conductos descubiertos
durante el tránsito de la langosta.
2º Todo el
insecto recogido a cuenta del Ayuntamiento se había de enterrar en zanjas
hondas.
3º Se nombrasen
12 expertos al frente de sus respectivas cuadrillas, que recorriendo todo el
término municipal, demarcaran los lugares y parajes donde hubiese ovado la
langosta, para actuar posteriormente bajo los criterios gubernamentales.
4º Por último,
que se designasen comisarios para supervisar las operaciones de limpieza
diaria, en especial de las aguas. Se encomendaba al Justicia de la villa y a
los comisarios la obligación de informar diariamente al corregidor sobre el
trabajo practicado por las cuadrillas. En caso de negligencia y abandono, se
actuaría contra los responsables con el mayor rigor. Las resoluciones
decretadas por Narváez debían insertarse en el libro de Cabildos del
Ayuntamiento de Aspe.
Los corregidores
alicantinos remitían informes al Duque de Caylús – intendente de Valencia–
sobre la evolución de la langosta en sus respectivos distritos. El gobernador de
Alicante comunicó a Caylús el procedimiento adoptado en Monforte para combatir
al insecto. La captura de langosta resultaba poco efectiva durante el día
porque el ortóptero levantaba el vuelo al acometerlo. En cambio, desde la
puesta del sol hasta el amanecer la langosta permanecía inmóvil –supuestamente
ante el descenso de la temperatura–. Por ello, en el transcurso de la noche e
iluminándose los vecinos con antorchas, se observó que la langosta quedaba
suspendida por el resplandor y era más fácil atraparla: “… el modo es llevando sacos y con las manos ponerla dentro, y para no
estrujarla del todo, con escobas la ahogan hasta llevarla al paraje destinado a
pesarla, para la correspondiente satisfacción y pago, y se abren zanjas de seis
palmos de profundidad para enterrarla…[8]”.
Practicando este
método, los monfortinos habían capturado en la noche del 23 de julio 111
arrobas de langosta. El 27 de julio, el intendente Caylús ordenó a Narváez que
se notificara a los pueblos del corregimiento oriolano el procedimiento seguido
en Monforte –integrado en la gobernación de Alicante– para combatir la plaga.
De igual modo, el intendente requirió una serie de exigencias a los municipios:
- Que
se anotara la cantidad de langosta capturada en cada pueblo y el precio
retribuido por su captura.
- El
procedimiento seguido para la extinción.
- El
daño estimativo que había ocasionado en los cultivos.
- Las
medidas asumidas para la limpieza del agua.
- Los
lugares en que habían sido soterradas.
Mandatos que
fueron notificados el 1 de agosto a los pueblos de la demarcación oriolana[9].
La langosta permaneció activa en las comarcas del Vinalopó a lo largo de tres
semanas, comenzando a aminorar sus efectos en los primeros días de agosto.
Carecemos de datos que nos permitan conocer el desarrollo puntual de la plaga en
Aspe, pero debió evolucionar de modo similar al municipio de Novelda. Los
noveldenses comenzaron las labores de extinción de la langosta el día 16 de
julio, no cesando en la persecución hasta el 6 de agosto. La retribución
económica percibida fue variando en función de las dificultades que ofrecía la
captura del vivaz insecto:
CAPTURAS
DE LANGOSTA EN NOVELDA EN 1756[10]
|
||
FECHAS
|
ARROBAS
|
RETRIBUCIÓN
|
Del 16 al 22 de julio
|
3.693
|
1 sueldo/@
|
Del
23 de julio al 1 de agosto
|
2.567
|
1 sueldo/@ hasta el 25/7
1 sueldo, 6 dineros/@
|
Del 2 a 6 de agosto
|
183
|
2 sueldos/@
|
En las tres semanas
de persecución del ortóptero, la villa de Novelda prendió 6.443 arrobas. Una
estimación realizada en Alicante contabilizó 432 langostas en una libra. La
arroba estaba fraccionada en 24 libras, por tanto, una arroba suponía alrededor
de 10.300 ejemplares[11].
Realizando una estimación numérica de los insectos capturados en Novelda, las
6.443 arrobas supusieron más de 64.000.000 millones de langostas, lo que nos da
una idea de la ingente cantidad de ejemplares que conformaron la colosal plaga.
En tierras
hispanas, el ciclo vital de la langosta no es homogéneo. La eclosión de los
huevos no se produce de modo simultáneo, sino que se realiza gradualmente en
función de la temperatura del suelo, mezclándose adultos y ninfas. A finales de abril los insectos adultos más precoces comienzan su
actividad sexual, e inician el vuelo para comenzar la puesta de huevos en mayo,
perdurando hasta el mes de agosto en los ejemplares más tardíos. Las hembras realizan
una cavidad cilíndrica en el suelo de 5 a 8 cm. para depositar los huevos y
segregan una sustancia espumosa para unirlos que se denomina canuto, después
recubre el orificio con la boca permaneciendo los embriones enterrados. A fines
de julio comienza la disgregación de las langostas y el debilitamiento de la
comunidad pereciendo los insectos con los primeros fríos.
La irrupción de la langosta vino a
depositar cientos de millones de huevos en nuestras comarcas. La Real
Instrucción prescribía el procedimiento a seguir. Ineludiblemente había que
arar los campos, así como en las zonas menos accesibles, era preciso utilizar
azadas, palas y barras de hierro para remover la tierra. Esto se complementaba
con la introducción de animales domésticos (cerdos, gallinas, pollos, etc.)
para que comieran los huevos. El corregidor de Orihuela, que permanecía en
Aspe, escribió el 4 de agosto al obispo de Cartagena, indicándole que se
hallaba a la espera de recibir órdenes para comenzar la labranza de los campos.
A la vez, comentaba los efectos producidos en los cultivos de Aspe: “… y aunque el daño ha sido considerable en
árboles, viñas, anises y otras hierbas, se reconoce vuelven con fuerza la mayor
parte de los maizes con el riego…[12]”
El obispo de Cartagena respondió a Narváez, señalando que además de labrar
los lugares donde hubiera depositado los huevos la langosta, había que
introducir el ganado de cerda para que devoraran los embriones, tal como
prevenía la ordenanza[13].
DAÑOS
CAUSADOS EN ASPE POR LA LANGOSTA EN 1756[14]
|
||||||||
EDAD
|
LABRADOR
|
TAHÜLLAS VIÑEDO
|
TAHÚLLAS OLIVAR
|
TAHÚLLAS ANÍS
|
TAHÚLLAS
BARRILLA
|
IMPORTE LIBRAS
|
TOTAL
|
|
60
|
Joseph
Pujalte
|
50
|
24
|
30
+ 36
|
66
|
|||
34
|
Antonio Mira
|
30
|
8
|
7
+ 25
|
32
|
|||
48
|
Joseph Alenda
|
10
|
5
|
5
|
||||
34
|
Miguel
Pujalte
|
20
|
36
|
36
|
||||
25
|
Tomás Cerdán
|
11
|
20
oli.
|
3
+ 3
|
6
|
|||
56
|
Juan Alcaraz
|
2 ½
|
14
oli.
|
4
+ 3
|
7
|
|||
38
|
Juan A.
Cremades
|
20
|
30
|
30
|
||||
30
|
Alonso
Hernández
|
16
|
23 Hig
|
12
+ 3
|
15
|
|||
41
|
Cayetano
Castelló
|
19
|
20
|
20
|
||||
24
|
Joseph
Cremades
|
10
|
3
sembradas
|
11
+ 10
|
21
|
|||
50
|
Pablo Sánchez
|
31
|
21
|
21
|
||||
50
|
Joseph Aracil
|
13
|
6
|
6
|
||||
40
|
Manuel
Martínez
|
7
|
30
|
7
+ 33
|
40
|
|||
60
|
Joseph
Almodóvar
|
8
|
6
|
6
+ 6
|
12
|
|||
31
|
Francisco
Cerdán
|
18
|
30
|
30
|
||||
42
|
Francisco
Sánchez
|
26
|
40
|
40
|
||||
44
|
Juan
Sánchez
|
17
|
42
|
42
|
||||
33
|
Manuel
Sánchez
|
40
|
80
|
80
|
||||
52
|
Joseph
Gumiel
|
15
|
20
|
20
|
||||
52
|
Joseph
Vidal
|
26
|
15
|
10
|
40+36+16
|
92
|
||
50
|
Antonio
Martínez
|
14
|
50
|
2,5
+ 36
|
38,5
|
|||
55
|
Joseph Martínez
|
15
|
30
|
12
+ 25
|
37
|
|||
66
|
Jaime Cerdán
|
24
|
1
Tah hig
|
40
+ 4
|
44
|
|||
67
|
Carlos Botella
|
38
|
5
|
30
+ 16
|
46
|
|||
59
|
Francisco Irles
|
24
|
7
Tah hig
|
24
|
24+11+7
|
42
|
||
37
|
Francisco
Sepulcre
|
8
|
15
|
15
|
||||
TOTAL
|
843.5
|
|||||||
Tras el arado y
cavado de las tierras ovadas por la langosta, salieron a la luz enormes
cantidades de canuto. La Real Instrucción disponía la obligación de recolectar
el canuto y destruirlo. En Novelda, el Cabildo decretó el 28 de agosto la
obligación vecinal de recoger 600 barchillas de canuto de langosta, repartidas
entre los vecinos según sus haciendas, debiendo ser conducidas al porche del
Ayuntamiento. Una vez acopiados los canutos, el 21 de septiembre fueron
transportados a la rambla del río Vinalopó, enterrados en una zanja que fue
recubierta de agua, manteniéndose el agua varios días, hasta que éstos quedaron
deshechos[15].
La Corona quiso conocer
el alcance de los estragos ocasionados por la voracidad del ortóptero. El monarca Fernando VI emitió una cédula real el 10
de agosto de 1756, ordenando la confección de listados en lo que se registrasen
los daños de mayor cuantía producidos por la plaga. Siguiendo el conducto
administrativo, el intendente valenciano ordenó a los corregidores del reino de
Valencia la ejecución de diligencias para tomar declaraciones. El procedimiento
seguido fue emitir bandos en los pueblos, comunicando a los vecinos que a partir del tercer día de emisión del
pregón, acudiesen a sus cabezas de partido para declarar los perjuicios
sufridos. La villa de Aspe proclamó el bando el 19 de septiembre, acudiendo 26
vecinos a Orihuela. Se les tomó declaración los días 22 y 23 de septiembre. Los
labradores manifestaron daños en viñedos,
higueras, olivares, anises y barrilla.
La cosecha de cereales pudo resguardarse al haber realizado las tareas de la
siega y la trilla con antelación a la llegada del ortóptero.

Ante
la excepcional dimensión que alcanzó la plaga de langosta en 1756, el rey Fernando VI adoptó la decisión de proteger los
campos afectados con la reliquia de San Gregorio. Una Real Provisión de 14 de
octubre de 1756 decretaba que la cabeza-reliquia de San Gregorio peregrinase
portada por 4 cofrades, recorriendo los lugares que habían padecido el
infortunio. La finalidad era realizar los pertinentes conjuros protectores con
su agua bendita. Se inició el recorrido por Teruel, prosiguiendo por Valencia,
Alicante, Murcia, Granada, Málaga, Córdoba, Sevilla, Extremadura y La Mancha,
en un periplo que se prolongó durante cuatro meses. Llegó la comitiva a tierras
alicantinas a finales de noviembre. Desde Villena siguió su tránsito hacia
Elda, Monforte, alcanzado la ciudad de Alicante el 13 de diciembre. Muchos
pueblos enviaron emisarios al paso del séquito que portaba la cabeza de San
Gregorio, los comisionados podían obtener el preciado líquido bendecido aportando
una limosna. El fluido se filtraba a través de un orificio practicado en la
calavera-reliquia del santo. Obtenida el agua milagrosa, los delegados retornaban
a sus respectivas localidades, para que el agua fuera esparcida por los campos
conjurando unas oraciones[17]. Sin duda, los delegados
de Aspe acudieron a la localidad de Monforte, donde la comitiva portadora de la
reliquia hizo escala, aprovisionándose de la correspondiente ración de agua bendita
para salvaguardar los campos.
El rebrote de la langosta en 1757
Mediando el mes
de febrero, el intendente de Valencia decidió emitir un recordatorio dirigido a
todos los pueblos que habían padecido los estragos del insecto en 1756. La intendencia
había advertido cierta dejadez en la destrucción de los huevos de langosta. En
consecuencia les notificaba que era preceptivo arar y remover la tierra para
extraer el canuto de las zonas ovadas. La inminente llegada de las cálidas
temperaturas primaverales, iba a provocar el nacimiento de innumerables
langostas.
Pese
a las intensas y laboriosas tareas de recolección y eliminación del canuto,
multitud
de huevos quedaron depositados en zonas incultas y laderas de los montes. A
mediados de marzo y comienzos de abril del año 1757, comenzaron a eclosionar
los huevos en infinidad de lugares, coincidiendo con las lluvias y el calentamiento
del suelo. Nuevamente, los municipios destinaron gavillas de hombres para combatir el mosquito
de langosta – que era como se denominaba a las crías
incapaces de volar –. Desde el 22 de marzo hasta el 4 de mayo de 1757, el
Consistorio noveldense estuvo abonando
los salarios de varias cuadrillas de jornaleros y labradores atareados en la
persecución del mosquito y de los huevos del ortóptero. Medidas que tendrían
una aplicación similar en Aspe.

Las súplicas del
Consistorio aspense a la Corona en 1758.
De
nuevo se vivificó la langosta en Aspe en la primavera de 1758, a consecuencia
de las puestas del año anterior, adicionada con la esterilidad que estaban
sufriendo los campos por la ausencia de lluvias. El agotamiento físico y
económico que padecía la villa, hizo que el Cabildo aspense instara una
petición al soberano Fernando VI, fechada el 5 de abril de 1758, implorando la dispensa
de los impuestos estatales de 1757 y 1758, tras el compendio de calamidades que
la villa experimentaba. El suplicatorio exponía al monarca:
“La villa de Aspe, del
Reino de Valencia puesta a los pies de Vuestra Majestad, con la más humilde y profunda veneración que
debe, suplicando expone: Que hallándose constituido este pueblo y sus naturales
en la más suma miseria dimanada de la epidemia de langosta que en los dos años
pasados se introdujo en este territorio, que dejó arruinado los principales
frutos de que pende la precisa manutención, después de tantas fatigas que han
experimentado y experimentan estos vecinos en las padecidas enfermedades de que
Vuestra Majestad se halla entendido, y efectos todos de los afanes que
padecieron para extinguir tan nociva semilla, ocurre al presente que cuando se
esperanzaba ver aliviado tanto conflicto con la sementera del otoño pasado, la
falta de lluvias que en todo él se está experimentando, ha dejado áridos y
secos totalmente los sembrados, de manera que no se espera cosecha alguna de
granos, siendo como es el único remedio para subsistencia de este pueblo,
añadiéndose a este sensible quebranto el haberse avivado otra vez en este
término y sus comarcanos la mencionada epidemia de langosta, sin embargo de
haberse aplicado para su absoluta extinción, los más eficaces remedios desde el
mismo día que se dejó ver en esta villa, de cuya verdad mandará Vuestra
Majestad informar, y siendo así que estos melancólicos contratiempos hayan
reducidos sus vecinos a las mayores miserias y estrecheces, de modo que el se
hallaba más desahogado padeció el mismo conflicto.
Estimulada la
suplicante del superior dolor que le causa tan continuada calamidad y la
obligación en que se halla constituida, le ha parecido conveniente el ponerlo
en consideración de Vuestra Majestad, para que dignándose hacer mérito de tan
lamentables infortunios, condonar a estos vecinos las reales contribuciones, no
sólo del año antecedente, sino del actual, para que con este desahogo puedan
acudir al cultivo de sus haciendas, y demás necesidades que están padeciendo,
todo lo cual confía la suplicante del heroico y piadoso celo de Vuestra
Majestad, por cuya vida ruego a Dios nuestro señor le guarde los dilatados años
que su afecto desea y esta monarquía ha menester. Aspe y Abril 5 de 1758. M. P.
S. a los pies de Vuestra Majestad, sus más humildes y fieles criados Jaime
Cerdán, Regidor, Joseph Martínez, Joseph Cerdán, Alcalde Pedro Sánchez,
Bernardo Cerdán Síndico [18].
Tras el acuse de
recibo del suplicatorio en la Corte, la Corona requirió la comprobación de los
argumentos formulados por el municipio. El Consejo de Castilla ordenó al intendente de
Valencia Joseph de Avilés, que verificase los asertos formulados en el
rogatorio. El 18 de abril, el intendente de Valencia trasmitió la petición al
corregidor oriolano Pedro de Narváez. Éste debía encomendar la tarea a sujetos
de pericia que no fueran vecinos de Aspe. Narváez despachó carta al Concejo de Novelda
fechada el 22 de abril. En la misiva facultaba al alcalde Pedro Astor, para que
con la mayor premura, valiéndose de testigos y guardando el mayor sigilo a fin
de que no trascendiera a la vecindad de Aspe, cumplimentase un cuestionario que
le había remitido. Las pesquisas debían esclarecer los daños y miserias
generados por la langosta en la villa. Las preguntas formuladas fueron las
siguientes:
1º Si es cierto que los
vecinos de la villa de Aspe se hallan constituidos en suma miseria, y si esta
dimana de la epidemia de langosta que en los antecedentes años de 56 y 57 se
introdujo en el término de la villa de Aspe.
2º Si es cierto que
dicha langosta arruinó y deterioró los principales frutos de que pende la
manutención de aquellos vecinos, especificando cuales frutos son estos, y el
importe que valdrían los que dicen se han perdido y arruinado con dichos dos
años, por razón de la referida epidemia de langosta, poco más o menos.
3º Sobre si es cierto
que los trabajos continuos que hicieron los vecinos de la villa de Aspe para
extinguir la plaga de langosta, les resultó una grave y general epidemia de
enfermedades, que más le ha constituido en miseria.
4º Sobre si es cierto
que por la falta de lluvias en el presente año se hallan aquellos en el
conflicto de que la sementera que esperaban algún alivio en este año, se
experimenta estar los sembrados áridos y totalmente secos, de forma que no se
espera el que puedan coger cosecha alguna de granos, y que si ésta es el único
remedio para la subsistencia de los vecinos de dicha villa de Aspe.
5º Sobre si es cierto
que en el término de dicha villa y sus comarcanos se ha avivado la epidemia de
la langosta, la que continúa no obstante de hacerse sus diligencias para la
extinción.
Los munícipes de
Novelda respondieron con gran celeridad a Narváez. La declaración signada el 24
de abril, corroboraba las aserciones contenidas en el suplicatorio enviado por Aspe
a la Corte. Éstos manifestaron al corregidor oriolano[19]:
1º Que los
vecinos de Aspe se hallaban sumidos en la mayor miseria por las calamidades
sufridas en los años anteriores. A excepción del trigo y la cebada, la langosta
ocasionó importantes quebrantos en los restantes cultivos. A su vez, provocó la
pérdida de muchos jornales por impedir las labores en muchas tierras, y causó
elevados gastos en matarla. El informante aseveraba: “…En el segundo año consta al declarante padecieron igual o más calamidad
a causa de que ovó y avivó la langosta en muchas partidas de dicho término que
también les consumió las rentas…”
2º Las
principales cosechas de la villa eran vino, trigo, anises, cominos, panizos y
hortalizas. De las que derivaban buena parte de la manutención de la población.
Los peritos no alcanzaban a cuantificar monetariamente el daño causado por el
ortóptero en estos cultivos.
3º Confirmaron que los vecinos de Aspe y de la
comarca padecieron enormes fatigas y excesivos gastos en la persecución de la
plaga. Los aspenses atribuían la epidemia de fiebres a los afanosos trabajos
realizados para destruir al insecto y en la miseria sobrevenida, aserto que no
podían corroborar los informantes por no ser de su competencia profesional.
4º Certificaron
la esterilidad que padecían los cultivos en la comarca a causa de la carencia
de lluvias. Los comisionados habían practicado una inspección ocular y
verificado la escasa rentabilidad de la simientes sembradas en otoño. En 1758 no
se llegaría a recoger ¼ del grano utilizado en el plantío. Los cereales y el vino eran las dos principales cosechas
de la villa.
5º Que era
verídico que se había vivificado la langosta nuevamente en el término de Aspe.
No conocemos la
resolución que adoptó el rey Fernando VI. Puede que el monarca eximiera al
municipio de algún porcentaje de los impuestos, pero no de la totalidad. Si
bien, en 1762 la villa se hallaba retrasada en el pago de los tributos
estatales.
El corregidor oriolano continuó transmitiendo directrices
para combatir la langosta. El 21 de abril de 1758 ordenaba a los justicias de
los pueblos la obligatoriedad de extinguir el mosquito de langosta en sus términos. El
renuevo de langosta tuvo poca consideración, combatido una vez más con
cuadrillas de jornaleros aplicados a su extinción[20].
Un nuevo brote
de langosta –de proporciones reducidas– surgió en la gobernación de Orihuela en
1782. El corregidor oriolano Pedro Buonafede remitió una circular fechada el 14
de junio a su circunscripción. Comunicaba que la langosta había comenzado a
causar perjuicios en Orihuela y algunos lugares contiguos, ordenando a los
justicias que se aplicaran a su exterminio, así como en los lugares que no se
hubiera avistado, se realizaran frecuentes reconocimientos para procurar su
extinción[21].
Afortunadamente,
la plaga de langosta ha dejado de ser una amenaza en nuestros campos y forma
parte de las adversidades pretéritas que arduamente combatieron nuestros
predecesores. No obstante, sigue activa en muchas regiones del planeta
ocasionando graves problemas en las cosechas.
Gonzalo Martínez Español
NOTAS
[1] MARTÍNEZ ESPAÑOL, Gonzalo (1998):” La epidemia de
1757”. La Serranica nº 43 pp. 70-73.
[2] ALBEROLA ROMÁ, Armando (2003): “Procesiones,
rogativas, conjuros y exorcismos: el campo valenciano ante la plaga de langosta
de 1756”. Revista de Historia Moderna nº 21. Universidad de Alicante.
[3] RAMOS VIDAL, Juan Antonio (1982): “La epidemia de
Langosta de 1756 en la comarca del Vinalopó y Alicante” Alborada nº 28, Elda.
[4] ALBEROLA ROMÁ, Armando, Opus. Cit.
[5] Archivo Municipal de Orihuela. Legajo D-1076, doc. 6.
[6] Ídem doc. 10.
[7] Ídem doc. 3.
[8] Ídem doc. 4.
[9] Ídem doc. 11.
[10] Archivo Municipal de Novelda. Hacienda Varia, cuentas
diversas 1756.
[11] RAMOS VIDAL, Juan Antonio, Opus Cit.
[12] Archivo Municipal de Orihuela. Legajo D-1076, doc.
13.
[13] Ídem doc. 7
[14] A.M.O., Legajo D-1076, doc. 33.
[15] Archivo Municipal de Novelda. Hacienda Varia, cuentas
diversas 1756.
[16] PAVÍA PAVÍA, Salvador (2002): “Un Ex libris de 1757”.
La Serranica nº 45, pp. 86-90.
[17] ALBEROLA ROMÁ, Armando, Opus. Cit.
[18] A.M.O. legajo D-1076 doc. 23
nº 1 y 2.
[19] Archivo Municipal de Novelda. Hacienda Varia, cuentas
diversas 1758.
[20] A.M.O. legajo D-1076, doc. 30.
[21] Ídem doc. 31.
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